viernes, 23 de septiembre de 2016

A 40 años de la muerte de Mao Tse-Tung


Mao Tse-tung proclamando la fundación de la República Popular China. Pekin, 1949 – Ejército Popular de Liberación ingresa a Pekin 1949

Por: Nicolás Núñez (El Socialista)

El 9 de septiembre de 1976 fallecía el líder de la Revolución China. Al morir el “Gran Timonel” se venía protagonizando un espectacular giro hacia la capitulación al imperialismo yanqui y preparando el camino para el retorno al capitalismo.

La figura de Mao Tse-tung se hizo conocer a partir de octubre de 1949, cuando las fuerzas del partido-ejército guerrillero que él comandaba entraron victoriosas en Pekín. Aunque no era el programa inicial del PC chino, al calor de las movilizaciones revolucionarias se fue imponiendo la liquidación de los terratenientes y la entrega de la tierra a los campesinos. Se produjo la expulsión total del imperialismo, la expropiación de la mayor parte de la burguesía y la reorganización de toda la economía en forma planificada. Esas medidas socialistas, muchas de ellas semejantes a las que existían en la URSS, significaron la erradicación del enorme problema del hambre, la alfabetización y otras mejoras inmensas en las condiciones de vida del pueblo chino.


La atrasada China, a pesar de errores y bandazos, y la falta de libertades democráticas, fue dando grandes saltos en su desarrollo industrial y tecnológico. Estos fueron gigantescos logros, pero el PC Chino era una burocracia totalitaria que coincidía con las posiciones del “socialismo en un solo país” y la “revolución por etapas” del PC de la URSS y de Stalin: primero una etapa de “democracia” y unidad con la burguesía, y años después, en otro período histórico, el socialismo. A comienzos de los años 60 ambos países rompieron relaciones.

El Frente Popular

La relación entre Mao y la burocracia stalinista de la Unión Soviética no estuvo privada de desencuentros importantes. Sin embargo, en la línea central que el stalinismo desplegó durante la década del 30 (y que los partidos comunistas y maoístas siguen reivindicando hasta el día de hoy) primó un profundo acuerdo. Se trata de la idea, contraria a los pilares del marxismo, de que los partidos de trabajadores deberían buscar un sector burgués nacional progresivo o “democrático” con el que aliarse estratégicamente frente al imperialismo o al fascismo. Y no estamos hablando de una movilización específica, ni de un acuerdo militar, sino de formar gobiernos policlasistas, como etapa previa para terminar de desarrollar el capitalismo y la democracia como paso inevitable antes de la pelea por un gobierno de los trabajadores.

Esto fue llamado “Frente Popular”, y tuvo expresiones concretas en países como Francia y España. En China, tras la invasión japonesa de 1937, Mao adopta esa estrategia reconociendo al gobierno burgués de Chiang Kai-shek, con el que venía tiroteándose sistemáticamente. Tras la guerra triunfante contra Japón, en enero de 1946 se sella un acuerdo entre el Partido Comunista Chino (PCCH) y el Kuomintang (el partido de gobierno) para allanar un camino de paz social y gobierno de coalición. En ese momento, Mao controlaba territorios con más de cien millones de habitantes. Sin embargo, rápidamente Chiang Kai-shek se envalentona y rompe el acuerdo, atacando las zonas bajo control del PCCH. Meses pasan con el PCCH dubitando. Los campesinos pobres, impacientes, reaccionan con ocupaciones de tierras, y una enorme rebelión en el norte chino empuja la dirección del PCCH a dar la orden de avanzar con la repartición de tierras.

El ejército rojo, como abanderado de una revolución agraria que no propició pero que la realidad le puso por delante, derrota a Chiang Kai-shek. El desmoronamiento del ejército nacional y la fuga de Chiang Kai-shek a la isla que pasará a ser denominada como Taiwán, dará lugar en todo el territorio chino a un gobierno obrero y popular burocrático. Triunfó una enorme revolución que expropió a los grandes terratenientes, expulsó al imperialismo y traspasó el poder de la burguesía a la burocracia del PCCH. Con eso, se acabó la idea de un gobierno de Frente Popular en China. Sin embargo, la noción de colaboración de clases permanecerá.

