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Mientras el régimen de Maduro intenta imponer su nueva Asamblea Constituyente como rival o sustituta del actual Congreso de Venezuela y arresta a los líderes de la oposición pro-capitalista, la grave situación económica y social del país sigue empeorando.
Según el FMI, el PIB de Venezuela en 2017 es un 35% inferior a 2013, un 40% en términos per capita. Es una contracción significativamente más dura que durante la Gran Depresión en los EEUU de 1929-1933, cuando se estima que el PIB de Estados Unidos cayó un 28%. Es ligeramente mayor que la sufrida en Rusia (1990-1994), Cuba (1989-1993), y Albania (1989-1993), pero menor que la experimentada por otros ex estados soviéticos en el momento de la transición, como Georgia, Tayikistán, Azerbaiyán, Armenia y Ucrania, o de países en guerra como Liberia (1993), Libia (2011), Ruanda (1994), Irán (1981) y, más recientemente, el sur de Sudán.
Por lo tanto, con estos datos, según Ricardo Haussman, ex economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, la catástrofe económica de Venezuela empequeñece a cualquier otro en la historia de los EE UU, Europa Occidental o el resto de América Latina.
En 2013, advertí que los logros de la ‘revolución bolivariana’ con Chávez estaban seriamente amenazados. Chávez había mejorado las condiciones de los más pobres con el aumento de los salarios, los servicios sociales y la reducción de la desigualdad. Sin embargo, estos sólo podían aumentar en los confines de la economía capitalista mediante el uso de los ingresos de las exportaciones de petróleo en un momento de precios muy altos del petróleo. Pero los precios del petróleo comenzaron a caer y prácticamente se han reducido a la mitad en los últimos dos años.
Las exportaciones de petróleo se redujeron en $ 2.200 per cápita de 2012 a 2016, de los cuales $ 1.500 se debieron a la disminución de los precios del petróleo. El gobierno de Maduro comenzó a acumular enormes deudas externas para tratar de mantener el nivel de vida. Venezuela es ahora el país más endeudado del mundo. Ningún país tiene una deuda externa pública mayor en proporción del PIB o de las exportaciones, o tiene un servicio más elevado de la deuda como porcentaje de sus exportaciones.
El gobierno recurrió a la devaluación de la moneda para impulsar los ingresos en dólares, pero esto sólo estimula una inflación escandalosa y recortes en los salarios reales. Al mismo tiempo, el gobierno decidió ‘honrar’ todos sus pagos de la deuda externa y reducir las importaciones en su lugar. Como consecuencia, las importaciones de bienes y servicios per capita se redujeron un 75% en términos reales (ajustados a la inflación) entre 2012 y 2016, con un nuevo descenso en 2017. Tal colapso es sólo comparable al de Mongolia (1988-1992) y Nigeria (1982-1986) y mayor que el resto del derrumbe de las importaciones de cuatro años en todo el mundo desde 1960. Esto condujo a un colapso de la agricultura y la industria, incluso mayor que la del PIB global, recortando casi otros $ 1.000 per capita en bienes de consumo producidos localmente.
El salario mínimo – que, en Venezuela es también el ingreso del trabajador medio, debido a la gran proporción de perceptores de salario mínimo – ha disminuido en un 75% (en precios constantes) de mayo de 2012 hasta mayo de 2017. Si se calcula en las calorías más baratas disponibles, el salario mínimo se redujo de 52,854 calorías por día hasta apenas 7.005 en el mismo período, un descenso del 86,7% que es insuficiente para alimentar a una familia de cinco miembros, suponiendo que todos los ingresos se gasten en comprar las calorías más baratas. Con su salario mínimo, los venezolanos podían comprar menos de una quinta parte de la comida que los colombianos tradicionalmente más pobres pueden comprar con los suyos.
La pobreza de ingresos se incrementó de 48% en 2014 al 82% en 2016 , según una encuesta realizada por las tres universidades más prestigiosas de Venezuela. El mismo estudio encontró que el 74% de los venezolanos han perdido involuntariamente un promedio de 8,6 kilos de peso. El Observatorio de Salud de Venezuela señala un aumento del 10% en la mortalidad de los pacientes y un aumento del 100% entre la de los recién nacidos en los hospitales en 2016.
