lunes, 3 de diciembre de 2012

¿Un “estado 194” o recuperar la Palestina histórica?



 Por: Mercedes Petit

Introducción

Palestina: el reconocimiento de la ONU como estado observador es un gran triunfo del pueblo palestino, aunque no habrá una solución sin el fin del enclave sionista-imperialista


El 29 de noviembre la Asamblea de la ONU aprobó una resolución que acepta a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) como “Estado Observador no miembro”. Este estatus de “observador” es el mismo que ahora tiene el Vaticano. O sea, pasa a ser el estado miembro 194, pero sin derecho a voto ni a proponer resoluciones. Aunque si podrá acceder a la Corte Penal Internacional y denunciar los crímenes de lesa humanidad del sionismo.

Miles y miles de palestinos celebraron con grandes festejos en Gaza y Cisjordania esta gran victoria política de su heroica lucha. Los socialistas revolucionarios, que siempre apoyamos incondicionalmente la causa palestina, compartimos esta alegría.

La compartimos aunque sabemos que no traerá ninguna solución al conflicto del Medio oriente y al reclamo histórico del pueblo palestino. Para conseguir la verdadera paz y la recuperación de sus tierras y el derecho al retorno de los millones de palestinos expulsados de sus tierras, no hay otra salida que continuar la lucha para terminar con el enclave sionista y la destrucción de Israel. Y lograr un estado Palestino único, laico, democrático y no racista, donde puedan convivir todos.

Mahmuci Abbas, Presidente de la ANP y la dirección de la OLP, por el contrario, hicieron el reclamo de reconocimiento de este estatus en la ONU, en el marco de aceptar la existencia de Israel y la política imperialista de los “dos estados”. Y quieren mostrar este triunfo diplomático como parte de ese camino. Nuestra corriente internacional rechaza esta postura pero no deja de reconocer que la resolución de la ONU es un triunfo político del pueblo palestino, un paso más, que tonifica su lucha estratégica y que debilita nuevamente a Israel y al imperialismo yanqui.

La votación en la ONU fue una derrota política aplastante para Israel y EE.UU. Se votó por 138 votos a favor y solo 9 en contra, entre ellos Israel, EE.UU y Canadá.
Para profundizar más en el tema, sus causas históricas, el rol de la direcciones palestinas (OLP y Hamas), la política de los “dos estados” y la postura de nuestra corriente internacional (UIT-CI), reproducimos partes de un artículo de Mercedes Petit, en la revista Correspondencia Internacional N° 31, de noviembre de 2011.

¿Un “estado 194” o recuperar la Palestina histórica?

Respetamos el derecho democrático del pueblo palestino a reclamar un reconocimiento como Estado ante las Naciones Unidas. Son pasos que se van dando en una larga lucha. Pero al mismo tiempo tenemos que señalar dos cuestiones:

En primer lugar, la conducción histórica palestina, encarnada en Arafat, y el actual presidente Abbas, han dado legitimidad a la presencia del enclave sionista, el Estado de Israel, instalando la expectativa de “dos estados” (ver recuadro). Han capitulado a las presiones de Estados Unidos y demás gobiernos imperialistas, así como a los gobiernos burgueses de los demás países árabes. El sufrido pueblo palestino sobrevive en condiciones precarias (particularmente en Gaza), con las migajas que recibe de la financiación internacional, manipulada por la cúpula gobernante palestina (de gobiernos y otras instituciones árabes, ONGs y del propio imperialismo, en particular yanqui). La conducción fundamentalista islámica de Hamas fue ganando espacio ante la capitulación de Fatah frente a Israel, pero tampoco ha mostrado una salida para su pueblo.

