sábado, 2 de mayo de 2015

Un crimen del capitalismo: Miles de inmigrantes mueren en el Mediterráneo



Por: Miguel Lamas 
El Socialista

En una sola semana, entre el domingo 12 y el sábado 17 de abril, más de 1100 personas (hombres, mujeres y niños, migrantes africanos), murieron ahogados en el Mediterráneo. Embarcados en pequeños barquitos, sin elementos mínimos de seguridad, y controlados por mafias que le cobran 1000 dólares por el viaje y el “ingreso” a la Unión Europea, viajaban de Libia a Italia, cuando sus barcos se hundieron. El hecho, más que un accidente, es un crimen capitalista.

En octubre de 2013 conmovió el hundimiento de otro barquito en el que se ahogaron 366 inmigrantes. Los jefes de Estado y políticos patronales europeos afirmaron entonces que “tomarían medidas” para que esto no volviera a ocurrir. Pero el año 2014 fue el más mortífero, fueron 3500 los muertos y desaparecidos, cinco veces más que el año pasado.

Este aumento de víctimas se corresponde con el aumento del flujo migratorio y con una política criminal de la Unión Europea, centrada en impedir que lleguen a Europa, ante que en salvarlos. El número de personas que intentan atravesar el Mediterráneo ha aumentado considerablemente. Eran más de 200.000 en 2014 según el HCR (High Commissioner for Refugees o Alta Comisaría para los Refugiados), el triple que en el 2011.


Hambre y guerras

Los migrantes huyen del hambre, la extrema miseria y las guerras, como las de Somalía, Siria, Libia, Yemen, Sudán del Sur, países donde sufren todo tipo de violencia.

Tanto la extrema miseria como las guerras no son ciertamente una “fatalidad”, culpa de la “anarquía árabe o africana” o de los “fudamentalismos”, como interpretan ciertos medios europeos. La principal causa de las guerras y la extrema miseria es el neocolonialismo europeo, el saqueo continuo de las riquezas naturales africanas, tanto de sus minerales, oro, plata, diamantes, coltan (mineral básico para la modera electrónica que se extrae fundamentalmente del Congo), como de la nueva agroindustria transnacional con cultivos para exportación, como café, cacao, soja. Y por otra parte, las guerras im- perialistas, bombardeos e invasiones yanquis con apoyo europeo en Irak, Siria, Somalía, que provocaron ma- sacres y profundas crisis.

Nueva colonización agraria

En los últimos años el aumento del precio de los alimentos transformados en nuevos objetos de inversión capitalista especulativa dio lugar a la apropiación a gran escala de tierras en Africa (compra o arrendamientos por 50 años por estados extranjeros y multinacionales) que han destruido sistemas agrícolas tradicionales, se adueñaron de las tierras fértiles y expulsaron a los campesinos a los cinturones de miseria urbana, para producir en gran escala cultivos de exportación. Desde el 2008 se compraron, según el Banco Mundial, más de 30 millones de hectáreas de las mejores tierras en Africa que, según Global Land Project, ascienden a 63 millones de hectáreas. En el Congo, un 48% de su territorio agrícola está en manos de inversionistas extranjeros. En Mozambique, hay más de diez millones de tierras arrendadas.

Es este saqueo de sus recursos, ejercido en primer lugar por las antiguas potencias imperialistas europeas, el que produce el hambre, la miseria, la falta de trabajo y de alimentos, y obliga a la migración desesperada de centenares de miles de africanos. Es el capitalismo y el imperialismo, los que producen este desastre. Terminar de raíz con esta situación requiere una verdadera independencia de los países Africanos, expulsando a las transnacionales y recuperando plenamente el dominio de sus recursos naturales para sus pueblos.

¿La culpa es de las mafias?


La Unión Europea afirma que el problema es que hay que combatir a las mafias, que son las que, según ellos, causan estos desastres. Pero el problema básico es que las mafias no podrían trasladar a nadie en sus barquitos, si se permitiera la libre migración de personas. Por el precio que cobran los mafiosos, cualquiera podría viajar en avión desde cualquier país africano.

La ilegalidad causa además la explotación en condiciones de semiesclavitud en Europa. Por eso, aun cuando no solucione el problema estructural que causa la migración, la libre migración es una demanda básica, que implica también plenos derechos laborales, políticos y sociales en los países a los que llegan. El movimiento obrero europeo tiene que romper la trampa de la xenofobia, que divide a los trabajadores en “nacionales”, “extranjeros” e “ilegales”, permitiendo a los capitalistas bajar salarios, degradar condiciones laborales y explotarlos más a todos, para luchar por legalización de los sin papeles, libre migración e igualdad de derechos.

Africa devastada por el capitalismo

Desde el origen del capitalismo en Europa, Africa fue un continente devastado. En primer lugar, con el comercio de esclavos. Desde el siglo XVII fueron trasladados en los barcos negreros a América. Se calcula que más de 30 millones de personas fueron secuestradas y arrancadas de sus tierras, donde gran parte murió en los viajes en bodegas de barcos, encadenados y en condiciones de espanto.

Junto con la explotación de indígenas americanos, también de la India, la explotación de los esclavos negros fue la base para la acumulación primitiva del capitalismo europeo y yanqui. Esto ya fue advertido por Carlos Marx: “La esclavitud directa es el fundamento de nuestro industrialismo actual, al igual que las máquinas, el crédito, etcétera. Sin esclavitud no tendríamos algodón, sin algodón no tendríamos industria moderna” (carta de Marx a Anñenkov, Marx y Engels, América Latina, Pasado y Presente, pag. 152). Además del algodón, y antes el azúcar producida por los esclavos negros en Haití, fue la base del desarrollo capitalista de Francia. Después, en los siglos XIX y XX, el imperialismo moderno con sus economías de saqueo de minerales y grandes plantaciones, como las de caucho, se repartió Africa y destruyó su economía agraria en gran medida, practicando una explotación esclavista.

Este saqueo prosiguió después de la independencia de los países africanos, lograda desde la Segunda Guerra Mundial. El imperialismo se apoyó en gobiernos serviles dictatoriales para imponer un semicolonialismo como en Latinoamérica, pero aún más violento. Los líderes que intentaron una independencia real fueron asesinados, como Patrice Lumumba en el Congo, mientras fuerzas de intervención, tanto bajo la forma de cascos azules de la ONU, o sin ese disfraz, especialmente de Francia, actuaron en respaldo de sus multinacionales. En los últimos años la modalidad principal fue la contratación de mercenarios para defender los territorios ocupados especialmente por las transnacionales mineras.

M.L.

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