Según un estudio llevado a cabo entre octubre y diciembre de 2016 por Cáritas Venezuela, en colaboración con Caritas Francia, la Comisión Europea y la Confederación Suiza, hay indicios claros de desnutrición crónica entre los niños en Venezuela. En algunas zonas, alcanza niveles cercanos a lo que, según las normas internacionales, es una crisis. El informe dice: “se están registrando estrategias de supervivencia inseguras e irreversibles desde un punto de vista económico, social y biológico, y el consumo de alimentos de venta callejera es especialmente preocupante”. “De acuerdo con una encuesta realizada en junio de 2016 en el estado de Miranda, el 86% de los niños temía quedarse sin alimentos. El cincuenta por ciento dijo que se fueron a la cama con hambre por falta de alimentos en sus hogares“.
Erika Guevara, directora de la Oficina Regional de Amnistía Internacional para las Américas escribió en junio de 2016: “el Hospital de Niños JM. De los Ríos en Caracas, que una vez fue un orgullo como modelo de atención pediátrica en Venezuela, hoy es un símbolo trágico de la crisis que está barriendo al país sudamericano. La mitad del gigantesco edificio se derrumba, las paredes se tambalean, los suelos se inundan y las habitaciones están tan deterioradas que ya no se utilizan. A pesar de ello, cientos de niños están siendo tratados. Pero tanto los medicamentos como los suministros médicos básicos son escasos, y las madres de los niños ya han renunciado a exigirlos. (…)”. “Las Voces del Hambre”, un informe realizado por Telemundo y dirigido por el periodista venezolano Fernando Girón, muestra cómo niños venezolanos luchan con aves de presa por los huesos desechados por los carniceros (El Nacional, 02/28/17).
Antes de Chávez, la mayoría de los venezolanos eran extremadamente pobres tras una serie de gobiernos de la derecha capitalista. Pero ahora, una vez más, bajo Maduro, esta es la situación de los pobres y la mayoría de la clase trabajadora venezolana. No es de extrañar que el apoyo al gobierno de Maduro ha disminuido, mientras que las fuerzas de la reacción se hacen más fuertes. Mientras que la mayoría lucha, muchos en la jerarquía superior del gobierno de Maduro viven tan cómodos como los capitalistas venezolanos y sus partidarios que están tratando de derrocar al gobierno.
El gobierno de Maduro depende cada vez más no del apoyo de la clase obrera, sino de las fuerzas armadas. Y el gobierno se ocupa de ellos también. Los militares pueden comprar en mercados exclusivos (por ejemplo, en las bases militares), tienen un acceso privilegiado a préstamos y compras de automóviles y viviendas, y han recibido aumentos salariales sustanciales. El ejército también ha obtenido contratos lucrativos, gestionando los controles de cambio y los subsidios -por ejemplo, la venta de gasolina barata comprada en los países vecinos- con grandes ganancias.
Como Rolando Astarita ha señalado en una serie de notas, el ejército tiene un fuerte poder económico directo, ya que las FANB dirigen y controlan toda una serie de empresas: el banco BANFANB; AGROFANB para la agricultura; EMILTRA en el transporte; EMCOFANB, una empresa de sistemas de comunicación de la FANB; TVFANB, un canal de televisión digital abierto; TECNOMAR, una compañía de proyectos de tecnología y militares mixtos; FIMNP, un fondo de inversión; CONSTRUFANB, una constructora; CANCORFANB; Aguas Tiuna, una planta embotelladora de agua; Y además está CAMINPEG, la compañía anónima militar minera, de petróleo y gas.
Sectores importantes de las élites del gobierno de Maduro han utilizado la crisis económica para su propio beneficio personal. Han comprado deuda pública con fuertes rendimientos, mientras que al mismo tiempo se aseguran que no habrá una bancarrota pública, todo ello a expensas de la caída de los niveles de vida de la gente que debe pagar esta deuda a través de los impuestos y los ingresos del petróleo no percibidos. Las divisas destinados al pago de la deuda externa ha sido compensadas por la reducción de las importaciones de alimentos, medicamentos o insumos industriales esenciales.
Así, mientras los manifestantes anti-gubernamentales luchan contra la policía y el ejército en las calles y el gobierno de Maduro evoluciona cada vez más hacia un régimen autoritario, la clase obrera se queda sin amparo. El programa económico y social de la oposición es el tradicional de los capitalistas nacionales apoyados por el imperialismo: a saber, la reforma de las leyes laborales (es decir, más explotación y saqueos), la privatización o la re-privatización de las empresas estatales, la desregulación de los controles sobre la inversión ( es decir, garantizar una alta tasa de explotación laboral) y, por supuesto, la liberación de precios y la unificación de los tipos de cambio. La implementación de este programa impondría aún más recortes en su nivel de vida a la mayoría. Al igual que las sanciones previstas por el imperialismo norteamericano y sus acólitos en la región.
