El hospital pediátrico, que en 2016 atendió a más de 500 mil niños, perdió 263 camas debido, entre otros problemas, a las inundaciones de aguas negras y filtraciones. Los médicos aseguran que en el centro de salud no se han cumplido las recomendaciones que ha hecho la Contraloría General
Por: Armando Altuve - María Jesús Vallejo | Distrito Capital | El Pitazo
Caracas.- El Hospital J. M. de los Ríos arribó a sus 80 años de fundación. El centro pediátrico atraviesa por una crisis que se ha acentuado en los últimos tres años y que ha trastocado la calidad de la atención debido a la falta de insumos, medicinas, equipos en buen estado y una infraestructura adecuada. Los pocos médicos y enfermeras, que aún recorren sus pisos y pasillos, tratan de mantener activos los diferentes servicios, apegados a la mística y a la vocación por garantizar el bienestar de los pacientes.
Esa prioridad de mantener la salud de los pequeños contrasta con el reflejo de las dificultades. El hospital pediátrico, que en 2016 atendió a cerca de 575.000 pacientes -de los cuales 65 % proviene del interior del país-, ha registrado una merma en el número de cupos hospitalarios. De acuerdo con datos recientes que obtuvo El Pitazo, en el mes de enero de 2017, de una disponibilidad real de 297 camas, solo 137 estaban operativas.
Cuando el hospital se mudó en 1959, tras la caída de Marco Pérez Jiménez, a la sede actual, ubicada en San Bernardino, Caracas, tenía una capacidad de 420 camas. “Ha habido una reducción cercana a 25% y, actualmente, hay una necesidad de que esas camas se recuperen”, aclaró el pediatra y docente del posgrado de pediatría de la UCV del J. M. de los Ríos, José Francisco.
Los cupos hospitalarios se redujeron en medio de una demanda que se incrementa. Fallas en la infraestructura de la edificación, filtraciones y obras inconclusas influyeron en la reducción de la capacidad. Solo en el servicio de Terapia Intensiva, por ejemplo, la disminución de camas ha sido dramática: de un total de 10 cupos disponibles, hoy solo cuentan con 2 camas.
Osleidy Camejo, pediatra del servicio, señaló que el déficit ha ocasionado que pacientes que requieren ventilación mecánica sean atendidos en la emergencia pediátrica donde hay 21 camas habilitadas y, por lo general, están ocupadas. “Recientemente, recibimos a una paciente que fue referida del Algodonal entubada y tuvimos que ingresarla al servicio de emergencia porque no había cupo para atenderla en la Unidad de Cuidados Intensivos”.
Al igual que la Terapia Intensiva, en el centro de salud aún no se han recuperado otras áreas afectadas por fallas de infraestructura. A tres años, todavía el servicio de Oncología que se encuentra en el sótano de la edificación no ha sido reabierto, luego de que fuese cerrado por la inundación que se produjo en el área. “En el sitio original teníamos 25 cupos entre hospitalarios y ambulatorios, cuando nos mudamos al piso 6 dejamos de tener camas para hospitalización y, ahora, solo contamos con 20 cupos”, resaltó Augusto Pereira, jefe del servicio de Oncología.
Tampoco se ha reparado el ala de Medicina II que se incendió en 2012 a causa de una sobrecarga eléctrica y cuyas obras estaban a cargo del Sexto Cuerpo de Ingenieros del Ejército y debían terminarlas hace dos años. En esta área hay una capacidad de 27 camas que esperan por pacientes. “Hoy a ese espacio lo taparon con unas tablas para evitar que los pacientes caminen por allí”, relató Christhian Cano, representante de la Sociedad de Médicos Residente del J. M. de los Ríos.
El sistema de tuberías continúa con fallas. Desde 2014, la Fundación de Edificaciones Especiales y Equipamiento Hospitalario (Fundeeh) no emprende labores de mantenimiento. La problemática afecta al área de Infectología, principalmente, por las implicaciones que tienen las filtraciones y botes de aguas negras para la recurrencia de bacterias. Lisbeth Aurenty, jefa de Infectología, apuntó que esta situación ha restado 24 camas al servicio.
A principios de septiembre de 2016, el gobierno del Distrito Capital emprendió labores de reparación de pisos, paredes, aires acondicionados y cielos rasos en los servicios de Dermatología, Urología y el área de Fórmulas Lácteas. Estas obras, incluidas en el plan Barrio Adentro 100%, contaba con la aprobación de un presupuesto de 500 millones de bolívares y el apoyo de Hidrocapital, Corpoelec y Barrio Tricolor. Sin embargo, el personal médico asegura que no han observado movimiento de obreros dentro de las instalaciones.
Huníades Urbina, ex director del J. M. de los Ríos, afirmó que el cambio constante de directores, como consecuencia de los cambios en el gabinete del Ministerio de Salud, ha impedido que se resuelvan los problemas de infraestructura. “Desde 1999, el hospital ha cambiado 18 veces de director. Antes era por elecciones, pero luego comenzaron a mandar a personas externas que no conocen al hospital ni a la gente, entonces, cuando apenas se empezaba a gestionar alguna remodelación o dotación de insumos, hacían cambio de director”, sentenció.
