Estimado Sr. Juan Barreto:
Por: Germán Cabrera Traversoni.
Leo a menudo su columna “A primera vista” que se publica los jueves en
El Nacional. Digo a menudo y no siempre, debido a que muchas veces se me
hace difícil comprender su lenguaje casi hermético recargado de citas y
referencias a filósofos, lingüistas, historiadores y politólogos.
En realidad no estoy seguro si esa dificultad es producto de mi
ignorancia en asuntos tan complejos o si en realidad Ud. escribe de
manera tan barroca para dejar bien claro que los suyos no son textos
destinados a ser descifrados por legos sino exclusivos para elegidos,
asunto que uno podría interpretar libremente como una forma un tanto
molesta de pedantería intelectual o tal vez como un hábil subterfugio
para camuflar carencias de contenido u opacos anacronismos.
Sin embargo después de leer su artículo titulado “Arrancar de raíz el
viejo Estado” no pude menos que sentirme gozoso ya que, o bien Ud.
utilizó en él un lenguaje sencillo y comprensible o bien yo he elevado
mi capacidad de entendimiento y ambos casos pueden considerarse como un
adelanto tanto para el emisor como para el receptor del mensaje.
Como soy un desconocido para casi todo el mundo y con el objeto de que
Ud. no me descalifique de inmediato privándose de leer estas líneas,
debo comenzar por repetir la letanía o tal vez (para sonar más erudito)
reincidir en la tautología que practico cuando escribo a personalidades
del Oficialismo Revolucionario que se plantean el objetivo de trazar
líneas políticas. Ese sonsonete personal que consiste en hacer de su
conocimiento que, aunque venezolano de nacimiento, fui miembro, en mi
post adolescencia, del aparato militar del MLN Tupamaros uruguayo, lo
que puede interpretarse (según el cristal con que se mire) como un
ejemplo admirable de Internacionalismo Proletario, como un error de
juventud producto lógico de un momento histórico o como un pecado
irreparable.
Con ese antecedente por delante y considerándome aún hombre de
izquierda, ahora moderado y democrático, puedo afirmarle sin pudor que
no escribo en defensa de los intereses del Departamento de Estado
norteamericano, ni para regocijo del Opus Dei, ni recibo monedas de
ningún poder comunicacional ni económico.
Retorné a Venezuela en 1973 con 23 años de edad, creía que me las sabía
todas y cargaba con una visión fundamentalista de la política que me
hacía considerar al MAS como a un grupo insoportable de pequeño
burgueses reformistas, a los guerrilleros pacificados durante el primer
gobierno de Caldera como a unos frustrados e impenitentes borrachos de
las tascas de Sabana Grande y a los grupos radicales aún existentes como
inseguras cofradías infiltradas por los cuerpos de seguridad.
Esa visión un tanto nihilista, pedante y cómoda (dicen por ahí que los
uruguayos son argentinos “sensishos”) me impidió involucrarme
tempranamente en la política venezolana y me llevó guardar la lanza
detrás de la puerta durante 25 años. Por suerte este largo período me
permitió desarrollar una vida rica mientras iba modificando mi forma de
pensar hasta transformarme en un asqueroso reformista convencido y en un
abominable librepensador que logró desprenderse del yugo religioso
marxista leninista.
Comprendo que Ud. (con la característica actitud automáticamente
descalificadora de la izquierda tradicional) pensará de inmediato que
abandoné ese cepo para transformarme en un reaccionario, un golpista, un
pitiyanky, y hasta un traidor a la causa de los pueblos, pero no es
así.
No necesariamente uno se transforma en facho al dejar de ser
revolucionario, hay toda una gama de grises entre el negro y el blanco o
más atractivo aún toda una gama de naranjas entre el rojo y el amarillo
o de verdes entre este último y el el azul.
Bueno, el asunto es que, partir del momento en que Chávez y sus milicos
irrumpieron violentamente contra la maltrecha democracia venezolana,
decidí sacar mi lanza de atrás de la puerta para enfrentarles. Como verá
llevo en eso muchos años.
Soy consciente de que es muy difícil oponerse a una izquierda como la
suya y la de su Comandante desde una visión también de izquierda.
Enfrentarla desde la derecha más rancia es un tiro al piso, pero me he
propuesto acompañar la lucha de la izquierda sensata venezolana, a la
que considero la más clarividente de América Latina, representada, sin
ánimo alguno de jalar, por personajes como Pompeyo Márquez y Teodoro
Petkoff entre muchos otros.
