Leon Trotsky
El ataque fue de madrugada, alrededor de las cuatro.
Yo estaba profundamente dormido, ya que había tomado un somnífero después de un
día de trabajo duro. Me despertó el tableteo de una ametralladora. Pero me
sentía muy soñoliento; primero pensé que estaban prendiendo fuegos artificiales
frente a mi casa, celebrando alguna fiesta nacional. Pero las explosiones
estaban muy cerca; las sentía dentro de la habitación, al lado y por encima de
mí. El olor de la pólvora se hizo más fuerte, más penetrante. Era evidente;
sucedía lo que habíamos esperado siempre; nos atacaban. ¿Dónde estaban los
policías que hacían guardia en la puerta? ¿Estaba adentro mi custodia? ¿Los
habían amordazado? ¿Secuestrado? ¿Matado? Mi esposa ya había saltado de la
cama. El tiroteo continuaba sin cesar. Mi esposa después me contó que me ayudó
a tirarme al suelo, empujándome al espacio que queda libre entre la cama y la
pared. Era cierto. Se había quedado dando vueltas junto a mí, al lado de la
pared, como para protegerme con su cuerpo. Pero con murmullos y gestos la
convencí de que se tirara al suelo. Los tiros venían de todas partes; era
difícil decir exactamente de dónde. En determinado momento mi esposa, como me
dijo luego, pudo distinguir claramente el resplandor que produce un arma al tirar; en consecuencia, nos disparaban
desde la misma habitación, aunque no podíamos ver a nadie. Mi impresión es que
se tiraron alrededor de doscientos tiros, de los cuales unos cien cayeron cerca
de nosotros. En todas direcciones volaban trozos de vidrio de las ventanas y
astillas de las paredes. Poco después sentí que tenía dos heridas leves en la
pierna derecha.
Cuando se acalló el tiroteo oímos a nuestro nieto que
gritaba en la habitación de al lado: "¡Abuelo!" La voz del niño
sonando en la oscuridad es el recuerdo más trágico que tengo de esa noche. El
niño, luego de que los primeros tiros cruzaron diagonalmente su lecho (como lo
demuestran las marcas que quedaron en la puerta y la pared), se tiró debajo de
la cama. Uno de los asaltantes, aparentemente llevado por el pánico, tiró al
lecho, la bala atravesó el colchón, golpeó a nuestro nieto en el pulgar y se
clavó en el suelo. Los asaltantes tiraron dos bombas incendiarias y abandonaron
la habitación. Gritando "¡abuelo!", los siguió hasta el patio,
dejando tras de él una estela de sangre y, bajo el tiroteo, se metió en la
habitación de uno de los guardias.
Al escuchar el grito del niño, mi esposa llegó hasta su
pieza, ya vacía. Adentro, se estaban incendiando el suelo, la puerta y un
pequeño armario. "Secuestraron a Seva", le dije. Este fue el momento
más doloroso. Continuaban los tiros, pero ya fuera de nuestro dormitorio, en el
patio o fuera de la casa. Aparentemente los terroristas se estaban cubriendo
la retirada. Mi esposa se apresuró a ahogar las llamas con una frazada. Estuvo
luego una semana curándose las quemaduras.
Aparecieron entonces dos miembros de nuestra custodia, Otto
y Charles, que durante el ataque habían quedado separados de nosotros por el
tiroteo. Confirmaron que los asaltantes debían de haberse escapado, ya que no
se veía a nadie en el patio. Robert Sheldon Harte, que hacía la guardia de
noche, había desaparecido. Los dos automóviles no estaban. ¿Porqué el silencio
de la policía que hacía la guardia afuera? Los habían amordazado los asaltantes
mientras gritaban; "¡Viva Almazán!"[1][2] Esa fue la
historia que contaron los policías amarrados.
Al día siguiente mi esposa y yo nos convencimos de que los
asaltantes habían tirado sólo a través de las ventanas y de las puertas y de
que nadie había entrado a nuestra habitación. Sin embargo, el análisis de la
trayectoria de las balas demuestra irrefutablemente que ocho tiros que
golpearon la pared frente a las dos camas y agujerearon ambos colchones en
cuatro lugares, igual que las huellas que quedaron en el suelo bajo las camas,
sólo podrían haber sido disparados desde adentro del dormitorio. También lo
demuestran los cartuchos vacíos encontrados en el suelo y el borde de una
frazada quemada en dos lugares.
¿Cuándo entró el terrorista a nuestro dormitorio? ¿Fue en la
primera parte de su operativo, antes de que nos despertáramos? ¿O por el
contrario, fue al final, cuando estábamos tendidos en el suelo? Me inclino por
esta última suposición. Luego de haber tirado a través de las puertas y
ventanas varias descargas contra las camas, y al no oír gritos ni quejidos, los
asaltantes tenían todas las razones para suponer que habían tenido éxito en su
cometido. Uno de ellos puede haber entrado a la habitación a último momento
para dar un vistazo final. Es posible que en las mantas y almohadas todavía
quedara la forma de los cuerpos. A las cuatro de la mañana la habitación estaba
a oscuras. Mi esposa y yo nos quedamos inmóviles y callados en el piso. Antes
de dejar el dormitorio, el terrorista que entró a verificar que la tarea estaba
cumplida puede haber disparado unos cuantos tiros a nuestras camas "para
dejar su conciencia limpia".