MERMA
En años anteriores hubo problemas en el hospital pediátrico; pero nunca faltaron medicinas. Así lo recuerda el médico pediatra y docente del postgrado de esta especialidad de la UCV en el Hospital de Niños, José Francisco. “Si un niño iba con asma, tenía el broncodilatador a la mano para estabilizarlo”, afirmó.
Actualmente la realidad es diametralmente opuesta. La falla en la disponibilidad de algunos fármacos se acentúa cada vez más. Hoy el centro pediátrico recibe donaciones que, muchas veces, no cubren las necesidades. En el caso más extremo, las madres de los pacientes compran los tratamientos fuera del hospital. En el Servicio de Oncología fallan de manera intermitente, las quimioterapias.
“La mayoría de los medicamentos son traídos del Seguro Social y, muy poco, por donaciones. El problema es que esa lista de 30 medicinas no se repone en el tiempo reglamentario, lo que agrava las posibilidades de que los pacientes cuenten con el tratamiento”, señaló Pereira, quien contó que muchos pacientes se han visto en la necesidad de adquirir los antineoplásicos en el exterior.
En áreas como Neurocirugía y Nefrología, carecen de antibióticos de primera línea como Hidrocortisona y Clorotrimeton, incluso tratamientos para nebulizar como Berodual, denunció recientemente la Fundación Prepara Familia, institución encargada de velar por el derecho a la salud de los niños hospitalizados en el centro pediátrico.
Lo mismo ocurre con los insumos tan básicos como guantes, gasas y alcohol. Los equipos médicos de diagnóstico no han recibido el mantenimiento adecuado. Solo en el caso puntual del servicio de Nefrología, de 15 máquinas para dializar funcionan 11 porque la planta de osmosis presenta fallas. “Ese mantenimiento debería hacerse cada tres meses. A raíz de esta situación, solo podemos conectar a 8 pacientes por turno, incluso a algunos niños les reducen las horas de terapia. Si todas las máquinas funcionaran, no sería necesario habilitar un turno todos los sábado”, dijo Belén Arteaga, jefa de este servicio.
En el servicio de Cirugía, la únicas dos máquinas de anestesia fallaron, lo que hizo que nuevamente los planes quirúrgicos, que se han visto afectados por la ausencia de anestesiólogos, se retrasaran. “Nos trajeron una máquina de El Algodonal; pero no tenemos otra de repuesto, lo que implica que si la única disponible se daña durante la intervención, el paciente puede correr riesgos”, explicó Alejandro Ferrer, presidente de la Sociedad de Médicos del J.M. de los Ríos.
Entre pocas opciones para garantizar un diagnóstico, el personal médico también va en picada. Estimaciones de Juan Félix García, subdirector del hospital, al menos 100 especialistas se han ido del centro pediátrico en los últimos años. El servicio de rehabilitación, por ejemplo, solo tiene un médico especialista que puede atender a 12 pacientes por día. “Deberían ser tres médicos para poder atender al menos a 60 pacientes por semana. Por ser el único en este servicio, he tenido que repartir doce números diarios para las primeras personas que llegan”, acotó Silvio Álvarez, jefe del área de Rehabilitación.
INSPECCIONES
La Contraloría General de la República inspeccionó en 2013 y 2014 al hospital de niños. En 2014 concluyó que el centro de salud contaba con 1.736 trabajadores entre médicos, enfermeras, técnicos, administrativos y asistentes, y tenía 911 vacantes. El J. M. de los Ríos prestaba servicios con 65,58% del total del personal requerido. En ese informe, el organismo determinó que 91% de los 11 servicios del pediátrico presentaban debilidades, motivado principalmente a la carencia de personal médico, equipos, insumos, medicinas y el deterioro de la infraestructura.
La Contraloría envió recomendaciones al Ministerio de Salud para garantizar la calidad del servicio que aún no se han cumplido. “Hace falta una dotación formal y real de materiales y medicinas. La sustitución de antibióticos, que utilizamos para solventar momentáneamente, a largo plazo, aumenta los costos y no mejora por completo al paciente”, aseguró Lisbeth Aurenty.
El ente contralor ha realizado inspecciones recientes en el hospital. Carlos Trapani, abogado del Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap), señaló que las evaluaciones son permanentes pero sus resultados aún no han sido divulgados. Indicó que el año pasado, en el marco de las visitas realizadas por la Defensoría del Pueblo al hospital, se habían reunido con sus representantes para buscar soluciones a la crisis de salud que padece el centro asistencial. “Nos retiramos de esas mesas de trabajo porque no veíamos soluciones tangibles que garantizaran el derecho a la salud y a la vida de los niños”, aseguró el abogado.
Para algunos especialistas, la solución al problema implica cambiar el modelo y reestructurar el sistema de salud. Juan Félix García, subdirector del J. M. de los Ríos, asegura que ese cambio requiere reconocimiento de la problemática y voluntad política de las autoridades para solventar la dotación de insumos y medicinas.
José Francisco asegura que se debe reforzar la atención primaria en salud. “En años anteriores, hubo problemas pero nunca faltaron medicamentos”, recordó el pediatra, quien plantea que la docencia ha sido el salvavidas del hospital en medio de la marea. “Eso ha permitido que los médicos, pese a la crisis, practiquen el deber ser”, sentenció.
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