Por: José Bodas
Hace pocos días se clausuró el I Congreso de la Clase Obrera. Ese pomposo nombre no refleja realmente el carácter del evento. El acto de cierre del evento convocado por la Central Bolivariana Socialista de los Trabajadores, central sindical gobiernera, fue más desabrido que una chayota, insulso, no había ni una pancarta genuina, hecha a mano, con consignas de lucha, reflejando los distintos conflictos que miles de trabajadores desarrollan en este momento. El acto lo encabezaban el Presidente Maduro y sus ministros, a quienes hacían coro un séquito de ministros y funcionarios, con caras largas, y los mismos burócratas sindicales de siempre, militares a granel, obreros disfrazados de milicianos. Se podían ver muchos claros en las graderías, espacios vacíos que muestran que la clase obrera ya no cree en discursos repetitivos que no dan respuestas a sus necesidades más urgentes. No estaban los trabajadores de Suramericana de Soplados, que luchan por sus puestos trabajo; ni los de la empresa estatal Canteras Cura, que tienen tomada la planta. No había ni un sidorista, los cuales acaban de dar una larga pelea por su contrato colectivo.
La nota discordante la dio el propio presidente Maduro. Saliéndose de sus casillas increpó a un grupo de trabajadores que en medio del evento, se levantó con intenciones de retirarse del Poliedro. Chávez también hizo esos desplantes, pero con la diferencia de que Maduro no tiene ni remotamente el liderazgo que tenía el Presidente fallecido. El discurso de Maduro fue errático, sin ejes claros. En sus inicios dirigió sus ataques a los sectores que dentro del chavismo y del movimiento sindical vienen haciendo críticas al gobierno y al Psuv. Incapaz de utilizar sus propios recursos políticos, tuvo que utilizar un video de Chávez.
Anunció una larga lista de leyes y nuevas instancias burocráticas, supuestamente para enfrentar el burocratismo.
Nada se dijo sobre la necesidad de un aumento general de salarios; nada sobre los miles de despidos y suspensiones de empresas, avalados en muchos casos por las Inspectorías del Trabajo. Ni una palabra sobre los contratos sin discutir o a los que se les viola las cláusulas, como es el caso del petrolero. Nada se dijo sobre la inflación y la escasez. Definitivamente fue un acto que no tuvo nada que ver con las necesidades y urgencias de la clase trabajadora.
En un pasaje del evento, Maduro hizo referencia a la necesidad de enfrentar el sectarismo en las filas de la clase obrera. Con esto, lo que quería era justificar la alianza que la burocracia sindical roja, rojita, agrupada en Fentrasep, encabezada por el burócrata Franklin Rondón, antiguo militante de Copei, hiciera con Fedeunep de Antonio Suárez, ligado a AD. Esto también servía para encubrir los acuerdos que por debajo de cuerda ha establecido el gobierno con Manuel Cova para legitimar a la CTV.
El cierre del congreso se puso en evidencia la total falta de autonomía sindical. El propio presidente Maduro, el principal patrono del país, sometió a votación lo acordado en un evento, que se supone es de la clase obrera. Lo único concreto que acordó el congreso fue el aumento de la gasolina y la constitución de las milicias obreras. Que fueron sometidas a votación con la intención de hacer creer que los trabajadores están de acuerdo con dos medidas que atentan contra sus propios intereses. La verdad es que la mayoría de los trabajadores y el pueblo están en contra del aumento de la gasolina, porque saben que esto tendrá repercusión inmediata en el costo de la vida. Por otra parte, las Milicias son un aparato represivo que puede emplearse para enfrentar cualquier huelga o lucha en las empresas del Estado, su función es perseguir a los luchadores. Unas verdaderas milicias obreras deben ser autónomas del gobierno y dirigidas y controladas por las organizaciones propias de los trabajadores, como los sindicatos.
Lo otro que se aprobó fue convocar el próximo año a un seminario internacional para discutir la crisis del capitalismo, evento que serviría para traer a algunos burócratas sindicales aliados, y montar un gran evento propagandístico para hacer creer que el país marcha el socialismo, mientras se sigue aplicando un ajuste capitalista en toda la línea, en acuerdo con los empresarios agrupados en Fedecámaras y Empreven.
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