Sería demasiado tedioso analizar aquí en detalle las
distintas leyendas, producto de la ignorancia y la malignidad, que sirvieron
directa o indirectamente de base a la teoría del "auto asalto". La
prensa informa que mi esposa y yo no estábamos en nuestro dormitorio la noche
del asalto; El Popular (periódico de
Toledano, aliado de los stalinistas) se explayaba respecto
a mis "contradicciones": según una versión, yo me habría
arrastrado hasta un rincón de la habitación, según otra me tiré al suelo,
etcétera. No hay una palabra de verdad en todo esto. Todas las habitaciones de
nuestra casa están ocupadas de noche por distintas personas, salvo la
biblioteca, el comedor y mi estudio. Pero los asaltantes pasaron precisamente
por estas habitaciones y no nos encontraron allí. Estábamos durmiendo donde lo
hacemos siempre, en nuestro dormitorio. Como ya lo dije, me tiré al suelo en un
rincón de la habitación: inmediatamente se me unió mi esposa.
¿Cómo nos salvamos? Obviamente, gracias a una afortunada
casualidad. Las camas estaban bajo un fuego cruzado. Tal vez los asaltantes
tenían miedo de herirse entre ellos e instintivamente tiraban más alto o más
bajo de lo debido. Pero ésta es sólo una conjetura sicológica. Es posible
también que mi esposa y yo hayamos ayudado a la casualidad al no perder la
cabeza y quedarnos quietos en el suelo pretendiendo estar muertos en lugar de
correr por la pieza, gritar pidiendo auxilio cuando era inútil hacerlo, o al no
tirar puesto que no tenía sentido.
A los que no están debidamente informados les puede parecer
incomprensible que la camarilla de Stalin me exilie primero y luego intente
matarme en el extranjero. ¿No hubiera sido más simple matarme en Moscú, como a
tantos otros?
La explicación es la siguiente: en 1928, cuando fui
expulsado del partido y exiliado al Asia central, todavía era imposible hablar,
no digamos de fusilamientos, ni siquiera de arrestos. Toda la generación con la
que viví la Revolución de Octubre y la guerra civil aún estaba con vida. El
Buró Político se sentía rodeado por todos lados.
En Asia central pude mantenerme en contacto directo con la
Oposición. En estas condiciones, Stalin, después de vacilar durante un año,
decidió apelar al exilio en el extranjero considerándolo el mal menor.
Pensaba que Trotsky, aislado de la URSS,
privado de aparato y recursos materiales, se vería reducido a la impotencia.
Además, Stalin suponía que, después de haberme difamado ante todo el país, el
gobierno amigo de Turquía me haría volver a Moscú y allí ajustaría finalmente
las cuentas conmigo.
Los acontecimientos demostraron, sin embargo, que se puede
participar en la vida política sin contar con aparato ni recursos materiales.
Con la ayuda de jóvenes amigos senté las bases de la Cuarta Internacional, que
se está forjando lenta pero persistentemente. Los juicios de Moscú de 1936 a
1937 se montaron para obtener mi deportación de Noruega, es decir para tenerme
realmente en manos de la GPU. Pero no lo lograron. Llegué a México. Me
informaron que Stalin admitió varias veces que mi exilio al extranjero fue
"un gran error". No hay otra manera de rectificar el error que apelar
a un acto terrorista.
En estos últimos años la GPU destruyó a muchos cientos de
amigos míos, incluyendo a miembros de mi familia que están en la URSS. En
España mataron a mi ex secretario Erwin Wolff y a muchos de mis correligionarios
políticos; en París mataron a mi hijo León Sedov, al que los asesinos
profesionales de Stalin persiguieron durante dos años.[2][3]
En Lausana la GPU mató a Ignacio Reis, que la había abandonado y se había unido
a la Cuarta Internacional. En París los agentes de Stalin asesinaron a otro de
mis ex secretarios, Rudolf Klement, cuyo cuerpo se encontró en el Sena con la
cabeza, las manos y las piernas cortadas. Esta lista podría continuar
interminablemente.
En México ya hubo un intento obvio de asesinarme a través de
un individuo que apareció en mi casa con recomendaciones falsas de una
prominente figura política. Fue después de este incidente, que alarmó a mis
amigos, que se tomaron medidas de defensa más serias: guardias diurnas y
nocturnas, sistemas de alarma, etcétera.
Después de la participación activa y verdaderamente asesina
de la GPU en los acontecimientos españoles, recibí muchas cartas de mis
amigos, principalmente desde Nueva York y París, informándome que estaban
enviando agentes de la GPU a México desde Francia y Estados Unidos. En el
momento oportuno transmití a la policía mexicana los nombres y las fotografías
de algunos de estos caballeros. El estallido de la guerra agravó todavía más la
situación a causa de mi lucha irreconciliable contra la política exterior e
interna del Kremlin. Mis declaraciones y artículos sobre el desmembramiento de
Polonia, la invasión a Finlandia, la debilidad del Ejército Rojo encabezado por
Stalin, etcétera, se reprodujeron en todos los países del mundo, en decenas de
millones de ejemplares. Aumenta el descontento dentro de la URSS. Su condición
de ex revolucionario le hace recordar a Stalin que la Tercera Internacional era
incomparablemente más débil a comienzos de la guerra anterior de lo que lo es
hoy la Cuarta Internacional. El desarrollo de la guerra puede dar un poderoso
impulso a la Cuarta Internacional, incluso dentro de la misma URSS. Por eso
Stalin no puede haber dejado de ordenar a sus agentes que terminen conmigo lo
antes posible.
Los hechos conocidos por todos y las consideraciones
políticas generales, en consecuencia, demuestran sin dejar lugar a dudas que la
organización del atentado del 24 de mayo sólo puede ser obra de la GPU. Sin
embargo, no faltan hechos que complementan esta evidencia.
1. Pocas semanas antes del atentado la prensa mexicana
estaba plagada de rumores sobre una concentración de gente de la GPU en México.
Mucho de lo que se decía en estos artículos era falso. Pero la esencia era
correcta.
