Y es un orgullo y un gran desafío porque vengo de
aquellos lugares que no reciben condecoraciones, de los cuales poco y nada se
dice, porque poco y nada se sabe, lugares que a veces incluso se les llega a
olvidar.
Mis estudios secundarios los cursé en un pequeño colegio cuyo nombre significa
tierra florida; extraña paradoja, ya que en sus patios se respiraba más tierra
que flores y en sus salas de madera se acumula el polvo de generaciones de
alumnos no emblemáticos, que nunca llegaran a ocupar los puestos de poder más
importantes de nuestro país.
Mi carrera, una de las más pequeñas de esta Universidad, casi no se encuentra
en el consciente colectivo, se pierde entre los pasillos de la FAU y se
confunde con otras disciplinas. La Geografía en esta Universidad casi no tiene
tiempo ni espacio, otra paradoja.
Sin embargo, lo más terrible es darse cuenta que de
pronto esto no pasa solo en Geografía, sino que también en Administración
Pública, que es carrera de ocho a seis, porque después de las seis de la tarde
no hay Universidad para ellos, una carrera que debiese ser fundamental para
fortalecer el sistema público. Y también ocurre en Educación y de pronto, nos
damos cuenta que no son solo unas pocas carreras, sino que es toda una rama del
saber, es toda un área del conocimiento la que ha caído en la pobreza
universitaria como consecuencia de las lógicas del mercado implementadas ya a
lo largo de estos últimos treinta años.
Y de lo pequeño y olvidado de mi lugar de origen, se suma además, mi corto
tiempo de vida, con 22 años, vengo a ser la segunda mujer presidenta de la FECH
en más de cien años de historia. Y usted rector tendrá el privilegio de ser el
segundo en la historia de la Universidad que es acompañado por una mujer en la
presidencia de nuestra federación de estudiantes.
Ahora bien, puede que en este momento me toque a mí
ejercer el cargo de Presidenta, sin embargo, debo decir que yo sola jamás
habría logrado todo esto y que mis manos son tan solo un par más dentro de
tantas otras, y en donde todas juntas son las que levantan este proyecto colectivo
que se llama Estudiantes de Izquierda, el cual ya se encamina a su tercer
período consecutivo al mando de nuestra Federación.
Si me permiten contarles un poco acerca de Estudiantes de Izquierda, debo
decirles que como colectivo político estamos presentes en amplios espacios de
nuestra Universidad, que en nuestro interior se expresa la máxima diversidad
estudiantil, que entendemos que la izquierda debe construirse con participación
y democracia y que esta elección en donde hemos aumentado en casi 400 votos
respecto de la elección anterior, nos demuestra que como movimiento estamos
vinculados orgánicamente con las bases estudiantiles de nuestra Universidad.
Como Estudiantes de Izquierda sentimos la
responsabilidad ética de hacer política, porque la administración del poder por
los poderosos de siempre nos obliga a entrometernos en sus asuntos, porque
estos asuntos son también nuestros asuntos y porque no podemos dejar que unos
pocos privilegiados sean quienes eternamente definan las medidas y contornos
que debe tener nuestra patria, ajustándola siempre a sus pequeños intereses.
Creemos que la clave del éxito para el movimiento
estudiantil está en volver a situar a la Federación en una posición de
vanguardia a nivel nacional, en volver a entretejer redes sociales con los
pobladores, los trabajadores, las organizaciones sociales y gremiales, los
jóvenes que se quedaron fuera de la Universidad pateando piedras, en otras
palabras, hablamos de volver nuestra mirada al conjunto de los problemas
sociales que hoy rodean a la Universidad y con los cuales estamos íntimamente
vinculados y comprometidos.
Debemos romper con aquella burbuja universitaria que
instala el individualismo, la competencia y el exitismo personal como patrón de
conducta para los estudiantes por sobre ideas y conceptos fundamentales como lo
son la solidaridad, la comunidad y la colaboración entre nosotros.
Somos contrarios a la visión de que la Universidad es
solo venir, sacarse buenas notas, y abandonar cuanto antes sus aulas para salir
pronto a ganar dinero en el mercado laboral, tenemos los ojos lo
suficientemente abiertos como para darnos cuenta que afuera hay un mundo entero
por conquistar, que este mundo requiere de nuestra entrega, de nuestro esfuerzo
y de nuestro sacrificio y que para quienes ya hemos abierto los ojos a las
inequidades sociales que asoman por todos los rincones de nuestra ciudad, se
nos vuelve imposible volver a cerrar la puerta y hacer como que nada hemos
visto o como que nada ha pasado. Nuestro compromiso por la transformación
social es irrenunciable.
