sábado, 16 de julio de 2016

Toda libertad en el arte


Este mes se cumplen setenta y seis años de la publicación 

del “Manifiesto por un arte revolucionario independiente” 

(1938). Escrito en colaboración entre Trotski y el poeta 

francés André Bretón.  Es un documento cuyo análisis de 

la sociedad todavía nos interpela y una ética para los 

artistas en cualquier sociedad explotadora.


Por Eduardo Mileo*

La sentencia de Marx sobre la literatura —que se podría extender al arte en general— es un diagnóstico de la explotación capitalista de la creatividad humana: “El escritor debe naturalmente ganar dinero para poder vivir y escribir, pero en ningún caso debe vivir para ganar dinero (…). El escritor no considera en manera alguna sus trabajos como un medio. Son fines en sí; son tan escasamente medios en sí para él y para los demás, que en caso necesario sacrifica su propia existencia a la existencia de aquéllos”.

Publicado en julio en 1938, el “Manifiesto por un arte revolucionario independiente”—firmado oficialmente por el poeta francés André Breton (Ver “El surrealismo y el derecho a la imaginación“) y el pintor mexicano Diego Rivera, pero en realidad escrito entre Breton y Trotski— ofrece una salida para ese diagnóstico: “Nunca será más oportuno blandir esta declaración contra quienes pretenden someter la actividad intelectual a fines exteriores a ella misma y (…) regir, en presuntas razones de Estado, los temas del arte. La libre elección de esos temas y la ausencia absoluta de restricción en lo que respecta a su campo de exploración constituyen para el artista un bien que tiene derecho a reivindicar como inalienable. (…) A quienes nos inciten a consentir (…) que el arte se someta a una disciplina que consideramos incompatible radicalmente con sus medios, les oponemos una negativa sin apelación y nuestra voluntad deliberada de mantener la fórmula: toda libertad en el arte”.


La burocratización del Estado soviético como consecuencia del triunfo de la contrarrevolución estalinista, los procesos de Moscú y la inminencia de la Segunda Guerra Mundial luego del triunfo del nazismo en Alemania son el caldo de cultivo de un retroceso civilizatorio que se expresará no sólo en la masacre de millones de personas y la destrucción de ciudades enteras, sino también en la absoluta regimentación del arte y las manifestaciones culturales. La cooptación de los artistas, la censura de las obras que no respondieran al ideal del Estado, cuando no la cárcel y la muerte, fueron los métodos con los que tanto Hitler como Stalin dieron forma a su estética.

Caído el muro de Berlín y globalizado el capital financiero, la actualidad no muestra un panorama más benévolo para el arte. La mercantilización de las obras, la cooptación estatal de los artistas mediante subsidios y su contrapartida en listas negras, la estética dictada por el capitalista que financia una exposición o una feria, las temáticas censuradas por los sponsors, son algunas de las versiones “democráticas” de aquellos métodos.

En la Argentina, la reciente creación del Ministerio de Cultura y de la Secretaría de Pensamiento Nacional, y la cooptación estatal de artistas mediante el Frente de Artistas y Trabajadores de la Cultura, por ejemplo, tienen la misma función: regimentar el pensamiento y la creación y ponerlos al servicio del Estado.

Como decía Marx, los artistas consideramos nuestra obra como un fin en sí mismo. Por eso defendemos la vigencia del “Manifiesto por un arte revolucionario independiente” —que era un llamado a la construcción de la Federación Internacional por un Arte Revolucionario e Independiente, la FIARI— que propone la unión de los artistas con la izquierda revolucionaria, la única que defiende su consigna central: “Toda libertad en el arte”. Como expresa el final del manifiesto:“La independencia del arte —por la revolución; la revolución —por la liberación definitiva del arte”.

*Eduardo Mileo
Eduardo Mileo nació en Buenos Aires el 4 de julio de 1953. Editó los libros Quítame estas cruces (Ediciones del Escuerzo, 1982), Tiendas de campaña (Trocadero, 1985), Dos épicas (junto a Alberto Muñoz, Filofalsía, 1987), Puerto depuesto (Último Reino, 1987), Mujeres (Último Reino, 1990; 2ª edición, Ediciones en Danza, 2005), Misa negra (Último Reino, 1992), Poema del amor triste (Ediciones en Danza, 2001), Poemas sin libro (Primer Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes, Ediciones en Danza, 2002), Muro con lagartos (Ediciones en Danza, 2004) y Poemas del sin trabajo (Ediciones en Danza, 2007), y el casete Mujeres (Circe/Último Reino, 1989), donde recita poemas del libro homónimo y otros. Junto a Alberto Muñoz es autor de la obra de teatro Misa negra. Junto al compositor Raúl Mileo ha editado los CD A boca de jarro e Irala, sueño de amor y de conquista. Fue miembro del Consejo Editorial de la revista de poesía La Danza del Ratón hasta su último número, en 2001. En el año 2000 recibió una beca nacional del Fondo Nacional de las Artes. Integró la Comisión Directiva de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA) desde 2003 hasta 2009
(Tomado de La Revista El Otro) 

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