2. Es notable la técnica excepcional con que se realizó el
asalto. El asesinato falló a causa de unos de esos accidentes que pueden
suceder en cualquier guerra. Pero la preparación y la ejecución del atentado
asombran por su concepción, su planificación y su eficiencia. Los terroristas
están familiarizados con la disposición de la casa y sus movimientos internos;
están equipados con uniformes policiales, armas, sierras eléctricas, sogas para
escalar, etcétera. Consiguen amordazar a la policía estacionada afuera,
paralizan a los guardias que están adentro encarando el tiroteo con una
correcta estrategia, penetran en la habitación de la pretendida víctima, hacen
fuego impunemente de tres a cinco minutos, tiran bombas incendiarias y
abandonan la escena sin dejar huellas. Tal empresa supera los recursos de un
grupo que se mueve por su cuenta. Son evidentes aquí la tradición, el
entrenamiento, los grandes recursos y la cuidadosa selección de los ejecutantes.
Este es trabajo de la GPU.
3. El intento de orientar la investigación por carriles
falsos, que formaba parte del plan del atentado, está perfectamente de acuerdo
con el sistema con que trabaja la GPU. Mientras amordazaban a los policías los
asaltantes gritaron "¡Viva Almazán!". Estos gritos artificiales y
fraudulentos proferidos a la noche ante cinco policías, tres de los cuales
estaban dormidos, perseguían simultáneamente dos objetivos: distraer, aunque
sólo fuera por unos días o unas horas, de la atención de la investigación
subsiguiente a la GPU y su agencia en México, y comprometer a los partidarios
de uno de los candidatos presidenciales. Matar a un enemigo haciendo recaer a
la vez sospechas sobre otro: ése es el método clásico de la GPU, más
exactamente de su inspirador Stalin.
4. Los atacantes traían varias bombas incendiarias, dos de
las cuales fueron arrojadas en la habitación de mi nieto. En consecuencia, su
intención no sólo era asesinar sino provocar un incendio. Puede ser que su
objetivo haya sido la destrucción de mis archivos. El único interesado en
ellos es Stalin, ya que me son muy valiosos en mi lucha contra la oligarquía de
Moscú. Con ayuda de mis archivos pude, particularmente, denunciar las farsas
jurídicas de Moscú. El 7 de noviembre de 1936 la GPU, corriendo grandes
riesgos, ya había logrado robar parte de mis archivos de París. No los olvidó
la noche del 24 de mayo. Las bombas incendiarias por lo tanto son algo así como
la tarjeta de visita de Stalin.
5. La división del
trabajo entre los asesinos secretos y los "amigos" legales es
sumamente característica de los crímenes de la GPU; mientras se preparaba el
asalto y se conspiraba clandestinamente se encaraba una calumniosa campaña con
el objetivo de desacreditar a la pretendida víctima. Esta división del trabajo
continúa después de perpetrado el crimen; los terroristas se esconden mientras
sus testaferros, abiertamente, intentan orientar la atención de la policía en
una dirección falsa.
6. Finalmente, es imposible no tomar en consideración las
reacciones de la prensa mundial; los periódicos de todas las tendencias dan
abierta o tácitamente por sentado que el asalto fue obra de la GPU; solamente
la prensa subsidiada por el Kremlin, cumpliendo sus órdenes, defiende una
versión opuesta. ¡Esto constituye una evidencia política irrefutable!
En la mañana del 24 de mayo los principales jefes de la
policía solicitaron mi colaboración para la solución del crimen. El coronel
Salazar y diez de sus agentes me citaron y me pidieron distintos informes de la
manera más amistosa. Mi familia, mis colaboradores y yo hicimos todo lo que
estaba en nuestras manos.
El 25 o el 26 de mayo dos agentes de la policía secreta me
dijeron que la investigación estaba bien encaminada y que ya "se había
probado que se trató de un intento de asesinato". Me quedé estupefacto.
Después de todo, ¿todavía hacía falta demostrar eso? Me preguntaba contra quién precisamente tenía que
demostrar la policía que el atentado era un atentado. De todos modos, hasta la
tarde del 27 de mayo la investigación, hasta donde yo puedo juzgar, estaba
dirigida contra los asaltantes desconocidos y no contra las víctimas del
asalto. El 28 de mayo le transmití al coronel Salazar algunas evidencias que,
como lo demostró la tercera etapa de
la investigación, eran muy importantes. Pero entonces estaban todavía en la segunda etapa, de la cual yo no tenía ni
sospechas, es decir, la investigación se dirigía en contra de mi persona y de
mis colaboradores.
El 28 de mayo se preparó y tuvo lugar un vuelco total y
abrupto en la orientación de la investigación y la actitud de la policía hacia
los míos. Inmediatamente nos vimos rodeados de una atmósfera hostil. Nos
preguntábamos qué pasaba. Este vuelco no se podía haber dado porque sí. Debía
haber razones concretas y de peso. No había una sombra siquiera de hechos o
datos que justificaran ese cambio en la investigación. No puedo encontrar otra
explicación que la monstruosa presión ejercida por la GPU y todos sus
"amigos". Tras las bambalinas se dio un verdadero coup d'état. ¿Quién lo dirigió?
Hay un hecho que puede parecer insignificante pero que
merece la atención más seria: El Popular
y El Nacional publicaron el 27 de mayo por la mañana una historia
idéntica, "El señor Trotsky se contradice", que me atribuye
contradicciones al informar sobre mis actividades durante la noche del 24 y en
el momento mismo del ataque. La historia, que en esos momentos llenos de
ansiedad me pasó totalmente desapercibida, era desde el principio al final un
burdo invento. ¿Quién le dio esta historia a los periódicos "de
izquierda"?. ¡Esta cuestión es de capital importancia! Citaban como fuente
a "observadores" anónimos.