¿Qué salió mal con los loables objetivos del chavismo? ¿Podría haberse evitado esta tragedia? Sí, si la revolución chavista no se hubiese quedado a menos de la mitad, dejando la economía predominantemente bajo el control del capital. En lugar de ello, los gobiernos chavistas y Maduro se apoyaron en los altos precios del petróleo y sus enormes reservas de hidrocarburos para reducir la pobreza, pero no para transformar la economía a través de la inversión productiva, la propiedad estatal y la planificación. Entre 1999 y 2012 el Estado tuvo ingresos de $ 383.000 millones del petróleo, debido no sólo a la mejora de los precios, sino también al aumento de las regalías pagadas por las transnacionales. Sin embargo, estos ingresos no se utilizaron para transformar los sectores productivos de la economía. Sí, algo se utilizó para mejorar el nivel de vida de las masas más empobrecidas. Pero no había un plan de inversión y crecimiento. Al capital venezolano se le permitió seguir adelante operando como siempre – o no, según fuese el caso. De hecho, la participación de la industria en el PIB se redujo del 18% en 1998 al 14% en 2012.
Ahora la derecha pro ‘libre mercado’ nos dicen que Venezuela demuestra que el ‘socialismo’ no funciona y que no se puede escapar a los rigores del mercado. Pero la historia de los últimos diez años no es la del fracaso del ‘socialismo’ o de la planificación, sino la del fracaso para poner fin al control del capital en un (cada vez más aislado) país capitalista aparentemente débil con un único activo: el petróleo. No hubo inversión en la gente, en su formación, en el desarrollo de nuevas industrias y la innovación tecnológica: todo ello se dejo en manos del sector capitalista. Basta comparar con el ‘socialismo con características chinas’, aunque en un país más grande que ahora es la economía en el mundo.
Hace poco más de un año, escribí en una nota que, para salvar los objetivos del chavismo, “es probable que sea demasiado tarde, ya que las fuerzas de la reacción ganan terreno cada día en el país. Parece solo estamos a la espera de la decisión del ejército de cambiar de bando y expulsar a los chavistas”.
*Michael Roberts es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
Fuente original:
The tragedy of Venezuela
Traducción:G. Buster
http://www.sinpermiso.info/textos/la-tragedia-de-venezuela
Mientras el régimen de Maduro intenta imponer su nueva Asamblea Constituyente como rival o sustituta del actual Congreso de Venezuela y arresta a los líderes de la oposición pro-capitalista, la grave situación económica y social del país sigue empeorando.
Según el FMI, el PIB de Venezuela en 2017 es un 35% inferior a 2013, un 40% en términos per capita. Es una contracción significativamente más dura que durante la Gran Depresión en los EEUU de 1929-1933, cuando se estima que el PIB de Estados Unidos cayó un 28%. Es ligeramente mayor que la sufrida en Rusia (1990-1994), Cuba (1989-1993), y Albania (1989-1993), pero menor que la experimentada por otros ex estados soviéticos en el momento de la transición, como Georgia, Tayikistán, Azerbaiyán, Armenia y Ucrania, o de países en guerra como Liberia (1993), Libia (2011), Ruanda (1994), Irán (1981) y, más recientemente, el sur de Sudán.
Por lo tanto, con estos datos, según Ricardo Haussman, ex economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, la catástrofe económica de Venezuela empequeñece a cualquier otro en la historia de los EE UU, Europa Occidental o el resto de América Latina.
En 2013, advertí que los logros de la ‘revolución bolivariana’ con Chávez estaban seriamente amenazados. Chávez había mejorado las condiciones de los más pobres con el aumento de los salarios, los servicios sociales y la reducción de la desigualdad. Sin embargo, estos sólo podían aumentar en los confines de la economía capitalista mediante el uso de los ingresos de las exportaciones de petróleo en un momento de precios muy altos del petróleo. Pero los precios del petróleo comenzaron a caer y prácticamente se han reducido a la mitad en los últimos dos años.
Las exportaciones de petróleo se redujeron en $ 2.200 per cápita de 2012 a 2016, de los cuales $ 1.500 se debieron a la disminución de los precios del petróleo. El gobierno de Maduro comenzó a acumular enormes deudas externas para tratar de mantener el nivel de vida. Venezuela es ahora el país más endeudado del mundo. Ningún país tiene una deuda externa pública mayor en proporción del PIB o de las exportaciones, o tiene un servicio más elevado de la deuda como porcentaje de sus exportaciones.
