Por: Mercedes Petit
Introducción
Palestina: el reconocimiento de la ONU
como estado observador es un gran triunfo del pueblo palestino, aunque no habrá
una solución sin el fin del enclave sionista-imperialista
El 29 de noviembre la Asamblea de la ONU
aprobó una resolución que acepta a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) como
“Estado Observador no miembro”. Este estatus de “observador” es el mismo que
ahora tiene el Vaticano. O sea, pasa a ser el estado miembro 194, pero sin
derecho a voto ni a proponer resoluciones. Aunque si podrá acceder a la Corte
Penal Internacional y denunciar los crímenes de lesa humanidad del sionismo.
Miles y miles de palestinos celebraron con grandes festejos en Gaza y
Cisjordania esta gran victoria política de su heroica lucha. Los socialistas
revolucionarios, que siempre apoyamos incondicionalmente la causa palestina,
compartimos esta alegría.
La compartimos aunque sabemos que no traerá ninguna solución al conflicto del
Medio oriente y al reclamo histórico del pueblo palestino. Para conseguir la
verdadera paz y la recuperación de sus tierras y el derecho al retorno de los
millones de palestinos expulsados de sus tierras, no hay otra salida que
continuar la lucha para terminar con el enclave sionista y la destrucción de
Israel. Y lograr un estado Palestino único, laico, democrático y no racista,
donde puedan convivir todos.
Mahmuci Abbas, Presidente de la ANP y la dirección de la OLP, por el contrario,
hicieron el reclamo de reconocimiento de este estatus en la ONU, en el marco de
aceptar la existencia de Israel y la política imperialista de los “dos
estados”. Y quieren mostrar este triunfo diplomático como parte de ese camino.
Nuestra corriente internacional rechaza esta postura pero no deja de reconocer
que la resolución de la ONU es un triunfo político del pueblo palestino, un
paso más, que tonifica su lucha estratégica y que debilita nuevamente a Israel
y al imperialismo yanqui.
La votación en la ONU fue una derrota política aplastante para Israel y EE.UU.
Se votó por 138 votos a favor y solo 9 en contra, entre ellos Israel, EE.UU y
Canadá.
Para profundizar más en el tema, sus causas históricas, el rol de la direcciones palestinas (OLP y Hamas), la política de los “dos estados” y la postura de nuestra corriente internacional (UIT-CI), reproducimos partes de un artículo de Mercedes Petit, en la revista Correspondencia Internacional N° 31, de noviembre de 2011.
Para profundizar más en el tema, sus causas históricas, el rol de la direcciones palestinas (OLP y Hamas), la política de los “dos estados” y la postura de nuestra corriente internacional (UIT-CI), reproducimos partes de un artículo de Mercedes Petit, en la revista Correspondencia Internacional N° 31, de noviembre de 2011.
¿Un “estado 194” o recuperar la
Palestina histórica?
Respetamos el derecho democrático del
pueblo palestino a reclamar un reconocimiento como Estado ante las Naciones
Unidas. Son pasos que se van dando en una larga lucha. Pero al mismo tiempo
tenemos que señalar dos cuestiones:
En primer lugar, la conducción histórica palestina, encarnada en Arafat, y el
actual presidente Abbas, han dado legitimidad a la presencia del enclave
sionista, el Estado de Israel, instalando la expectativa de “dos estados” (ver
recuadro). Han capitulado a las presiones de Estados Unidos y demás gobiernos
imperialistas, así como a los gobiernos burgueses de los demás países árabes.
El sufrido pueblo palestino sobrevive en condiciones precarias (particularmente
en Gaza), con las migajas que recibe de la financiación internacional,
manipulada por la cúpula gobernante palestina (de gobiernos y otras
instituciones árabes, ONGs y del propio imperialismo, en particular yanqui). La
conducción fundamentalista islámica de Hamas fue ganando espacio ante la
capitulación de Fatah frente a Israel, pero tampoco ha mostrado una salida para
su pueblo.
En segundo lugar, con el paso de los
años se sigue reafirmando que no es viable esa salida con “dos estados” para
lograr la paz en la región y la recuperación de los derechos de los palestinos.