¿Quiénes son estos
"observadores"? ¿Qué observaron y dónde? Es evidente que el objetivo de esta historia era preparar y
justificar, ante los círculos gobernantes, donde se leen mucho esos periódicos,
el vuelco hostil de la investigación en
contra de mí y de mis colaboradores.
El examen de este particular episodio
indudablemente aclararía muchas cosas.
Se interrogó a dos servidoras de nuestra casa por primera
vez el 28 de mayo, es decir, cuando ya estábamos en medio de ese clima hostil y
la policía se orientaba hacia la teoría del auto asalto. Al día siguiente, el
29, citaron de nuevo a ambas mujeres y las llevaron a las cuatro de la tarde a
Vía Madera (Guadalupe), donde las interrogaron hasta las once de la noche
dentro del edificio y desde las once de la noche hasta las dos de la mañana en
el patio a oscuras, dentro de un automóvil. No se tomaron actas. Las trajeron a
casa alrededor de las tres de la mañana. El día 30 un agente de policía se
apareció en la cocina con un acta ya preparada y las dos mujeres la firmaron
sin leerla. El agente se fue de la cocina un minuto después. Cuando las mujeres
se enteraron por los periódicos de que se había arrestado a mis secretarios
Charles y Otto en base al testimonio que ellas habían dado, declararon que no
habían dicho absolutamente nada que justificara ese arresto.
¿Por qué se arrestó a estos miembros de mi custodia y no a
los demás? Porque Otto y Charles eran nuestro contacto con las autoridades y
con los pocos amigos que tenemos en la ciudad. Al preparar el golpe en contra
de mi persona, los magistrados investigadores decidieron antes que nada aislar
completamente nuestra casa. El mismo día se puso bajo arresto a un mexicano,
S., y a un checo, B., jóvenes amigos que nos habían visitado para expresamos su
simpatía. El objetivo de los arrestos era obviamente el mismo, interrumpir
nuestras conexiones con el mundo exterior. A los miembros de mi custodia
arrestados se les exigió que "en un cuarto de hora" confesaran que
fui yo quien les ordenó llevar a cabo el "auto asalto". No pretendo
en absoluto exagerar la importancia de estos episodios o hacerlos aparecer
como una tragedia. Me interesan únicamente desde el punto de vista de la
posibilidad de denunciar esas fuerzas que, entre bastidores, pudieron producir
en el curso de veinticuatro horas un vuelco casi mágico en la orientación de la
investigación, en cuyo curso todavía hoy influyen.
El jueves 30 de mayo, cuando se interrogó a B. en Vía
Madera, todos los agentes partían de la teoría del autoasalto y se condujeron
insolentemente conmigo, mi esposa y mis colaboradores. Cuando estuvo
encarcelado cuatro días, S. tuvo ocasión de escuchar varias conversaciones
entre los policías. Su conclusión es la siguiente: "La mano de Lombardo
Toledano, Bassols y otros cala profundamente en la actividad policial y con
éxito considerable. La idea del “auto asalto” […] fue inspirada por
ellos."
La presión de los círculos interesados debe ser realmente
irresistible para llevar a los representantes de la investigación a tomar en
serio la idea absurda del “auto asalto”.
¿Qué objetivo podía perseguir yo para aventurarme en una
empresa tan monstruosa, repugnante y peligrosa? Nadie lo explicó hasta ahora.
Se señala que yo quería ensuciar a Stalin y su GPU. ¿Pero acaso un asalto más
agregaría algo a la reputación del hombre que destruyo entera a una generación
del Partido Bolchevique? Se dijo que yo pretendo demostrar la existencia de la
"quinta columna". ¿Por qué? ¿Para qué? Por otra parte, los agentes de
la GPU se las arreglan bien para perpetrar un asalto, no necesitan a la
misteriosa quinta columna. Se adujo que yo quería crearle dificultades al gobierno
mexicano. ¿Qué motivos puedo tener para crearle dificultades al único
gobierno que fue hospitalario conmigo? También se dijo que yo quería provocar
una guerra entre Estados Unidos y México. Pero esta explicación ya entra
totalmente en el terreno del delirio. Para provocar esa guerra, en todo caso,
hubiera sido mucho más adecuado organizar un gran asalto al embajador
norteamericano o algún magnate del petróleo, no a un bolchevique revolucionario
ajeno y odioso a los círculos imperialistas.
Stalin organiza un atentado para asesinarme con una
intención clara: destruir a su enemigo numero uno. No corre ningún riesgo,
actúa a larga distancia. Por el contrario, si hubiera sido yo el que organizó
el "auto asalto" hubiera tenido que asumir solo toda la
responsabilidad, arriesgando mi suerte y la de mi familia, mi reputación
política y la del movimiento al que sirvo. ¿Qué sacaría con eso?
Pero incluso si se acepta lo imposible, es decir, que
renunciando a la causa de toda mi vida y pisoteando todo sentido común y mis propios
intereses vitales, yo me haya decidido a organizar el "autoasalto" en
función de algún objetivo desconocido, queda en pie la siguiente cuestión:
¿dónde y cómo conseguí veinte hombres para hacerlo? ¿Cómo hice para
proporcionarles uniformes policiales? ¿Cómo los armé? ¿Cómo les equipé con todo
lo necesario?, etcétera, etcétera. En otras palabras, ¿cómo se las arregló un
hombre que vive casi completamente aislado del mundo exterior para llevar a
cabo una empresa accesible sólo a un poderoso aparato? Permítaseme confesar
que me siento incómodo de tener que someter a crítica una idea que está por
debajo de toda crítica posible.
La GPU movilizó hábilmente a sus agentes con el objetivo de
matarme. Por accidente el intento falló. Los amigos de la GPU están comprometidos.