En segundo lugar, con el paso de los años se sigue reafirmando que no es viable esa salida con “dos estados” para lograr la paz en la región y la recuperación de los derechos de los palestinos. Los sucesivos fracasos de los tratados y acuerdos (Camp David, Oslo, Hoja de Ruta, y un largo etcétera), que se producen más allá de la “buena voluntad” o capitulaciones de la dirigencia palestina, lo prueban. En pocas palabras así lo resume Marta Delgado, observadora internacional en Cisjordania del programa ecuménico Peapi: “Israel no quiere ceder nada, porque no quiere que exista un Estado palestino. Y contando con el veto de EE.UU. ya sabe que se saldrá con la suya /.../ insiste en considerar todo lo que no puede controlar o no le gusta como “amenazas existenciales” y solo piensa en cuándo y cómo y con quién iniciar la próxima guerra.” (Página 12, 24/9/11). Esto es así porque un estado invasor, sostenido en su desenfrenado poderío militar, no puede convivir pacíficamente con el pueblo oprimido, que viene luchando sin prisa y sin pausa por recuperar su tierra. Así se entiende que tanto Gaza como Cisjordania estén amuralladas, y estén construyendo un tercer muro en la frontera con el Sinaí. La numerosa población palestina que entra todos los días a trabajar a Israel pasa por todo tipo de controles militares y humillaciones.

Pongamos más ejemplos. En Cisjordania están implantados medio millón de colonos, que disponen de sus propios servicios de seguridad y armamento, además de estar protegidos por tropas del Ejército. Estados Unidos los ha provisto a ambos de armas ultrasónicas que destrozan silenciosamente los tímpanos, para que los niños palestinos deban llevarse las manos a las orejas y dejen de atacarlos con sus piedras.

Solo en septiembre incendiaron tres mezquitas en el norte y entraron a la mayor universidad de los territorios, en Birzeit, vecina a Ramalá, y pintaron “Muerte a los árabes” “Mahoma cerdo”. En Gilo, un barrio supuestamente palestino de Jerusalén Este, se están construyendo 1.100 nuevas viviendas para los invasores.

Se van resquebrajando las bases del enclave

Al calor de la resistencia creciente de los palestinos, la imparable crisis y desprestigio de Israel (mientras no merma su agresividad), y los sucesivos y estruendosos fracasos de las negociaciones hacia “dos estados” que llevan casi 20 años, ha venido tomando aliento un movimiento que aboga por la solución de “un solo Estado democrático y secular”. Son por ahora voces minoritarias, pero van tomando fuerza en la sociedad palestina. Por ejemplo, el coreógrafo e intelectual palestino Omar Barghouti, que ha hecho un posgrado en la Universidad de Tel Aviv, y encabeza el comité por el boicot a Israel. Junto a muchos otros intelectuales ha declarado: “La tierra histórica de Palestina pertenece a todas las personas que viven en ella y a aquellas que fueron expulsadas o exiliadas de ella desde 1948, independientemente de su religión, etnia, origen nacional o actual estatuto de ciudadanía.”

Khalid Amayreh publicó en el semanario Al Ahram Weekly de El Cairo posiciones en ese sentido del dirigente de Fatah Ziad Abu Ein, así como de un simposio realizado en Ramalá*. El crecimiento de Hamas en sectores de la sociedad palestina también está ligado a que, aunque de manera inconsecuente y envuelto en un equivocado fundamentalismo religioso, ha levantado el rechazo a la existencia de Israel.

Dentro del enclave sionista por primera vez en los últimos años han comenzado a surgir investigadores e intelectuales, como los “nuevos historiadores”, que con amplia documentación están desenmascarando la mentira de la colonización sionista de Palestina.
Ilan Pappé, por ejemplo, ha documentado ampliamente que Ben Gurion encabezó en forma planificada y sistemática la limpieza étnica contra los palestinos de 1948-49. Este año, la irrupción de centenares de miles de manifestantes, pese a que no han roto con el sionismo, siguen agravando la crisis de Israel.

Solidaridad con los palestinos

Para lograr la paz en la región, y la recuperación de sus tierras y el derecho al retorno de los millones de palestinos que viven como ciudadanos de segunda en Israel, como parias en los territorios “autónomos” de Gaza y Cisjordania o exiliados en los demás países árabes en la región, no hay otro camino que la derrota del enclave sionista, la destrucción de Israel, ese aparato militar – colonizador implantado en 1948. En todo el territorio histórico hay que lograr un Estado palestino único, laico, democrático y no racista. Sería un buen paso adelante que Israel pierda su silla en la Asamblea General de la ONU.