Los sucesivos fracasos de los tratados y acuerdos (Camp David, Oslo, Hoja de
Ruta, y un largo etcétera), que se producen más allá de la “buena voluntad” o
capitulaciones de la dirigencia palestina, lo prueban. En pocas palabras así lo
resume Marta Delgado, observadora internacional en Cisjordania del programa
ecuménico Peapi: “Israel no quiere ceder nada, porque no quiere que exista un
Estado palestino. Y contando con el veto de EE.UU. ya sabe que se saldrá con la
suya /.../ insiste en considerar todo lo que no puede controlar o no le gusta
como “amenazas existenciales” y solo piensa en cuándo y cómo y con quién iniciar
la próxima guerra.” (Página 12, 24/9/11). Esto es así porque un estado invasor,
sostenido en su desenfrenado poderío militar, no puede convivir pacíficamente
con el pueblo oprimido, que viene luchando sin prisa y sin pausa por recuperar
su tierra. Así se entiende que tanto Gaza como Cisjordania estén amuralladas, y
estén construyendo un tercer muro en la frontera con el Sinaí. La numerosa
población palestina que entra todos los días a trabajar a Israel pasa por todo
tipo de controles militares y humillaciones.
Pongamos más ejemplos. En Cisjordania
están implantados medio millón de colonos, que disponen de sus propios
servicios de seguridad y armamento, además de estar protegidos por tropas del
Ejército. Estados Unidos los ha provisto a ambos de armas ultrasónicas que
destrozan silenciosamente los tímpanos, para que los niños palestinos deban
llevarse las manos a las orejas y dejen de atacarlos con sus piedras.
Solo en septiembre incendiaron tres
mezquitas en el norte y entraron a la mayor universidad de los territorios, en
Birzeit, vecina a Ramalá, y pintaron “Muerte a los árabes” “Mahoma cerdo”. En
Gilo, un barrio supuestamente palestino de Jerusalén Este, se están
construyendo 1.100 nuevas viviendas para los invasores.
Se van resquebrajando las bases del enclave
Al calor de la resistencia creciente de
los palestinos, la imparable crisis y desprestigio de Israel (mientras no merma
su agresividad), y los sucesivos y estruendosos fracasos de las negociaciones
hacia “dos estados” que llevan casi 20 años, ha venido tomando aliento un
movimiento que aboga por la solución de “un solo Estado democrático y secular”.
Son por ahora voces minoritarias, pero van tomando fuerza en la sociedad
palestina. Por ejemplo, el coreógrafo e intelectual palestino Omar Barghouti,
que ha hecho un posgrado en la Universidad de Tel Aviv, y encabeza el comité
por el boicot a Israel. Junto a muchos otros intelectuales ha declarado: “La
tierra histórica de Palestina pertenece a todas las personas que viven en ella
y a aquellas que fueron expulsadas o exiliadas de ella desde 1948,
independientemente de su religión, etnia, origen nacional o actual estatuto de
ciudadanía.”
Khalid Amayreh publicó en el semanario
Al Ahram Weekly de El Cairo posiciones en ese sentido del dirigente de Fatah
Ziad Abu Ein, así como de un simposio realizado en Ramalá*. El crecimiento de
Hamas en sectores de la sociedad palestina también está ligado a que, aunque de
manera inconsecuente y envuelto en un equivocado fundamentalismo religioso, ha
levantado el rechazo a la existencia de Israel.
Dentro del enclave sionista por primera vez en los últimos años han comenzado a
surgir investigadores e intelectuales, como los “nuevos historiadores”, que con
amplia documentación están desenmascarando la mentira de la colonización sionista
de Palestina.
Ilan Pappé, por ejemplo, ha documentado
ampliamente que Ben Gurion encabezó en forma planificada y sistemática la
limpieza étnica contra los palestinos de 1948-49. Este año, la irrupción de
centenares de miles de manifestantes, pese a que no han roto con el sionismo,
siguen agravando la crisis de Israel.
Solidaridad con los palestinos
Para lograr la paz en la región, y la
recuperación de sus tierras y el derecho al retorno de los millones de
palestinos que viven como ciudadanos de segunda en Israel, como parias en los
territorios “autónomos” de Gaza y Cisjordania o exiliados en los demás países
árabes en la región, no hay otro camino que la derrota del enclave sionista, la
destrucción de Israel, ese aparato militar – colonizador implantado en 1948. En
todo el territorio histórico hay que lograr un Estado palestino único, laico,
democrático y no racista. Sería un buen paso adelante que Israel pierda su
silla en la Asamblea General de la ONU.