Ahora se sienten en la obligación de hacer todo lo posible para echar sobre mis
hombros la responsabilidad del infructuoso atentado de su cacique. Para hacerlo
no tienen muchas posibilidades que elegir. Tienen que apelar a los métodos más burdos
siguiendo el aforismo de Hitler: cuanto mayor la mentira, más rápido se la
creerán.
Estudiando la forma de proceder de determinado sector de la
prensa mexicana en los días siguientes al atentado se pueden extraer valiosas
conclusiones sobre el trabajo clandestino de la GPU. Dejemos de lado La Voz de México, la publicación
stalinista oficial, con sus groseras contradicciones, sus acusaciones
insensatas y sus cínicas calumnias. No tomemos en cuenta tampoco los órganos de
la derecha, que por un lado se dejan llevar por el sensacionalismo y por otro
tratan de utilizar el atentado contra las "izquierdas" en general.
Políticamente estoy mucho más lejos de periódicos como Universal y Excélsior que
Lombardo Toledano y sus pares. Uso esos periódicos para defenderme de la misma
manera en que utilizaría un colectivo para trasladarme de un lugar a otro.
Además, las maniobras de los periódicos de derecha son sólo
un reflejo de la política del país; todos ellos tienen, esencialmente, una
actitud definida respecto del problema del atentado y la participación de la
GPU. Para nuestros propósitos es mucho más importante analizar el proceder de El Popular y en parte de El Nacional. En este caso el que lleva
adelante una política activa es El Popular. En lo que hace a El Nacional, solamente se adapta a su interesado colega.
Pese a que Toledano, como informaron los periódicos, se fue
de la capital dos o tres días antes del ataque, El Popular actuó en el momento crítico siguiendo directivas claras
y precisas. El atentado no tomé desprevenido al periódico. Esta vez los
editores no trataron de tomarlo a broma ni hablaron de mi "manía de
persecución", etcétera. Por el contrario, el periódico inmediatamente
adoptó un tono serio y alarmado. En el número del 25 de mayo aparece en primera
página el titular "El atentado contra Trotsky es un atentado contra
México".
En el editorial encabezado por este titular se exige una severa
investigación y un castigo ejemplar para los criminales, no importa a qué tendencia política pertenezcan y con qué potencia
extranjera estén ligados. Con esta fraseología el periódico pretende dar
una impresión de gran imparcialidad e indignación patriótica. El objetivo
inmediato es cavar un abismo entre los editores de El Popular y los terroristas, que podían caer de un momento a otro
en manos de la policía. Esta medida precautoria se hace necesaria dado que El Popular venía llevando toda una
campaña de calumnias en contra de mi persona.
Sin embargo, tras la aparente imparcialidad asoman
cautelosas insinuaciones que serían elaboradas durante los días siguientes. Se
hace notar al pasar, en una frase aislada, que aparecieron "aspectos
misteriosos y sospechosos del atentado". Ese día estas palabras pasaron
inadvertidas. Pero ahora es evidente que el autor del artículo se reservaba la
posibilidad de lanzar la teoría del "auto asalto" en el caso de que fallara la investigación
judicial. La segunda insinuación no es menos significativa: el artículo
predice que los "enemigos de México" adjudicarán el atentado a Stalin
y a Moscú. Se identifica a los enemigos de Stalin con los enemigos de México.
La interpretación de la solemne apelación a buscar a los criminales sin tener
en cuenta a qué potencia puedan estar ligados queda así muy limitada.
Pese a todas sus volteretas y errores, el artículo está
cuidadosamente pensado. Sus contradicciones surgen de lo contradictorio y
ambiguo de la situación misma. Todavía no se conocía el resultado de la
investigación. En caso de que ésta tuviera éxito era necesario quedar al margen
en todo lo posible. En el caso de que fallara había que mantener la libertad de
proseguir con la vieja línea de la calumnia y la persecución. A la vez era
necesario alejar lo más posible a la GPU del foco de atención sin atarse, sin
embargo, las manos. Releyendo ahora el artículo se ve asomar la hilacha por
todos los bordes.
En el número del 26 de mayo se sigue fundamentalmente la
misma línea. El Popular exige de las
autoridades el enérgico castigo de los culpables. Todavía existe el peligro de
que los ejecutores caigan en manos de la policía inmediatamente; de aquí el
áspero tono de imparcialidad.
Ya en el número del 27 de mayo aparece la cínica historia
"El señor Trotsky se contradice". Este es el primer síntoma de
desarrollo de la insinuación sobre los "aspectos sospechosos" del
asalto. Se informa que mi testimonio sobre mi actividad durante el ataque fue
contradictorio. La incongruencia de esta insinuación salta a ojos vistas. Si
un hombre que vive en la soledad del exilio es capaz de movilizar veinte
conspiradores y conseguirles uniformes policiales y fusiles, más capaz tendría
que ser de preparar una respuesta viable a la pregunta de qué hacía en el
momento del atentado. Pero no seamos capciosos respecto a la técnica de la falsificación.
Una cosa está clara: El Popular preparaba
el terreno para la teoría del "auto asalto".
Mientras tanto la investigación tropieza con grandes
dificultades; la GPU puede prever muchas cosas y ocultar muy bien sus huellas.
Ya pasaron tres días desde el atentado. Se podía considerar eliminado el
peligro de arresto de los principales protagonistas, ya que a esa altura
seguramente habían cruzado la frontera con pasaportes preparados de antemano.
De acuerdo con esto, el 27 de mayo el tono de El Popular se vuelve más osado. No se limita el asunto a la
historia mencionada en la sección noticias. El editorial de ese día afirma
simplemente que "el atentado, a cada día que pasa, despierta grandes
dudas y parece cada vez más sospechoso y menos lógico"; después se
menciona la palabra "camuflaje". El artículo adjudica el atentado a
los imperialistas norteamericanos, que pretenden intervenir en México y
aparentemente se apoyan en mi colaboración. No se aclara por qué los
imperialistas me habrían elegido justamente a mí como objeto del atentado. Y lo
que se entiende todavía menos es cómo podría justificar la intervención de
Estados Unidos un atentado contra un bolchevique ruso perpetrado en México. En
lugar de análisis y pruebas, un montón de frases ruidosas.