Porque necesitamos hoy, más que nunca, una profunda
discusión respecto del país que queremos construir y a partir de aquello cuál
es el tipo de Universidad que se pondrá al centro de dicha construcción.
Porque no creemos en la Universidad como un espacio neutro dentro de la
sociedad, la universidad es un agente vivo en su construcción y en el
desarrollo del proyecto país que como ciudadanos levantamos día a día. Nuestra
responsabilidad está en generar organización al interior de aquella, lo cual
nos permita transformar la universidad, para así poder transformar la sociedad.
Nuestro concepto de Universidad nos habla de un
espacio abierto, participativo y democrático, con una comunidad universitaria
activa, dialogante, una comunidad que se involucra en el diseño y conducción de
su casa de estudios.
Nuestra visión es la de una Universidad que se ubique
ya no en los primeros rankings de la competencia o el marketing universitario,
de los cuales hoy en día mucho se habla, sino que se ubique en el primer lugar
de aporte al desarrollo social del país, el primer lugar en el fomento de la
equidad en cuanto a la composición social de sus estudiantes, que ocupe el
primer lugar en el desarrollo de la ciencia y tecnología al servicio de los
intereses de Chile y su pueblo.
Creemos en una Universidad permanentemente vinculada
con los problemas que nuestro pueblo le presenta, activa en la búsqueda de
soluciones y en la entrega de aportes por medio del conocimiento.
Sin embargo, nuestra realidad actual dista mucho de estos conceptos brevemente
aquí esbozados, hoy la Universidad es cada vez más un proyecto sin otro norte
que no sea el que le señala el mercado, a la educación superior se le ha puesto
precio y nuestras Universidades son medidas por criterios industriales de
producción como si fueran una empresa más dentro del esquema productivo de la
nación, una empresa especial con muchas comodidades en su proceso productivo,
pero empresa al fin y al cabo.
En este esquema, un rol fundamental lo jugó el
desfinanciamiento sistemático que vivió la Universidad Pública al momento de
implementarse las políticas neoliberales. El autofinanciamiento, establecido
como doctrina, fue un golpe seco que dio en la esencia misma de lo que
constituía el quehacer universitario hasta ese momento, condicionando y
sometiendo a la Universidad a lógicas y esquemas mercantiles que le eran
desconocidos. La Universidad Pública tuvo que verse obligada a competir en
situaciones desfavorables en lo que se llamó âel nuevo mercado de la educación
superiorâ, se le puso precio, tuvo que venderse a sí misma para poder captar
mayores recursos y continuar así con su proyecto educativo, perdió su brillo y
su color, perdió su esencia transformadora y quedó botada en un rincón, ya incapaz
de reconocerse a sí misma.
Estamos hablando que se operó un cambio estratégico en
el desarrollo de la Universidad, el cual ha sido irremontable hasta este
momento. Con ello hubo sectores importantes del quehacer universitario que
producto de su no rentabilidad económica fueron cayendo rápidamente en la
desgracia y el abandono, las Universidades Públicas se volcaron a sí mismas,
viviendo casi un chauvinismo institucional, donde cada una se preocupaba de su
propia sobrevivencia, perdiéndose la visión de conjunto que poseía nuestro
antiguo sistema de educación superior pública.
Este procedimiento operado en plena dictadura, siguió
su curso con los gobiernos de la Concertación, la cual no operó mayores
cambios, más bien, se dedicó a administrar con comodidad el modelo heredado y
en algunas líneas, incluso, lo profundizó. No obstante lo anterior, pasaron los
años y el control del gobierno volvió a las manos de quienes tiempo atrás
habían gobernado con trajes de civiles detrás de los uniformes de soldado.
Según nuestra mirada, esto representa un peligro fatal
para la Universidad Pública hoy día, creemos que el gobierno de los empresarios
busca poner el broche de oro a la privatización total de la educación superior,
sellando definitivamente la obra que iniciaron desde las sombras en los años
ochenta. La designación de Harald Beyer y Álvaro Saieh en nuestro Consejo
Universitario, dos grandes defensores del modelo de mercado y el actual
presupuesto nacional en el área de la educación superior son dos grandes indicativos
de aquello. Son medidas que nos muestran nítidamente que el gobierno se apresta
a poner en marcha una agenda privatizadora a gran escala y que, por lo tanto,
el año 2011 será estratégico en su implementación.