Abordar ese reto exige de una tenacidad a prueba de balas y de un cuero paquidérmico.
La autodenominada Revolución Bolivariana es en realidad un fenómeno
verbal, no basa su relativo éxito de exportación en hechos sino en
palabras.
Recurre tramposa y camaleónicamente a todos los lugares comunes del
lenguaje y del pensamiento que son hormonalmente irresistibles y
rápidamente digeridos por la izquierda tradicional, siempre a la caza
del próximo Mesías que mantenga vigente los términos Antiimperialismo y
Revolución. Mediante esos subterfugios ha logrado mantener una cohorte
de fans latinoamericanos en la que abundan, por supuesto, los
uruguayos.
A ellos he dedicado mis mayores esfuerzos de convencimiento pero me ha resultado una tarea agobiante.
Fíjese por ejemplo que Ud. tiene el privilegio de escribir sus artículos
desde un diario que, si bien formó parte hace muchos años de los medios
de comunicación que hicieron campaña electoral al Comandante
Presidente, es hoy pieza importante en el movimiento de oposición
democrática. Yo, por mi parte, intenté dirigirme a la izquierda uruguaya
mediante la publicación gratuita de algunos artículos críticos al
chavismo en el semanario montevideano Brecha y ¿sabe cuál fue la
respuesta de su Consejo de Redacción? Pues que no me creían nada, que
eran puras trivialidades disfrazadas, que no había que publicarle a un
ex Tupamaro que ahora descubría la democracia y otras descalificaciones.
Bueno, en la misma onda de Venezolana de Televisión, de Radio Nacional
de Venezuela o de Aporrea, donde los únicos que pueden expresarse son
los afectos al gobierno ya que todos los demás son considerados
enemigos.
Fíjese que hasta el Pepe Mujica, hombre honesto, de criterio amplio y
respetable, con quien compartí brevemente la condena en el Penal de
Punta Carretas, es benévolo con el proceso venezolano y afirma que,
aunque en esta tierra de gracia no se construirá ningún socialismo,
después que se vaya Chávez los pobres estarán mejor.
Claro, es que él no vive aquí, no puede percatarse del despelote que
Uds. han organizado (creo que lo único que son capaces de organizar son
despelotes) y aparte de defender, como es lógico, los intereses
comerciales de su patria recibe informes que son sólo palabras, lindas
palabras revolucionarias y cifras manipuladas que fortalecen su
solidaridad ideológica automática. De manera que ni siquiera el Pepe,
lúcido y experimentado, puede darse cuenta de la ñoña en que se ha
transformado este pobre país, un país que, con todo y sus defectos,
abría sus brazos fraternos a los exilados de toda América permitiéndoles
trabajar, expresarse sin tapujos y desarrollar una vida digna. Como yo
lo hice.
Bueno Sr. Barreto, el asunto es que en su artículo Ud. hace unas
afirmaciones sorprendentes. Primero cita a una amigo suyo argentino
llamado Laclau, un teórico político. Teórico político de izquierda y
porteño es una mezcla bastante insoportable, pero bueno, no
prejuzguemos. Para no hablar sin saber consulté Google y me enteré que
el señor Laclau hace 30 años que vive fuera de Argentina y que es
profesor en la Universidad de Essex, Inglaterra.
Hace un tiempo escribió un libro denominado “La Razón populista” en el
cual menciona a Nestor Kirchner y a Hugo Chávez como los exponentes más
significativos de esa corriente en Latino América. No lo hace en son de
crítica sino que sale en defensa de sus políticas oponiéndolas de paso a
la “social democracia diluida” de Tabaré Vázquez y de la Bachelet.
Este señor afirma que “toda revolución en sus inicios debe ser
populista”. Luego continúa diciendo que…”los que asocian al populismo
con la demagogia o con la turba son los mismos que quieren reducir lo
político a lo meramente administrativo; los que quieren sustituir un
gobierno plural por un gobierno de tecnócratas”. Es la primera vez que
leo a alguien que intenta elevar el populismo a la categoría de
revolucionario y que justifica los beneficios de esa política, a mi
juicio nefasta, basándose en los gobiernos de Chávez y Kirtchner. Bueno,
es comprensible ya que el señor habla desde su apoltronamiento inglés y
además es un teórico de izquierda que supongo se ve obligado a
justificar permanentemente ambas características personales. Esa lejanía
con la realidad se hace evidente cuando, refiriéndose al populismo
revolucionario afirma que quienes se le oponen “quieren sustituir un
gobierno plural por tecnócratas”.