Queda por recordar que antes del pacto Stalin-Hitler El Popular acostumbraba caricaturizarme
invariablemente con una svástica. Recién después de la invasión a Finlandia por
el Ejército Rojo me transformé en un agente de Estados Unidos. El Popular trata de disponer de mí con
la misma libertad con que Stalin imparte órdenes a sus agentes. En su agitación
verbal y sus maniobras entre bastidores Toledano y sus amigos indudablemente
fueron mucho más lejos que en su propia prensa. Como lo demuestran los acontecimientos
de los días posteriores, se dedicaron especialmente a trabajar sobre la
policía.
El 28 de mayo ya las autoridades de la investigación estaban
totalmente influidas por la idea del "autoasalto" Se arrestó a dos de
mis secretarios, Otto y Charles, y a dos personas ligadas a nosotros, B. y S.
Obtenido este triunfo, El Popular cuidadosamente
se repliega en las sombras; en el ejemplar del 28 de mayo asume nuevamente una
posición objetiva. Es evidente por qué los directores del periódico se cuidaron
de no comprometerse irrevocablemente. Sabían más de lo que decían, tenían mucho
menos confianza en la versión del autoasalto que la policía orientada por ellos
en una dirección falsa. Tenían miedo de que esta versión se hiciera trizas en
cualquier momento. Esa es la razón por la que, luego de transferida la
responsabilidad a la policía, El Popular del
28 de mayo asume una vez más la posición de un alarmado y patriótico
observador.
En el ejemplar del 29 de mayo El Popular publica sin comentarios la declaración del Partido
Comunista exigiendo, no el castigo de los terroristas, sino la deportación de
Trotsky. Ese día una seguidilla de fantásticas sospechas cortó toda conexión de
mi casa y sus habitantes con el mundo exterior. Es notable que en esta ocasión
justamente Toledano les deje a los dirigentes del Partido Comunista, que no
tienen nada que perder, la tarea de propagar las consignas más ingenuas del
Kremlin. Pretende dejar tendidos los puentes por si se hace necesaria una
oportuna retirada.
El primero de junio la prensa publicó mi carta al fiscal de
la república señalando abiertamente a Lombardo Toledano como un cómplice moral
en la preparación del asalto. Después de esto Toledano retrocede medio paso.
"La CTM [Confederación de Trabajadores de México] acusa a Trotsky de
servir de instrumento de la guerra de nervios [de los yanquis contra
México]", proclama El Popular del
6 de junio. ¿Qué significa esto? ¡Es una retórica hueca, sin sentido y sin
ninguna base real! Toledano somete a las autoridades un documento en el que se
diluye el asalto en la maraña de una intriga internacional extensa y sumamente
ambigua. En ella estarían incluidos, además de yo mismo, muchos factores,
instituciones e individuos. Muchos, pero no la GPU. Sólo "los enemigos de
México", como ya sabemos, son capaces de sospechar de la GPU. Así, en
todas sus maniobras Toledano sigue siendo el amigo número uno de la GPU.
A diferencia de todos los demás periódicos de la capital, El Nacional ni siquiera mencionó el
atentado en la primera edición de su número del 25 de mayo. En la segunda
edición publicó un cable con el título "Trotsky víctima de un teatral [!]
atentado en su casa". No se sabe cómo llegó el periódico a esa conclusión.
Desgraciadamente, me veo obligado a declarar que ya muchas veces antes el
periódico había tratado de adjudicarme actitudes incorrectas sin intentar
siquiera justificar lo que decía.
Es digno de notarse que el mismo día que El Nacional calificaba el atentado de
"teatral" El Popular decía:
"El atentado contra Trotsky es un atentado contra México". A primera
vista parecería que la actitud de El
Nacional hacia la víctima del atentado fue mucho más hostil que la de El Popular. De hecho no es así. Con su
conducta El Nacional simplemente
reflejó estar mucho más alejado del stalinismo, y en consecuencia del origen
del atentado, que El Popular.
Los
directores de El Nacional pretenden
hacer todo lo posible por agradar a los stalinistas. Saben que la mejor manera
de lograrlo es despertar cualquier tipo de sospechas sobre mí.
Cuando los directores
recibieron la noticia del atentado contra mi casa uno de ellos hizo circular
la primera fórmula irónica que se le vino a la cabeza. Este solo hecho
demuestra que los directores de El
Nacional, a diferencia de los de El
Popular, no saben de qué están hablando.
En los días siguientes, sin embargo, se observa una
unificación de la línea de ambas publicaciones. El Nacional dedujo de lo publicado por El Popular que lanzó demasiado imprudentemente su hipótesis de un
atentado "teatral", pegó una retirada apresurada y asumió una
posición más cuidadosa. Por su parte, El
Popular, al convencerse de que no se había arrestado a ninguno de los
participantes en el atentado, comenzó a pasarse a la posición del atentado
"teatral". La historia del 27 de mayo, "El señor Trotsky se
contradice", fue tomada también por El
Nacional.
Por lo tanto, en base a los artículos publicados en El Popular, y comparándolos con los que
salieron en El Nacional, se puede
afirmar con certeza que Toledano conocía
de antemano que se preparaba un atentado, por lo menos de manera general.
Simultáneamente la GPU preparaba, utilizando canales diferentes, el complot
conspirativo, la defensa política y la información errónea para la
investigación. En los días críticos El
Popular, indudablemente, recibía instrucciones del mismo Toledano. Es
probable que él sea el autor del artículo del 25 de mayo. En otras palabras,
Toledano participó moralmente en la preparación del atentado y en el
ocultamiento de sus huellas.