Los luchadores democráticos, populares, antiimperialistas y revolucionarios debemos hacer sentir nuestra solidaridad con el pueblo palestino. Impulsar las medidas de boicot a Israel que están en marcha hace años, denunciar el bloqueo a Gaza, la expansión de los colonos, todas sus violaciones a los derechos humanos, exigir la liberación de todos los presos palestinos en las cárceles sionistas. Y desarrollar el aislamiento de Israel logrado por los primeros triunfos de la revolución árabe. Un medida urgente sería exigir a los gobiernos del mundo que votarían por el “estado 194”, en primer lugar los gobiernos árabes de la región y los que se dicen progresistas en América Latina, que rompan de inmediato relaciones con Israel.

* Citado en Palestina, historia de una colonización. Ediciones El Socialista, 2008.

Los “dos estados”, un largo fracaso anunciado

Durante cientos de años vivían pacíficamente en Palestina una amplia mayoría árabe musulmana, con minorías cristiana y judía. Pero en el siglo XX se produjo la invasión sionista, que culminó con la derrota del pueblo palestino.

La ONU en 1947 aprobó el plan imperialista-sionista de dar legitimidad a la existencia de Israel, y votó una “partición” del territorio palestino, dando nacimiento a “dos estados”. De un plumazo se legalizaba la expropiación del 55% de la tierra a sus moradores ancestrales. Pero ni siquiera eso satisfacía a la voracidad sionista. En una guerra fulminante los invasores barrieron con el proyectado “estado palestino” y se apoderaron de casi todo el territorio (salvo Cisjordania, negociada con la monarquía jordana). La fundación de Israel se asentó en un genocidio contra la población árabe tradicional y millones de expulsados, entre 1948 y 1949*.
En un mundo impactado por la persecución de los nazis a los judíos, el sionismo pudo triunfar e instalar su mentira básica: “un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo”. El fundador, Ben Gurion, llevaba prolijamente en su diario el control de las aldeas que eran arrasadas día a día. Poco después, su sucesora Golda Meir agradecería en los foros internacionales que se les permitiera instalarse en un territorio “vacío” a los sobrevivientes del holocausto. La voz de los palestinos había sido silenciada. Era el auténtico “pueblo sin tierra”.

Se instaló en Medio Oriente un enclave artificial, el “estado de Israel”, que desde entonces sería una espina clavada por el imperialismo para controlar y sojuzgar a los pueblos árabes.
En los sesenta la resistencia palestina comenzó a hacerse oir, con la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) y su dirigente Arafat. Israel y sus mentores los calificaban de terroristas, se les negaba cualquier reconocimiento, en la medida en que ellos denunciaban la ilegitimidad de Israel y reclamaban su destrucción. Su reclamo central, “por una Palestina laica, democrática y no racista” en todo su territorio histórico, lentamente, ganaba adeptos en el mundo.

Pero en los 70, a medida que esa resistencia crecía, las conducciones árabes capitulaban al sionismo y el imperialismo. Primero fue Egipto, con los acuerdos de 1978 de Camp David. Y luego fue la OLP. En 1988 aceptó tácitamente el reconocimiento de Israel. En 1993, Arafat abandonó definitivamente las banderas históricas de la OLP y firmó el “reconocimiento mutuo” en Oslo (Noruega). Así, a caballo de esa traición, comenzó a instalarse el camino sin salida de “dos estados”.

Pasan los años y eso no funciona, igual que en 1947, porque el enclave israelí tiene que aplastar militarmente a los oprimidos palestinos para mantener su expropiación territorial. Ese es el trasfondo que la tan mentada “seguridad” de Israel. Los opresores se ponen como falsas víctimas de la supuesta “agresividad” y del “terrorismo” del pueblo oprimido, que resiste como puede. La inviable utopía que reclama Abbas solo cuestiona un 22% de lo expropiado hace más de sesenta años.

* Ilan Pappé: La limpieza étnica en Palestina. Ed. Crítica, 2008

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