Es muy claro que este señor o no conoce absolutamente nada del proceso
venezolano o tiene intereses personales e ideológicos que le obligan a
cerrar los ojos ante la realidad. Porque nadie en su sano juicio puede
referirse al chavismo como un gobierno plural, más bien es la antítesis
del pluralismo, tanto si asumimos el término como respeto a la
diversidad de ideas, o referido a la influencia del colectivo, de las
bases populares en la toma de decisiones.
Para hacer una aproximación a un juicio objetivo deberíamos decir que el
gobierno Bolivariano es la máxima expresión del sectarismo político,
del culto a la personalidad, del autoritarismo unipersonal llevado a
niveles autocráticos y que cada día profundiza más sus rasgos
totalitarios. No hay pluralismo en la integración de los Poderes del
Estado, absolutamente obsecuentes al Ejecutivo o para ser más exactos
al Presidente, no lo hay tampoco en los medios de información que
deberían ser del Estado y funcionan como territorio exclusivo del
Gobierno. No hay pluralismo de ideas ni consensos posibles en la
Asamblea Nacional que funciona en base a agresiones permanentes del
oficialismo hacia los sectores de oposición democrática, ni lo hay con
los empleados estatales que tienen que demostrar su incondicionalidad
política como exigencia sine qua non para mantener sus cargos.
Esta lista de ausencia de pluralidad podría ser infinita pero es bueno
destacar que tampoco hay pluralidad en las filas del Partido de Gobierno
ya que el disenso se paga con expulsión y ningún dirigente es capaz
siquiera de plantear una idea propia ya que todos están a la espera de
lo que decida El Comandante para después repetirlo como loros. Por
último es patética la falta de pluralidad en cualquier toma de
decisiones a nivel de base, ya que los sindicatos deben ser oficialistas
y obsecuentes para ser reconocidos por el Gobierno y las nuevas
estructuras “revolucionarias” como lo fueron los Círculos Bolivarianos,
los Consejos Comunales y los diferentes Colectivos no tienen la más
mínima gravitación en ninguna decisión trascendente tomada por el
gobierno.
Luego, montándose en los planteos teóricos del Sr. Laclau Ud. mismo
agrega que …”El populismo es un momento de gran auge de masas y
expresión continua de los sectores populares que, al aglutinarse
alrededor del líder, avanza en la conquista de los derechos que le
habían sido negados por el poder constituido. Se trata del momento en
que el aparato institucional de una sociedad se está desintegrando y
tiene que reconstruirse a partir de la fuerza dada por la legitimidad
del Líder”.
El primer elemento contradictorio que salta a la vista entre los
razonamientos del argentino y los suyos es que él se refiere a un
proceso plural y Ud. habla todo el tiempo del Líder, tanto como
aglutinante de las masas como legitimador de una nueva sociedad. De
hecho me alegra que Ud. acepte que este proceso perverso esté legitimado
e integrado únicamente en torno a la presencia de Un Máximo Líder,
criterio con el que estoy totalmente de acuerdo.
De allí en adelante, en su razonamiento se hace evidente las groseras
costuras de improvisación y oportunismo. Creo que su proceso reflexivo
comienza por el reconocimiento inocultable de que este gobierno practica
y ha practicado durante casi 15 años el populismo más cerril. Ahora
bien, lo de ustedes nunca ha sido corregir rumbos ni rectificar errores
sino buscar siempre la forma de justificar, tergiversar y ocultar las
metidas de pata. Esta actitud reiterada, que por cierto es una manera
suicida de manejar la política, le lleva a plantearse su segunda
reflexión que Ud. debe considerar brillante: debemos justificar el
populismo, dignificarlo, elevarlo a la categoría de táctica
revolucionaria.
Y entonces ¡Suaz! aparece Laclau con una teoría que viene como anillo al dedo y cumple con el objetivo planteado.
Sin embargo no va a ser fácil la tarea de prestidigitación política ya
que escuché no hace mucho con mis propios oídos al Presidente Chávez
despotricando contra los cochinos medios de comunicación que le tildaban
de populista, asunto que aparentemente le molesta mucho. Tal vez Laclau
y Ud. puedan convencerlo de los beneficios de declararse populista y
listo, se habrá superado otro problema dentro de las líneas estratégicas
de La Revolución.