Para entender más claramente el marco en que se dio el
atentado y determinadas circunstancias referentes a la investigación es
necesario decir algunas palabras sobre mi custodia. En los periódicos se
informó que yo "alquilé" para mi custodia a casi extraños, que se les
paga, etcétera. Todo esto es falso. Mi custodia existe desde el día de mi
exilio a Turquía, es decir desde hace casi doce años. Su composición cambiaba
constantemente, según el país donde vivía, aunque algunos de mis colaboradores
me acompañaron de un país a otro. Siempre estuvo formada por camaradas jóvenes,
ligados a mí por afinidad política, que fueron seleccionados por mis amigos más
viejos y de más experiencia de entre los voluntarios, que nunca escasearon.
El movimiento al que pertenezco es un movimiento joven, que desde
que surgió sufre una persecución sin precedentes de parte de la oligarquía de
Moscú y sus agentes en todos los países del mundo. Hablando en general, es
difícil encontrar en toda la historia un movimiento que haya padecido tantas
víctimas en un lapso tan breve como la Cuarta Internacional. Tengo la profunda
convicción personal de que en nuestra época de guerras, conquistas, rapiña,
destrucción y toda clase de bestialidades la Cuarta Internacional está
destinada a jugar un gran rol histórico. Pero aquí ya entramos en el terreno
del futuro. En el pasado sólo supo de golpes y persecuciones. En los últimos
doce años nadie se podría haber acercado a la Cuarta Internacional con la
esperanza de hacer carrera. Por esta razón las personas que se unieron a la
Cuarta Internacional son generosas, están convencidas y dispuestas a renunciar
no sólo a los bienes materiales sino, si es necesario, a sacrificar sus vidas.
Sin ningún afán de caer en la idealización me permito sin embargo afirmar que
es casi imposible encontrar en otra organización un conjunto de personas tan
entregadas a sus ideales y tan ajenas a las pretensiones personales. De entre
esta juventud se seleccionó a mi custodia.
Al principio mis custodios en México eran jóvenes amigos
mexicanos. Sin embargo, pronto me convencí de que esto no era conveniente. Mis
enemigos sistemáticamente tratan de involucrarme en la política mexicana para
hacerme imposible la permanencia en el país. Y en tanto se podía hacer aparecer
a mis jóvenes amigos mexicanos, por el hecho de que vivían en mi casa, como
agentes, en cierto modo de mi influencia personal, tuve que optar por rehusar
su custodia y reemplazarlos por extranjeros, fundamentalmente por ciudadanos de
los Estados Unidos. Todos ellos fueron enviados aquí después de haber sido
seleccionados por amigos de experiencia.
Permítaseme agregar que no mantengo personalmente a mi
custodia (carezco de recursos para hacerlo); su manutención corre a cargo de
un comité especial que reúne los fondos necesarios entre amigos y
simpatizantes. Vivimos, mi familia y mis guardias, como una pequeña comuna
cerrada, separada del mundo exterior por cuatro altos muros. Estas
circunstancias explican suficientemente por qué me considero justificado al
depositar toda mi confianza en mis custodios y creerlos incapaces de traición
o crimen.
Por supuesto, no es imposible que, pese a todas las
precauciones, algún agente aislado de la GPU llegue a infiltrarse en mi
custodia. Desde el comienzo de la investigación se sospechó de Robert Sheldon
Harte, mi custodio secuestrado, como cómplice del asalto. A esto respondo que
si Sheldon Harte fuera un agente de la GPU podría haberme matado por la noche y
luego haberse ido sin poner en movimiento a veinte personas que corrieron un
gran riesgo.
Más aun; los días anteriores al asalto Sheldon Harte estuvo
ocupado en cosas tan inocentes como la compra de pajaritos, la reparación y
pintura de una jaula, etcétera. No escuché un solo argumento convincente que
indicara que Sheldon Harte fue un agente de la GPU. Por eso les dije a mis
amigos desde el primer momento que yo sería el último en creer en la participación
de Sheldon en el atentado. Si pese a todas mis suposiciones se confirmara su
participación nada esencial cambiaría en las características generales del
atentado. Con o sin ayuda de un miembro de mi custodia la GPU organizó una
conspiración para matarme y quemar mis archivos. Esa es la esencia del asunto.
En sus declaraciones oficiales el Partido Comunista reitera
que el terror individual no forma parte de sus métodos de acción, etcétera.
Nadie supone que el asalto fue organizado por el Partido Comunista. La GPU
utiliza al Partido Comunista pero no se confunde con éste en absoluto.
Entre los posibles autores del atentado, los que conocen la
vida interna del Partido Comunista mencionan a un individuo que una vez fue
expulsado del partido y luego readmitido en recompensa por algún servicio
prestado. El problema de la categoría de "expulsado" generalmente
resulta muy interesante en lo que hace a la investigación de los métodos
criminales de la GPU. Durante el primer período de la lucha que se libró en la
URSS contra la Oposición, la camarilla de Stalin solía expulsar del partido,
con toda intención, a los oposicionistas menos firmes, colocándolos en una
situación material sumamente difícil. Así conseguía la GPU la oportunidad de
reclutar agentes que trabajaran dentro de la Oposición. Posteriormente
perfeccionaron el método y lo aplicaron en todos los partidos de la Tercera
Internacional.
Los expulsados pueden ser divididos en dos categorías:
algunos abandonan el partido por diferencias de principios, rompen con el
Kremlin y buscan nuevos caminos. A otros se los expulsa por manejo indebido de
fondos o algún otro crimen moral, real o supuesto. Los pertenecientes a esta
segunda categoría han estado muy ligados al aparato partidario, son incapaces
de trabajar en cualquier otra cosa y están demasiado acostumbrados a gozar de
una posición privilegiada. Constituyen un valioso material para la GPU, que los
transforma en obedientes instrumentos de sus empresas más peligrosas y
criminales.
