Dom
12/06/2011 - 23:15
Por: Alfredo
Schmilisnky Ochoa
Tomado de Aporrea.org
Con motivo
del colapso eléctrico –ellos lo llaman fallas- que se acaba de producir aquí en
el Zulia, el ministro Rodríguez Araque suministró a la televisión unas
declaraciones que demuestran el por qué es el hombre de confianza del
Presidente Chávez, y que al mismo tiempo hacen desear que ojalá todos los
ministros fueran como él. Pero además de eso, hacen también que uno lamente la
prohibición que en materia de clonación humana existe a escala internacional,
porque de no ser por esta absurda prohibición, podríamos tener suficientes
Rodríguez Araque para garantizar “el buen vivir” y “el “vivir viviendo”, a lo
que tanto alude el señor Presiente.
Menos mal
que al frente de Hidrolago hay un sobrino suyo que dando muestras de haber
heredado el inigualable talento de su tío, ha encontrado la fórmula de matar de
sed a una población de más de 2 millones de personas y, pese a eso, continúa en
el cargo gozando de la irrestricta confianza de sus superiores. De altos
dignatarios que mientras por un lado estigmatizan la privatización de los
servicios públicos, por el otro, con personajes tan ínclitos y bien
intencionados como este, se encargan de hacerle a la mencionada privatización
una propaganda de la que no sería capaz ni siquiera el mejor aparato publicitario
de los profetas del neo-liberalismo.
Lo cierto
del caso es que lo logrado por este señor ha sido tan espectacular, que no
dudamos que muy pronto figurará en el libro records de Guines, y que el
interesado pueda escribir un opúsculo titulado “cómo matar de sed a toda una
población entera y no morir en el intento”.
Pero ¿qué
cosa tan excepcionalmente importante –tan importante que mereció esta nota-
dijo el ministro Araque en esas memorables declaraciones con las cuales no
únicamente estamos indeclinablemente de acuerdo, sino que además se las
agradecemos en el alma, porque da en el mero clavo?
Porque
atina, con una precisión de kalasnikov, acerca de las causas que han originado
esta calamidad. El ministro afirma, con el tono enfático con el que hablan los
que poseen el don de la infalibilidad papal, que las causas que han originado
esta debacle se debe al injustificable afán derrochador de energía que
caracteriza a los zulianos.
Y a renglón
seguido, arremete frenéticamente, como si se tratara de un Júpiter tonante,
contra esa aberrante cultura del aire acondicionado, ventilador y demás medios
para refrescar el ambiente. Y se pregunta, con el mismo tono admonitorio, ¿cómo
es posible que mientras los niños se divierten jugando con bolas de nieve por las
heladas calles de Maracaibo, ciudad con un clima ártico, sus padres insistan en
mantener prendidos sus aparatos de aire acondicionado.
Dicho esto,
y con el rostro fruncido, como es su costumbre, se introduce en su carro con
aire acondicionado, llega a la habitación del hotel con aire acondicionado, se
baña, se viste, baja de su habitación y se introduce de nuevo en su carro con
aire acondicionado que lo conducirá al aeropuerto para tomar un avión que lo
conducirá a sus oficinas de Caracas con aire acondicionado, para luego
dirigirse a su casa también con aire acondicionado.
La actitud
asumida por el ministro Araque en relación con las costumbres –malas, supongo-
de los habitantes de esta región, si es verdad que es altamente ofensiva y
chocante, contraria incluso al interés del Proceso político al que pertenece.
Porque en lugar de presentarse y ofrecer disculpas por el tremendo perjuicio
que su ineptitud le ha causado a la población zuliana, lo que hace es
aparecerse en la ciudad y, en un tono regañón, propio de pequeños burgueses,
empezar a culparnos por el percance eléctrico ocurrido. Es ni más ni menos lo
que expresa el dicho, es decir, “tras de carnudos apaleados”.
Lo que de
ninguna manera justifica, porque aquí, para que se sepa, el aire acondicionado
y otros equipos de ventilación del ambiente, más que un lujo es una necesidad
vital; una necesidad derivada del calor infernal que nos azota y que la
arquitectura “moderna”, al contrario de la anterior que si estaba concebida en
función del clima y no de la elegancia y el ornamento como la actual, no ha
hecho otra cosa que incrementarlo en intensidad.
Razón por la
cual los apartamentos y casas de habitación de la ciudad se han convertido en
verdaderos hornos crematorios. Claro, usted, que sólo conoce al Zulia a través
de las diarias denuncias que contra su sobrino de Hidrolago, publica la prensa
regional, se le hace muy difícil creerlo. Pero si yo pudiera hablar con usted,
cosa que es muy difícil porque al Olimpo no entra cualquiera. Yo apostaría algo
con usted. Yo le apostaría que usted no es capaz de permanecer por más de 20
minutos en uno de los apartamentos o casas de habitación de la ciudad. Haga la
prueba, le aseguro que entonces empezará a entender más al Zulia y a sus
innumerables problemas.
A asumir
actitudes menos prepotentes y arrogantes –irascibles- impropias de quienes se
dicen revolucionarios y socialistas, con lo cual no hace otra cosa que
desacreditar gravemente el sistema por el cual dice trabajar. Y antes de
incluir en este texto una nota que redacté para la página web del Correo del
Orinoco, permítame hacerle una sugerencia: métale el ojo a su sobrino,
ministro; hágalo, porque anda en malos pasos el muchacho, ministro. Infórmese
acerca de los negocios turbios que está haciendo con el agua que es todos
nosotros los que nacimos y vivimos aquí y que nos la suministra cuando le da la
gana.
Texto
enviado a la página web del Correo del Orinoco:
“Es
verdaderamente inaudito que mientras los habitantes de Maracaibo se estén
virtualmente calcinando debido a las inusualmente altas temperaturas que
agobian la población y que ni siquiera haya un poco de agua para mitigar en
parte esta terrible situación, ustedes le dediquen páginas enteras a los
discursos de Fidel. Y no es que yo tenga nada contra el líder cubano, del cual
soy un seguidor, pero hay prioridades. Y la cuestión humanitaria implícita en
las elevadas temperaturas que estamos soportando y a la cual se refiere
constantemente el Presidente, prevalecen sobre las demás. Ayer nomás, los niños
de un preescolar tuvieron que ser regresados llorando a sus casas, porque no
soportaban el intenso calor, y no había ni una gota de agua ni ninguna otra
cosas con que de alguna manera aliviarles la sofocación”
Y a
propósito de la directora del Correo quiero decirle brevemente que la frase “la
alba” es una tremenda equivocación, un reverendo disparate. Es como si
dijéramos “la agua”, “la hambre”, etc. Esta cuestión de los géneros
gramaticales se está convirtiendo en nuestro país en una verdadera calamidad.
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