Luego Ud. plantea que El Proceso está en una especie de momento de
inflexión ya que …”o se pasa al poder constituyente del pueblo o a la
burocratización institucional del liderazgo… o de verdad rompemos con
las instituciones de la vieja República y construimos un nuevo Estado… o
éste se recompone, nos aplasta y volvemos a lo mismo”.
De ser así, agrega luego…”tendremos un Estado burgués con sentimiento de
culpa y, en el mejor de los casos una sociedad un poco más justa. Pero
yo no creo sólo en una sociedad más justa por sí misma. No, porque me
sitúo del lado de los que creemos en la libertad y la emancipación.
Nosotros no somos tecnócratas, no aspiramos a manejar un léxico
corporativo vaciado de pasión revolucionaria, sino que queremos arrancar
de raíz el viejo Estado.”
La verdad que este párrafo es toda una joya lingüística. Yo le siento
cargado de emoción revolucionaria, de adrenalina poética libertaria.
Siento que Ud, levita ingrávido en un cielo rojo rodeado de querubines
que sostienen, unos la Bandera Patria, otros la efigie de Lenin, de
Fidel, de Mao, de Pol Pot y más atrás la de Marx, la del Ché, la de
Breshnev. Desde lo lejos acarrean la figura del Libertador y un gran
grupo, en formación piramidal sostiene en su cúspide, y casi sin
esfuerzo la figura enhiesta del Gran Comandante con su boina de
paracaidista.
Ante las palabras de El Pepe Mujica indicando que después de Chávez los
pobres estarán un poco mejor, Ud. se horroriza. ¡¡No, no, un poco mejor
no, una sociedad un poco más justa no!! ¡¡Hay que arrancar el Estado de
cuajo, deshacerlo, desbaratarlo y después regar sal sobre el terreno
yermo para que no renazca nunca más!! ¡¡No importa que pase después, no
importa si resultamos en una nueva y frustrada Cuba, no importa la caída
del muro de Berlín, debemos seguir soñando con la emancipación
definitiva, con la emancipación de todo lo emancipable, con la sociedad
ideal, pura, prístina, inmaculada, en manos de hombres y mujeres nuevos y
felices como los de las ilustraciones de La Atalaya!!
¡¡Eso es lo nuestro, nosotros no somos tecnócratas, no nos podemos
plantear mejoras posibles, reformas profundas, pluralidad de ideas,
democracia, educación, igualdad de oportunidades, trabajo digno y bien
remunerado, movilidad social, justicia, independencia de poderes,
sindicalismo libre, inversión extranjera o privada bien controlada,
derecho a la vida, seguridad y vivienda decorosa,!!
¡¡ No, eso es Fó, planificar es Fó, trazar estrategias de desarrollo es
Fó, rentabilizar las Empresas del Estado es Fó, mejorar la vialidad es
Fó, resolver los problemas de agua y electricidad es Fó!! ¡¡ Eso es
tareas de tecnócratas!! ¡¡Nosotros somos revolucionarios, soñadores,
apasionados por La Revolución y vuelvo y lo repito: arrancaremos de raíz
el viejo Estado y sobre sus despojos e inspirados en la estética del
Realismo Socialista construiremos cosas tan bellas y definitivamente
útiles como El Parque Místico o Museo Ambiental de la Pira de la
autopista Francisco Fajardo, lleno de recios caciques de bronce
brincando y de pirámides mágicas moradas aunque sea para que sirvan de
estacionamiento para la Policía de Tránsito y donde el Hombre Nuevo
pueda hacer pipí.
Germán Cabrera Traversoni.
Artista Plástico. Miembro de la Fundación Espacio Abierto
"Por suerte este largo período me permitió desarrollar una vida rica mientras iba modificando mi forma de pensar hasta transformarme en un asqueroso reformista convencido y en un abominable librepensador que logró desprenderse del yugo religioso marxista leninista." "...la izquierda sensata venezolana, a la que considero la más clarividente de América Latina, representada, sin ánimo alguno de jalar, por personajes como Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff entre muchos otros."
ResponderEliminarYo no sé si esta página es un collage de incoherencias y ponen el texto de Cabrera porque les parece que suena bien, o si el único criterio es la oposición al gobierno. En todo caso, es tan pérdida de tiempo tomarse en serio a Barreto como tomarse en serio a estos arrepentidos que se creen moralmente superiores a todos: a los demócratas de verdad, porque alguna vez tomaron las armas, y a los chavistas, porque han evolucionado hacia la "conciencia verdadera" de la izquierda.