Laborde, que durante muchos años fue dirigente del Partido
Comunista Mexicano,[3][4] fue expulsado
no hace mucho con los cargos más monstruosos: venalidad, haber vendido huelgas
e incluso haber aceptado sobornos… de los "trotskistas". Lo más
asombroso, sin embargo, es que pese a lo extremadamente oprobioso de las
acusaciones Laborde ni siquiera intentó justificarse. Con ello demostró que la
expulsión era necesaria por alguna razón misteriosa a la que él no osaba
oponerse. Además, en la primera oportunidad que se le presentó declaró a la
prensa su inalterable lealtad al partido pese a su expulsión. Simultáneamente,
se expulsa a muchos otros que siguen su misma táctica. Esta gente es capaz de
cualquier cosa. Cumplirán cualquier orden, perpetrarán cualquier crimen, con
tal de no perder el favor del partido. Es posible incluso que a algunos se los
haya expulsado para alejar de antemano del partido la más mínima responsabilidad
por el atentado que ya se preparaba. En tales casos, los representantes de la
GPU de más confianza, que permanecen ocultos, son los que imparten las
instrucciones de a quiénes expulsar y con qué pretexto hacerlo.
A Stalin le hubiera resultado más ventajoso organizar el
asesinato de tal manera que apareciera ante la clase obrera mundial como el
castigo súbito y espontáneo de los trabajadores mexicanos a un "enemigo
del pueblo". Desde esta perspectiva es notable la persistencia y
entusiasmo de la GPU en ligarme a toda costa con la campaña electoral
presidencial, es decir con la candidatura del general Almazán. Muchas
declaraciones de Toledano y de los dirigentes del Partido Comunista revelan
claramente el plan estratégico de encontrar o crear pretextos para arremeter,
armas en mano, contra sus enemigos, entre los cuales no ocupo probablemente el
último lugar. No caben dudas de que entre las milicias obreras de la CTM hay
grupos de choque secretos creados especialmente por la GPU para encarar las
tareas más riesgosas.
Para detener a tiempo este plan exigí persistentemente a
través de la prensa que se formara una comisión investigadora especial que
examinara todas las acusaciones falsas. Pero aun sin que se haya hecho esto, la
opinión pública de México obviamente rechazó hasta ahora las calumnias. Los
stalinistas, por lo que conozco, no lograron hacerme odiar en los círculos
obreros; Stalin, mientras tanto, se cansó de esperar el estallido de
"indignación popular" y dio órdenes a la GPU de actuar siguiendo
los métodos más usuales y directos.
El hecho de que por accidente haya fallado el atentado, tan
cuidadosa y hábilmente preparado, constituye un serio golpe para Stalin. La GPU
debe rehabilitarse ante él. Stalin tiene que demostrar su poder. Es inevitable
que el atentado se repita. ¿De qué manera? Posiblemente otra vez como un acto
terrorista en el que se utilicen juntos los fusiles y las bombas. Pero no queda
excluida la posibilidad de que traten de ejecutar el acto terrorista a través
de una falsa "indignación popular". La campaña de calumnias, cada vez
más ponzoñosa, que prosiguen los agentes de Stalin en México tiene precisamente
este objetivo.
Para justificar la persecución de que me hacen objeto y
ocultar los atentados de la GPU, los agentes del Kremlin hablan de mis
tendencias "contrarrevolucionarias". Todo depende de lo que se
entiende por revolución y por contrarrevolución. La fuerza
contrarrevolucionaria más poderosa de nuestra época es el imperialismo, tanto
en su forma fascista como en su cobertura cuasi-democrática. Ni no solo de los
países imperialistas me permite entrar en su territorio. En lo que se refiere
a los países oprimidos y semiindependientes, se niegan a aceptarme debido a la
presión de los gobiernos imperialistas o de la burocracia de Moscú, que ahora
juega un rol extraordinariamente reaccionario en todo el mundo. México me
brindó hospitalidad porque no es un país imperialista; por esta razón su
gobierno, por rara excepción, demostró una independencia de la presión exterior
que le permite guiarse por sus propios principios. Por eso quiero dejar
aclarado que vivo en esta tierra por una verdadera excepción.
En esta época reaccionaria un revolucionario se ve obligado
a nadar contra la corriente. Lo hago lo mejor que puedo. La presión de la
reacción mundial se expresa de la manera tal vez más implacable en mi suerte
personal y la de aquellos que me están más próximos. De ninguna manera lo
considero un mérito mío; es simplemente una consecuencia de la combinación de
determinadas circunstancias históricas. Pero cuando gente de la calaña de
Toledano, Laborde et al me acusan de
"contrarrevolucionario" puedo dejar tranquilamente que hablen; la
historia dará su veredicto final.
[1][2] El general Juan Andrés Almazán fue el candidato
derechista en la campaña presidencial mexicana de 1940.
[2][3] León Sedov (1906-1938): hijo mayor de Trotsky, se unió a la
Oposición de Izquierda y acompañó a sus padres en su último exilio como el más
estrecho colaborador de Trotsky en su lucha y como coeditor del Biulleten Opozitsi. Vivió en Alemania de
1931 a 1933, y luego en París, donde estuvo hasta su muerte a manos de la GPU. Escritos 1937-1938 incluye una evaluación de su vida y muerte.
[3][4] Hernán Laborde fue el dirigente principal del Partido Comunista
Mexicano hasta comienzos de 1940, cuando fue víctima de una purga en una
reorganización partidaria que se relaciono con los preparativos para el
asesinato de Trotsky.
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