Los luchadores democráticos, populares, antiimperialistas y revolucionarios
debemos hacer sentir nuestra solidaridad con el pueblo palestino. Impulsar las
medidas de boicot a Israel que están en marcha hace años, denunciar el bloqueo
a Gaza, la expansión de los colonos, todas sus violaciones a los derechos
humanos, exigir la liberación de todos los presos palestinos en las cárceles
sionistas. Y desarrollar el aislamiento de Israel logrado por los primeros
triunfos de la revolución árabe. Un medida urgente sería exigir a los gobiernos
del mundo que votarían por el “estado 194”, en primer lugar los gobiernos
árabes de la región y los que se dicen progresistas en América Latina, que
rompan de inmediato relaciones con Israel.
* Citado en Palestina, historia de una
colonización. Ediciones El Socialista, 2008.
Los “dos estados”, un largo fracaso
anunciado
Durante cientos de años vivían
pacíficamente en Palestina una amplia mayoría árabe musulmana, con minorías
cristiana y judía. Pero en el siglo XX se produjo la invasión sionista, que
culminó con la derrota del pueblo palestino.
La ONU en 1947 aprobó el plan
imperialista-sionista de dar legitimidad a la existencia de Israel, y votó una
“partición” del territorio palestino, dando nacimiento a “dos estados”. De un
plumazo se legalizaba la expropiación del 55% de la tierra a sus moradores
ancestrales. Pero ni siquiera eso satisfacía a la voracidad sionista. En una guerra
fulminante los invasores barrieron con el proyectado “estado palestino” y se
apoderaron de casi todo el territorio (salvo Cisjordania, negociada con la
monarquía jordana). La fundación de Israel se asentó en un genocidio contra la
población árabe tradicional y millones de expulsados, entre 1948 y 1949*.
En un mundo impactado por la persecución
de los nazis a los judíos, el sionismo pudo triunfar e instalar su mentira
básica: “un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo”. El fundador, Ben
Gurion, llevaba prolijamente en su diario el control de las aldeas que eran
arrasadas día a día. Poco después, su sucesora Golda Meir agradecería en los
foros internacionales que se les permitiera instalarse en un territorio “vacío”
a los sobrevivientes del holocausto. La voz de los palestinos había sido
silenciada. Era el auténtico “pueblo sin tierra”.
Se instaló en Medio Oriente un enclave
artificial, el “estado de Israel”, que desde entonces sería una espina clavada
por el imperialismo para controlar y sojuzgar a los pueblos árabes.
En los sesenta la resistencia palestina comenzó a hacerse oir, con la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) y su dirigente Arafat. Israel y sus mentores los calificaban de terroristas, se les negaba cualquier reconocimiento, en la medida en que ellos denunciaban la ilegitimidad de Israel y reclamaban su destrucción. Su reclamo central, “por una Palestina laica, democrática y no racista” en todo su territorio histórico, lentamente, ganaba adeptos en el mundo.
En los sesenta la resistencia palestina comenzó a hacerse oir, con la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) y su dirigente Arafat. Israel y sus mentores los calificaban de terroristas, se les negaba cualquier reconocimiento, en la medida en que ellos denunciaban la ilegitimidad de Israel y reclamaban su destrucción. Su reclamo central, “por una Palestina laica, democrática y no racista” en todo su territorio histórico, lentamente, ganaba adeptos en el mundo.
Pero en los 70, a medida que esa
resistencia crecía, las conducciones árabes capitulaban al sionismo y el
imperialismo. Primero fue Egipto, con los acuerdos de 1978 de Camp David. Y
luego fue la OLP. En 1988 aceptó tácitamente el reconocimiento de Israel. En
1993, Arafat abandonó definitivamente las banderas históricas de la OLP y firmó
el “reconocimiento mutuo” en Oslo (Noruega). Así, a caballo de esa traición,
comenzó a instalarse el camino sin salida de “dos estados”.
Pasan los años y eso no funciona, igual
que en 1947, porque el enclave israelí tiene que aplastar militarmente a los
oprimidos palestinos para mantener su expropiación territorial. Ese es el
trasfondo que la tan mentada “seguridad” de Israel. Los opresores se ponen como
falsas víctimas de la supuesta “agresividad” y del “terrorismo” del pueblo
oprimido, que resiste como puede. La inviable utopía que reclama Abbas solo
cuestiona un 22% de lo expropiado hace más de sesenta años.
* Ilan Pappé: La limpieza étnica en
Palestina. Ed. Crítica, 2008
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