jueves, 17 de mayo de 2012

Debate: El fin del invierno ideológico


Por Ramón I. Centeno

Cuando se desplomó el estalinismo en la URSS y Europa del Este, Francis Fukuyama, ideólogo de la democracia liberal, anunció el ‘Fin de la Historia’. Aunque este disparate teórico ha sido refutado una y otra vez, su mensaje político sintetiza el sentimiento de la época abierta a partir de aquél momento: es imposible algo superior a un capitalismo parlamentario.

Pero veinte años después, las cosas comienzan a cambiar. Un dato revelador: la recesión económica abierta en 2008, ha propagado enormes dudas en las bondades del capitalismo entre sus mismos gurús:





"Hoy Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal considerado gurú del sistema financiero, tuvo que admitir: “cometí un error en suponer que los intereses propios de las organizaciones, específicamente bancos y otros, eran tales que eran los más capaces para proteger a sus accionistas y sus intereses en las empresas”, y dijo que en su ideología de libre mercado “he encontrado una falla. No sé qué tan significativa o permanente es, pero he estado muy angustiado por ese hecho”, afirmó en una audiencia ante el Congreso en torno a la crisis.

"Durante casi dos décadas (hasta 2006), Greenspan controló el banco central de Estados Unidos, desde donde promovió la desregulación. El representante federal demócrata Henry Waxman le preguntó hoy a Greenspan si “no funciona su ideología” del libre mercado, a lo cual respondió: “absolutamente, precisamente. Ésa es precisamente la razón por la cual me sorprendí, porque por unos 40 años o más yo trabajé con evidencias considerables de que sí funcionaba excepcionalmente bien”. (Brooks 2008)

Hoy Marx es incluso leído en Wall Street, la capital financiera mundial ubicada en Nueva York. Por ejemplo, el académico marxista Terry Eagleton, en una charla que ofreció en Sheffield a propósito de su último libro ‘¿Por qué Marx estaba en lo correcto?’, contó la amplia recepción que este tuvo en la sección de ‘Negocios’ de la librería en línea Amazon. Como Eagleton comentó, no es que los lectores a cargo del capital lean a Marx para aprender de comunismo, sino para entender el capitalismo. Sus libros tradicionales resultan insuficientes para resolver una incertidumbre ideológica de tal magnitud que prefieren leer al enemigo.

A diferencia del crack de 1929, aunque el modelo económico actual está en una crisis equiparable, hoy no hay una alternativa dentro del orden imperante como la que hace setenta años representó el keynesianismo. Por ello, aunque ya nadie espera gran cosa de las recetas económicas neoliberales, estas se siguen aplicando, pero ahora como muertos vivientes. En palabras de Paul Krugman, quien ganó el premio Nobel de economía en 2008:

"Estamos viviendo en un mundo de políticas económicas zombies – políticas que deberían haber sido asesinadas por la evidencia de que todas sus premisas son erróneas, pero que continúan deambulando a pesar de todo. Y todo mundo se pregunta cuándo su reino del error terminará". (Krugman 2012)

Esta situación ya ha abierto grietas en el mundo Occidental, materializadas por el movimiento Occupy, conocidos como los Indignados en el mundo de habla hispana. Miles de personas salieron a tomar las calles para manifestar su oposición al orden hegemónico. Aunque ese movimiento careció por completo de un programa político, es importante como síntoma de descontento, pues señala la existencia de un mayor auditorio para discursos anti-capitalistas.

En otras palabras, hemos entrado en una situación que Antonio Gramsci definía como de morbilidad política, donde lo viejo no termina de morir, y lo nuevo termina de nacer. Las implicaciones de un cuadro de esta naturaleza pueden ser identificadas en un pasaje que el mismo autor nos ofrece:

"Si la clase dominante ha perdido el consenso, ya no es ‘dirigente’, sino únicamente ‘dominante’, detenta la pura fuerza coercitiva, lo que indica que las grandes masas se han alejado de la ideología tradicional, y ya no creen en lo que antes creían". (Gramsci 1981)