El gobierno recurrió a la devaluación de la moneda para impulsar los ingresos en dólares, pero esto sólo estimula una inflación escandalosa y recortes en los salarios reales. Al mismo tiempo, el gobierno decidió ‘honrar’ todos sus pagos de la deuda externa y reducir las importaciones en su lugar. Como consecuencia, las importaciones de bienes y servicios per capita se redujeron un 75% en términos reales (ajustados a la inflación) entre 2012 y 2016, con un nuevo descenso en 2017. Tal colapso es sólo comparable al de Mongolia (1988-1992) y Nigeria (1982-1986) y mayor que el resto del derrumbe de las importaciones de cuatro años en todo el mundo desde 1960. Esto condujo a un colapso de la agricultura y la industria, incluso mayor que la del PIB global, recortando casi otros $ 1.000 per capita en bienes de consumo producidos localmente.
El salario mínimo – que, en Venezuela es también el ingreso del trabajador medio, debido a la gran proporción de perceptores de salario mínimo – ha disminuido en un 75% (en precios constantes) de mayo de 2012 hasta mayo de 2017. Si se calcula en las calorías más baratas disponibles, el salario mínimo se redujo de 52,854 calorías por día hasta apenas 7.005 en el mismo período, un descenso del 86,7% que es insuficiente para alimentar a una familia de cinco miembros, suponiendo que todos los ingresos se gasten en comprar las calorías más baratas. Con su salario mínimo, los venezolanos podían comprar menos de una quinta parte de la comida que los colombianos tradicionalmente más pobres pueden comprar con los suyos.
La pobreza de ingresos se incrementó de 48% en 2014 al 82% en 2016 , según una encuesta realizada por las tres universidades más prestigiosas de Venezuela. El mismo estudio encontró que el 74% de los venezolanos han perdido involuntariamente un promedio de 8,6 kilos de peso. El Observatorio de Salud de Venezuela señala un aumento del 10% en la mortalidad de los pacientes y un aumento del 100% entre la de los recién nacidos en los hospitales en 2016.
Según un estudio llevado a cabo entre octubre y diciembre de 2016 por Cáritas Venezuela, en colaboración con Caritas Francia, la Comisión Europea y la Confederación Suiza, hay indicios claros de desnutrición crónica entre los niños en Venezuela. En algunas zonas, alcanza niveles cercanos a lo que, según las normas internacionales, es una crisis. El informe dice: “se están registrando estrategias de supervivencia inseguras e irreversibles desde un punto de vista económico, social y biológico, y el consumo de alimentos de venta callejera es especialmente preocupante”. “De acuerdo con una encuesta realizada en junio de 2016 en el estado de Miranda, el 86% de los niños temía quedarse sin alimentos. El cincuenta por ciento dijo que se fueron a la cama con hambre por falta de alimentos en sus hogares“.
Erika Guevara, directora de la Oficina Regional de Amnistía Internacional para las Américas escribió en junio de 2016: “el Hospital de Niños JM. De los Ríos en Caracas, que una vez fue un orgullo como modelo de atención pediátrica en Venezuela, hoy es un símbolo trágico de la crisis que está barriendo al país sudamericano. La mitad del gigantesco edificio se derrumba, las paredes se tambalean, los suelos se inundan y las habitaciones están tan deterioradas que ya no se utilizan. A pesar de ello, cientos de niños están siendo tratados. Pero tanto los medicamentos como los suministros médicos básicos son escasos, y las madres de los niños ya han renunciado a exigirlos. (…)”. “Las Voces del Hambre”, un informe realizado por Telemundo y dirigido por el periodista venezolano Fernando Girón, muestra cómo niños venezolanos luchan con aves de presa por los huesos desechados por los carniceros (El Nacional, 02/28/17).
Antes de Chávez, la mayoría de los venezolanos eran extremadamente pobres tras una serie de gobiernos de la derecha capitalista. Pero ahora, una vez más, bajo Maduro, esta es la situación de los pobres y la mayoría de la clase trabajadora venezolana. No es de extrañar que el apoyo al gobierno de Maduro ha disminuido, mientras que las fuerzas de la reacción se hacen más fuertes. Mientras que la mayoría lucha, muchos en la jerarquía superior del gobierno de Maduro viven tan cómodos como los capitalistas venezolanos y sus partidarios que están tratando de derrocar al gobierno.
El gobierno de Maduro depende cada vez más no del apoyo de la clase obrera, sino de las fuerzas armadas. Y el gobierno se ocupa de ellos también. Los militares pueden comprar en mercados exclusivos (por ejemplo, en las bases militares), tienen un acceso privilegiado a préstamos y compras de automóviles y viviendas, y han recibido aumentos salariales sustanciales. El ejército también ha obtenido contratos lucrativos, gestionando los controles de cambio y los subsidios -por ejemplo, la venta de gasolina barata comprada en los países vecinos- con grandes ganancias.