Las contradicciones

Mao, ya a cargo del timón de la República Popular China, dedicará un importante tiempo a la elaboración de un aparato teórico y filosófico que respalde su accionar político. Esa elaboración no solo será tomada por los partidos maoístas, sino por una parte importante de la vanguardia de los años 60-70, e incluso por filósofos como Louis Althusser. Un pilar central será lo expresado en “Sobre el tratamiento de las contradicciones en el seno del pueblo” (1957). Allí Mao separa las contradicciones con el enemigo (primarias) y las contradicciones en el seno del pueblo (secundarias). La burguesía nacional, que continuaba su lucro fuertemente custodioda por el gobierno del PCCH, era considerada como un componente del pueblo. Y el pueblo, era todo lo que no fuera imperialismo y los grupos hostiles a la política del gobierno. Mao propiciaba “la política de unidad, crítica y educación respecto a la burguesía nacional”, dado que “bien tratada” la contradicción entre el proletariado y la burguesía podía no ser “antagónica y ser resuelta por métodos pacíficos”. Bajo estos lineamientos el proceso de expropiación y avance de la construcción del socialismo quedó estancado una vez estabilizada la situación tras la guerra civil.

Sin embargo, ésta política se trasladó incluso al propio imperialismo. Ante los desastres producto de la falta de una política económica centralizada planificada de forma democrática, con participación de los trabajadores y el pueblo; ante la falta del avance de la revolución mundial debido a la política stalinista de “construir el socialismo en un solo país”; y ante los choques con la URSS, el maoísmo giró a la búsqueda de acuerdos con Estados Unidos. A principios de la década del 70’, la contradicción con el imperialismo yanqui pasó a ser “secundaria” para el PCCH con tal de sostenerse en el gobierno. Esto, además, fue acompañado de políticas nefastas, como el respaldo al golpe militar de Pinochet en Chile. O, por otro lado, con la sanción en 1975 de una nueva constitución que garantizaba la propiedad privada de los medios de producción.

China otra vez capitalista

Es sobre la base de esta brusca marcha a la derecha que el gobierno del PCCH definió qué camino encarar tras la muerte de Mao. Den Xiaoping agarrará el timón iniciando un proceso de restauración capitalista que cuatro décadas después devino en una China completamente desigual, con ritmos de explotación esclavistas y profundamente subordinada a las multinacionales imperialistas. El PC chino sigue al día de hoy jugando ese rol bonapartista, de juez entre las partes, ahora entre las multinacionales y los nuevos grandes burgueses chinos (muchos provenientes del PCCH), y entre ellos y los trabajadores chinos.

Lo nuevo (un fenómeno sumamente progresivo) es que la clase trabajadora china empieza a levantar cabeza, pero esta vez no contra una invasión japonesa, o contra un partido burgués como el Kuomintang, sino contra el PCCH.

Principal y secundario
La teoría de las contradicciones principales y secundarias representó la justificación filosófica perfecta para la colaboración de clases en el mundo entero. El maoísmo argentino, el Partido Comunista Revolucionario, por ejemplo, en búsqueda del “burgués nacional progresivo” contra los sectores proimperialistas, en su momento se comió el verso de la “revolución productiva” y llamó a votar a Menem.

Y al día de hoy sigue siendo común escuchar a políticos de partidos patronales como el kirchnerismo diciendo que hay dejar de lado contradicciones secundarias (las políticas patronales de doce años de kirchnerismo) y poner todos los cañones contra las contradicciones principales (el gobierno macrista). Nuestro partido más bien llama a no confundir las cosas con abstracciones filosóficas. Estamos profundamente jugados a impulsar acciones unitarias, incluso con el kirchnerismo, contra las políticas de ajuste de Macri. Sin embargo, nunca olvidamos que lo principal, acá y en la China, es la construcción de una alternativa política que sostenga la independencia política de la clase trabajadora y que se proponga un gobierno de los trabajadores y el pueblo. Eso es lo estratégico, el horizonte al que nunca dejamos de apuntar, por eso combatimos el “vamos a volver” y construimos nuestro partido e impulsamos el Frente de Izquierda.

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