Pero aquí es necesaria una alarma. La existencia de este agrietamiento en la ideología dominante, no significa un paso automático de las ‘masas’ a la rebelión. De hecho, uno de los efectos secundarios del desplome del estalinismo -en particular- ha sido el traslado de la alternativa comunista -en general- al catálogo de lo inverosímil. Así lo hizo notar el filósofo leninista Slavoj Žižek a los manifestantes de Occuppy Wall Street en un discurso que les ofreció:

"el sistema dominante ha oprimido incluso nuestra capacidad para soñar. Fíjense en las películas que vemos todo el tiempo. Es fácil imaginarse el fin del mundo. Un asteroide destruyendo toda la vida, etcétera. Pero no puedes imaginar el fin del capitalismo". (Sarahana 2011)

Este es el antiguo problema de Marx sobre la conciencia de clase. La pregunta generalmente planteada durante el siglo XX fue ¿por qué el proletariado no se convierte de clase en sí en clase para sí? Pero la pregunta principal es otra: ¿cómo intervenimos los comunistas para lograr esa metamorfosis? Este ya era el enfoque de Lenin, cuando observó que la conciencia comunista no surge espontáneamente en las masas, sino que sólo puede ser el resultado de una acción de los revolucionarios organizados con la intención de producir ese convencimiento. Es decir, ‘lo nuevo’ debe luchar para nacer, y como parte de ese esfuerzo, ayudar a morir a ‘lo viejo’ que se resiste.

El capitalismo no se sepultará a sí mismo, por eso, a cada día que pasa se hace más urgente liquidarlo porque sino, lo que nos espera es la catástrofe.

Žižek (2009) nos ofrece cuatro grandes contradicciones del capitalismo global que nos obligan a sepultar la idea del comunismo como utopía y, en cambio, recuperar el sentido de urgencia contenido en la vieja noción de Marx del comunismo ‘como un movimiento que reacciona ante contradicciones reales’.

Primero, la amenaza sobre nuestra naturaleza externa: el deterioro del planeta está orillando a la especie a vivir próximamente en un ambiente invivible. Segundo, el peligro de que nuestra naturaleza interna, como nuestro legado genético, caiga en manos de empresas que, por ejemplo, han patentado las semillas de crecientes cultivos de alimentos. Tercero, están los bienes culturales comunes, como el lenguaje y la educación que sufren la inadecuación de la propiedad privada sobre la llamada propiedad intelectual.

Son estos tres grandes grupos de entidades ‘comunes’ a todos los seres humanos, los que ponen nuevamente de pie la referencia al ‘comunismo’. Se trata, entonces, de una radicalización de la noción del ‘proletariado’ de Marx. De algún modo, hoy todos somos proletarios, en peligro de ser reducidos a formas de vida que debemos evitar a toda costa.

Pero falta la cuarta contradicción, la cual ordena a las otras tres y se refiere a las masas más excluidas de la humanidad, las que ya están radicalmente precarizadas: debemos ingeniar cómo dotarlas del cuchillo que les permita cortarle el cuello al capitalismo. Este proceso, ‘de intrusión de los excluidos en el espacio sociopolítico’ tiene un nombre heredado por la Grecia Antigua, como nos recuerda Žižek: democracia. Esa es nuestra misión.

El invierno ideológico está llegando a su fin, pero nadie sabe que surgirá cuando termine el deshielo. El matrimonio utópico entre la democracia liberal y el capitalismo está acabado. Las grietas en la ideología dominante son cada vez más visibles para todos, y nuestras ideas tienen más espacio dónde jugar.

Sin embargo, aunque se avizoran ya las oportunidades, sólo jugarán a nuestro favor si vamos rabiosamente por ellas. Como dice Samuel Farber, un veterano trotskista cubanoamericano:

"La política, como la naturaleza, aborrece el vacío, y si una nueva izquierda revolucionaria y democrática no responde a la crisis y necesidades populares […], fuerzas nefastas, como se ha visto en muchas otras partes del mundo, ocuparán ese espacio político para promover sus propósitos". (Chaguaceda 2012)

Esta es nuestra hora.
(Este texto es parte del informe que sobre la situación internacional presentó el autor a la dirección nacional del Partido Obrero Socialista, a fines de abril).


Referencias


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