El mal llamado socialismo del siglo XXI muestra ahora su verdadera faz. Anaqueles vacíos, escasez de alimentos básicos de la dieta de los venezolanos, devaluación e inflación galopante. Una crisis social se incuba en las colas a las puertas de los supermercados. Una gran indignación cruza todo el tejido social del país. La grave crisis económica se troca en crisis social, en la medida en que el gobierno es incapaz de darle respuesta a la escasez y la inflación.
¿Por qué un país petrolero y rico como Venezuela atraviesa esta situación?
Esa es la pregunta que miles de trabajadores, habitantes de las comunidades populares de las ciudades y el campo, se están haciendo. Sobre todo, después de que durante 14 años se les dijo que íbamos camino al socialismo; que de esta forma enfrentábamos al capitalismo y a la oligarquía. Que se lograría “la mayor suma de felicidad”.
El pasado año el gobierno echó la casa por la ventana, aumentando de manera desmedida el gasto público con fines electorales. Con Chávez enfermo y el desgaste progresivo de su gobierno, sabían que la tenían difícil, por ello se jugaron el todo por el todo, y dejaron las arcas vacías. El gasto en importaciones fue el más alto de los últimos 15 años superando los 73 mil millones de dólares. Se importaron alimentos a granel. Por primera vez en más de una década, se acometió un agresivo plan de construcción de viviendas. Todo con el objetivo de garantizar los votos suficientes para que Chávez se reeligiera. Pasadas las elecciones de octubre y de abril, la realidad de desabastecimiento e inflación, se ha puesto al descubierto. Se esfumó la ilusión de bonanza, favorecida por más de una década de elevados precios petroleros, los cuales aseguraban el gasto público para mantener la clientela electoral.
El falso socialismo del siglo XXI no tiene ningún futuro. Este modelo nacionalista burgués fracasó. La escasez, la inflación, y hasta el cobro de las viviendas, así lo evidencian. No negamos que muchos empresarios y comerciantes inescrupulosos han acaparado productos y elevado exorbitantemente el precio de otros. En medio de la crisis que padecemos, estos personajes aprovechan para acaparar y especular, pescando en río revuelto, pero esta no es la causa última y estructural que explica la grave situación que hoy padece el pueblo venezolano. Lo que está sucediendo es muy sencillo. El gobierno, primero con Chávez y ahora con Maduro, fue incapaz de desarrollar la producción agrícola, ganadera y agroindustrial. Los principales grupos económicos del sector alimenticio siguen controlando la mayor parte de la producción y la distribución, ejemplo de ello, el Grupo Polar y Alfonzo Rivas y cía.; no se impulsó una reforma agraria a fondo en todo el país, apoyándose en los campesinos pobres y sin tierras; por el contrario, se impulsaron proyectos absurdos que no tienen nada que ver con el socialismo, como los gallineros verticales, el trueque, las siembras urbanas, las cooperativas, los núcleos de desarrollo endógeno, que fracasaron estrepitosamente, hoy nadie se acuerda de ellos. Las empresas y fincas adquiridas por el gobierno, puestas en manos de burócratas corruptos, no producen o lo hacen a un nivel menor a su capacidad instalada, como es el caso de las empresas de procesamiento de harina de maíz Proarepa y Pronutricos, que desde el año 2010 están en manos estatales. En este rubro, el gobierno posee 8 plantas, incluyendo las mencionadas, que corresponden al 42% de la capacidad instalada, pero ninguna produce al 100%. Otro lamentable ejemplo es Agropatria, adquirida por el gobierno y hoy sumida en la crisis y la baja producción. Esto se reproduce en otros sectores de la industria, donde el gobierno ha incursionado comprando empresas a propietarios privados. Triste ejemplo de ello son las empresas briqueteras y Tavsa (productora de tubos para la industria petrolera), “expropiadas” en el 2008, y las cuales pasaron 4 años sin producir, y aún no alcanzan el nivel de producción de hace 5 años atrás, cuando fueron adquiridas. Por otra parte, en todas estas empresas nacionalizadas, el gobierno despidió a un gran número de trabajadores, pero además, desconoció los contratos colectivos y liquidó los sindicatos autónomos, que terminaron siendo sustituidos, en muchos casos, por consejos de trabajadores, impuestos desde las gerencias.
Lo cierto es que miles de activistas obreros y de las comunidades, jóvenes luchadores que de buena fe creyeron en el proyecto de Chávez, muchos de los cuales enfrentaron el golpe y el paro del 2002, ven con estupor e incredulidad, como el gobierno se sienta con Lorenzo Mendoza, magnate de la Polar, y con el rabo entre las piernas, le pide que haga un sacrificio en aras de la alimentación del pueblo, porque ellos fueron incapaces de garantizar la comida a la familia de los trabajadores venezolanos. Ahora el gobierno desesperado por la bomba de tiempo social que significan la escasez y la inflación, sale corriendo a sentarse con toda la patronal; con los mismos empresarios que hasta ayer ellos decían que habían desatado un sabotaje y una guerra económica. En realidad, con estos hechos, están reconociendo su responsabilidad y la estafa que durante 14 años desarrollaron.
¿Qué hubiera hecho un verdadero gobierno socialista en estos 14 años?
Un gobierno verdaderamente socialista y revolucionario hubiera discutido e instrumentado un Plan Nacional Económico y Social con todas las organizaciones obreras, campesinas, comunitarias, universidades y centros de investigación. Ese plan debería contemplar que todos los grandes grupos económicos, especialmente del sector alimenticio, pasaran a ser gestionados por sus trabajadores, profesionales y técnicos, con buenos contratos y excelentes salarios y beneficios, respetando la autonomía de sus sindicatos. Impulsado una agresiva reforma agraria, en conjunto con las organizaciones campesinas, liquidando el latifundio, dándoles tierra a los campesinos pobres, apoyando con tecnología y créditos a las unidades de producción en el campo. Todo esto debería partir de colocar el petróleo 100% en manos estatales, bajo gestión de los obreros y técnicos, sin transnacionales ni empresas mixtas, para utilizar sus cuantiosos recursos en salud, educación, jubilaciones, salarios, contratos colectivos, desarrollo industrial, inversión y reimpulso de las empresas básicas de Guayana, las cuales también debían estar bajo control democrático de sus trabajadores. Por ello, el Partido Socialismo y Libertad ha venido planteando con absoluta transparencia por qué el socialismo del siglo XXI no es socialismo ni nada que se le parezca. Ciertamente es necesario hacer una revolución socialista en nuestro país, y que los trabajadores y el pueblo sean gobierno. Pero para ello es fundamental construir un verdadero partido revolucionario y socialista, que luche en todos los terrenos por las reivindicaciones más sentidas del pueblo y los trabajadores, que se erija en alternativa de poder frente al gobierno del Psuv, los burócratas rojos, rojitos y la boliburguesía, enriquecida al amparo de la renta petrolera, pero también frente a la MUD, sus partidos y Capriles, los cuales ya gobernaron en el pasado puntofijista, entregados de pies y manos al imperialismo.
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