Como Rolando Astarita ha señalado en una serie de notas, el ejército tiene un fuerte poder económico directo, ya que las FANB dirigen y controlan toda una serie de empresas: el banco BANFANB; AGROFANB para la agricultura; EMILTRA en el transporte; EMCOFANB, una empresa de sistemas de comunicación de la FANB; TVFANB, un canal de televisión digital abierto; TECNOMAR, una compañía de proyectos de tecnología y militares mixtos; FIMNP, un fondo de inversión; CONSTRUFANB, una constructora; CANCORFANB; Aguas Tiuna, una planta embotelladora de agua; Y además está CAMINPEG, la compañía anónima militar minera, de petróleo y gas.
Sectores importantes de las élites del gobierno de Maduro han utilizado la crisis económica para su propio beneficio personal. Han comprado deuda pública con fuertes rendimientos, mientras que al mismo tiempo se aseguran que no habrá una bancarrota pública, todo ello a expensas de la caída de los niveles de vida de la gente que debe pagar esta deuda a través de los impuestos y los ingresos del petróleo no percibidos. Las divisas destinados al pago de la deuda externa ha sido compensadas por la reducción de las importaciones de alimentos, medicamentos o insumos industriales esenciales.
Así, mientras los manifestantes anti-gubernamentales luchan contra la policía y el ejército en las calles y el gobierno de Maduro evoluciona cada vez más hacia un régimen autoritario, la clase obrera se queda sin amparo. El programa económico y social de la oposición es el tradicional de los capitalistas nacionales apoyados por el imperialismo: a saber, la reforma de las leyes laborales (es decir, más explotación y saqueos), la privatización o la re-privatización de las empresas estatales, la desregulación de los controles sobre la inversión ( es decir, garantizar una alta tasa de explotación laboral) y, por supuesto, la liberación de precios y la unificación de los tipos de cambio. La implementación de este programa impondría aún más recortes en su nivel de vida a la mayoría. Al igual que las sanciones previstas por el imperialismo norteamericano y sus acólitos en la región.
¿Qué salió mal con los loables objetivos del chavismo? ¿Podría haberse evitado esta tragedia? Sí, si la revolución chavista no se hubiese quedado a menos de la mitad, dejando la economía predominantemente bajo el control del capital. En lugar de ello, los gobiernos chavistas y Maduro se apoyaron en los altos precios del petróleo y sus enormes reservas de hidrocarburos para reducir la pobreza, pero no para transformar la economía a través de la inversión productiva, la propiedad estatal y la planificación. Entre 1999 y 2012 el Estado tuvo ingresos de $ 383.000 millones del petróleo, debido no sólo a la mejora de los precios, sino también al aumento de las regalías pagadas por las transnacionales. Sin embargo, estos ingresos no se utilizaron para transformar los sectores productivos de la economía. Sí, algo se utilizó para mejorar el nivel de vida de las masas más empobrecidas. Pero no había un plan de inversión y crecimiento. Al capital venezolano se le permitió seguir adelante operando como siempre – o no, según fuese el caso. De hecho, la participación de la industria en el PIB se redujo del 18% en 1998 al 14% en 2012.
Ahora la derecha pro ‘libre mercado’ nos dicen que Venezuela demuestra que el ‘socialismo’ no funciona y que no se puede escapar a los rigores del mercado. Pero la historia de los últimos diez años no es la del fracaso del ‘socialismo’ o de la planificación, sino la del fracaso para poner fin al control del capital en un (cada vez más aislado) país capitalista aparentemente débil con un único activo: el petróleo. No hubo inversión en la gente, en su formación, en el desarrollo de nuevas industrias y la innovación tecnológica: todo ello se dejo en manos del sector capitalista. Basta comparar con el ‘socialismo con características chinas’, aunque en un país más grande que ahora es la economía en el mundo.
Hace poco más de un año, escribí en una nota que, para salvar los objetivos del chavismo, “es probable que sea demasiado tarde, ya que las fuerzas de la reacción ganan terreno cada día en el país. Parece solo estamos a la espera de la decisión del ejército de cambiar de bando y expulsar a los chavistas”.
*Michael Roberts es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
Fuente original:
The tragedy of Venezuela
Traducción:G. Buster
http://www.sinpermiso.info/textos/la-tragedia-de-venezuela
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