martes, 7 de febrero de 2017

El Hospital José Ignacio Baldó tocó fondo y nada que aparecen los dolientes



Por: Mabel Sarmiento
Crónica.uno
@mabelsarmiento


6 de febrero de 2017. Los trabajadores dicen que las cosas empeoraron, pues no terminan de llegar los especialistas para el área de pediatría, no hay ambulancias, los pasillos no tienen luz, accesos cerrados, ascensores dañados, continúa el problema del agua potable y los baños están en malas condiciones.

Caracas. Este complejo hospitalario José Ignacio Baldó, mejor conocido como El Algodonal —puesto asistencial que cumplió el pasado 28 de enero 77 años de fundado— parece no tener muchos dolientes, pues está carcomido por el abandono, no tiene insumos, ni equipos y los trabajadores ya no saben a qué funcionario del gobierno hacerle lobby para que resuelva la crisis que mantiene en un cierre técnico varios de los servicios.

Las asambleas de trabajadores en esta institución, conformada por un Pediátrico, la Maternidad Andrés Herrera Vega y el Sanatorio Simón Bolívar, son ya algo recurrente.

En ellas el personal se desahoga y plantea propuestas para detener el declive del hospital. La última vez que hablaron en masa con el director Darío González fue el pasado 13 de diciembre, cuando se enteraron de que cerrarían la Maternidad.

Los pacientes duermen en salas desprotegidas y con poco alumbrado en los alrededores.

En ese entonces al directivo le cayó una lluvia de quejas, pues no solo la Maternidad estaba en crisis.

“En El Algodonal falta de todo, desde personal hasta desinfectante”, le gritaban en su oficina.

Menos de dos meses han transcurrido de aquel episodio y la situación, según Wilfredo Carrillo, miembro del Comité Ejecutivo del Sindicato de Hospitales y Clínicas de Caracas, es la misma y en algunos casos hasta peor.

“El hospital está abandonado: hay déficit de especialistas, problemas serios de infraestructura, pues no se terminan las remodelaciones iniciadas en 2007; muchos de los equipos médicos quirúrgicos están dañados y las 283 hectáreas del centro están llenas de maleza, lo que es un caldo de cultivo para la delincuencia”, dijo.

De los problemas reportados en diciembre, a medio camino va el de la Maternidad. No se cerró por completo como temía el personal. Se habilitó, de acuerdo con los datos suministrados por Carrillo, un pabellón para los casos de parturientas que lleguen expulsando el feto, y se llegó a un convenio con cirugía del hospital Simón Bolívar para programar en esos quirófanos las cesáreas.

Pero por lo demás, las cosas siguen empeorando. No terminan de llegar los especialistas para el área de Pediatría, no hay ambulancias —en ocasiones trasladan a los pacientes en las unidades del transporte público que entran al complejo—, hay pasillos sin luz, accesos cerrados, ascensores dañados, continúa el problema del agua potable y los baños están en malas condiciones.

“Y aunque con las protestas de finales de año se logró un compromiso de parte del doctor Earle Siso, secretario de Salud, de completar las áreas en rehabilitación, no se ve movimiento alguno”, comentaron en la asamblea del pasado jueves 2 de febrero.

Los trabajadores contaron que en 2013 se levantó un informe de los proyectos inconclusos y se determinó que algunas obras fueron hechas con material de mala calidad. El ente encargado de los planes era la Fundación de Edificaciones y Equipamiento Hospitalario (Fundeeh), organismo que no termina de saldar su cuenta, y, por tanto, hoy se ven pasillos llenos de escombros en medio de habitaciones donde albergan a personas con enfermedades respiratorias.

Este centro, que tiene una cobertura nacional para tratar las patologías respiratorias, luce desolado y en penumbra. Hay salas de hospitalización con capacidad para ocho pacientes y tienen dos o tres en el sitio.

Los trabajadores piensan sumarse a la marcha programada para este martes 7 de febrero, desde la Maternidad Concepción Palacios, en San Martín, hasta el Ministerio de Salud. Exigen discusión de la convención colectiva y el rescate de los hospitales.

Muy pocos familiares se atreven a caminar por las áreas comunes por temor a los robos. Incluso los choferes a ciertas horas del día prefieren no trasladarlos por temor a los atracos.

Ya en una oportunidad, contó Carrillo, se robaron 1500 kilos de comida y fueron asaltados dos salones de Salud Pública de la Universidad Central de Venezuela (UCV) que funcionan dentro de El Algodonal.

Los trabajadores y obreros, que hablan amparándose en el anonimato, refieren que limpian solo con agua pues no hay cloro ni detergentes, tampoco material para las historias médicas ni para los informes.

“A las personas les dan un formato y les dicen que vayan a sacar la copia y regresen. Con esas deficiencias que son cosas tan básicas para el funcionamiento de un hospital, lidiamos todos los días”, manifestaron.

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