Esta será una batalla importante que enfrentará
nuestro sector el próximo año, para dar respuesta a este desafío debemos
desplegar un movimiento que escape a tan solo los estudiantes, necesitaremos de
los académicos, los trabajadores, las autoridades universitarias, todos juntos
en las calles exigiendo que el Estado cumpla con sus Universidades, que el
Estado cumpla con la educación superior pública de nuestro país.
Pero el problema no pasa tan solo por exigirle al
Estado lo que a nuestras Universidades le debe, sino que también debemos mirarnos
con visión autocritica y preguntarnos qué es lo que
como Universidad le estamos
entregando a nuestro pueblo. Necesitamos un nuevo trato del Estado para con la
educación superior pública de nuestro país y, a la vez, necesitamos un nuevo
compromiso de las Universidades Públicas para con el pueblo de Chile y sus
intereses, esta Universidad tiene que ser la Universidad de todos los chilenos
y no solo la de unos pocos.
A nadie le es indiferente que en nuestra casa de
estudios se perpetúen desigualdades fundamentales que determinan, por ejemplo,
que el 20% más rico de la población tenga más del 50% de las matrículas, en
cualquier sociedad que se precie de ser justa y democrática esta desigualdad
fundamental es inaceptable.
¿Seguiremos educando solo a las élites
socioeconómicas?, o, ¿nos aseguraremos de implementar un sistema de acceso que
permita que todos los jóvenes con talentos y habilidades, independiente de su
origen y capacidad de pago, puedan permanecer en la Universidad?
¿Seguiremos dejando que solo aquellas disciplinas que
son rentables en el mercado alcancen niveles de desarrollo armónicos y de
excelencia?, o, ¿aseguraremos de manera efectiva que todas las áreas del
conocimiento tengan un trato justo y así puedan contribuir a consolidar la sociedad
que anhelamos, ya no solo en términos económicos, sino que en términos
culturales, intelectuales, cívicos, valóricos, es decir, con seres humanos
íntegros?
Por más que quieran hacernos creer lo contrario, para
nosotros la Universidad no puede ser un negocio ni mucho menos la educación
puede ser una mercancía.
La pelea será dura, pero está el futuro de la
Universidad en juego y en esta batalla nosotros no bajaremos los brazos.
No quiero terminar mis palabras sin antes aludir a un
hecho que para mí reviste gran notoriedad, algo señalaba más arriba pero
quisiera ahora poder extenderme un poco más en aquello, me refiero a mi
condición de mujer.
Como mujer puedo ver y vivenciar en carne propia las
actuales formas de opresión de la que somos víctimas en la actual configuración
machista de la sociedad. En Chile nos decimos un país desarrollado y nos
llenamos de orgullo por nuestro reciente ingreso a la OCDE, no obstante, detrás
de la cortina del progreso económico y del optimismo del jaguar latinoamericano
se esconde una historia de opresión y sexismo que aún perdura hasta nuestros
días. Las mujeres seguimos sufriendo hoy día todo tipo de discriminaciones, a
la hora de buscar trabajo, en los planes de cobertura para nuestra salud, en la
escala de sueldos, incluso a la hora de participar en política.
Tan solo ayer leía unas ideas que quisiera poder
trasladarles en este momento ya que me parecen esclarecedoras respecto de lo
que les quiero decir, abro comillas "respecto de las mujeres, cuando
buscan trabajo, además de calificación se le pide presencia y no basta con que
sean amables y generosas, sino que deben además ser graciosas, simpáticas y
coquetas, pero no mucho. Se les exige estar presentables y cuando juzgan que se
ha pasado un milímetro, se les critica por presuntuosas. Se les elogia por ser
madres y se les excluye por tener hijos. De la mujer se sospecha cuando es
joven porque desestabiliza a la manada y se le rechaza cuando los años pasan
porque ha perdido competitividad. Es excomulgada por fea y también cuando es
bella. En el primer caso se dice que es repulsiva, en el segundo provocadora.
Cuando no es lo uno ni lo otro la tildan de mediocre", cierre de comillas.
Estas son las condiciones en las cuales las mujeres
nos desarrollamos actualmente, estas son las condiciones que desde mi
Presidencia también buscaré transformar.
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