Europa: el ajuste del
ajuste
Jose Castillo -El Socialista- Argentina
Europa sigue en el ojo de
la tormenta. La semana pasada, Merkel y Sarkozy lograron hacer firmar a los
restantes países de la Unión Europea, con excepción de Gran Bretaña, la mayor
promesa de ajuste jamás vista. Pero la resistencia de la clase trabajadora y la
juventud de los distintos países plantea serias dudas sobre si podrá cumplirse.
La sobrevivencia del
eruo está en cuestión
|
La crisis económica
mundial, que comenzó en julio de 2007 con la quiebra de las hipotecas en los
Estados Unidos, hace rato que ya ha desplazado su foco más crítico hacia
Europa. Es que los billones de dólares lanzados para salvar a los bancos en
2008 y 2009 terminaron generando una situación contradictoria: ahora los
“superendendeudados”, los “quebrados”, son los Estados que no pueden pagarle su
deuda en bonos a los grandes bancos. Así, la crisis “mutó” de crisis de las
hipotecas yanquis impagas y quiebra de los bancos (2007-2008) a crisis de los
Estados europeos al borde de cesaciones de pagos.
Así se sucedieron las
políticas de “pague los vencimientos y ajuste” y “salvataje con más endeudamiento
y nuevos ajustes”, que reventaron -e incluso produjeron caídas de gobiernos- en
Islandia, Grecia y Portugal, hasta llegar a afectar a actores grandes de la
Unión Europea, como España e Italia. El balance de casi cuatro años de planes
de ajuste es desolador: todos los países siguen ferozmente sobreendeudados, con
déficits fiscales astronómicos y, lo más importante, con un agravamiento sin
precedentes de sus tasas de desempleo y pobreza. Por eso ya hace rato que
comenzó la resistencia, visible tanto en las diferentes huelgas que recorren el
continente como en el surgimiento, este año, del movimiento de los
“indignados”.
La reunión de Bruselas
Reuniones de “salvataje”
de la Unión Europea ya había habido varias. La de la semana pasada en Bruselas
quizás sólo pase a la historia por haber sido la más patética. 26 de los 27
miembros de la Unión (entre ellos los 17 que tienen al Euro como moneda común)
se sometieron a los dictados de “la propuesta Merkozy” (acrónimo que une a
Sarkozy con Merkel). Ya no habrá más salvatajes con reestructuración de deudas,
sino “mano dura”, que cada país ajuste, haga pagar a sus trabajadores la crisis
y cumpla a rajatabla con los bancos acreedores (casualmente, alemanes y
franceses). Las políticas de ajuste van calcadas de país a país: aumento de la
edad jubilatoria, congelamiento de jubilaciones y pensiones, aumento del IVA y
achicamiento del gasto público (con despidos de empleados y destrucción de las
políticas sociales, salud y educación). Lo novedoso del acuerdo es que si algún
país decide no cumplir las metas de ajuste (bajar el déficit fiscal a menos del
3% y el endeudamiento a menos del 60% del PBI), ahí “intervienen” los
organismos de la Unión Europea y los obligan a cumplirlo. En concreto, los
países firmantes entregaron su soberanía a los dictados de los funcionarios de
la Unión (de hecho, a los intereses y gobiernos de Alemania en primer lugar y
Francia en segundo). Gran Bretaña, el único que no firmó el acuerdo, tampoco
tiene una propuesta “más progresista”. Sólo planteó diferencias porque exige
más privilegios para “su” banca.
Este “capítulo” de la
crisis económica europea sólo puede ser comprendido en el marco más general.
Como lo dijimos en notas anteriores: la crisis, que ya lleva cinco años, es un
capítulo más, sin duda el más largo y el más agudo, de la crisis crónica que
atraviesa la economía mundial desde hace cuarenta años. La caída, en aquel
momento, de las tasas de ganancia de las industrias más importantes del
capitalismo imperialista, generó una inmensa sobreacumulación de capital que
busca, desde entonces, valorizarse especulativamente. Ya va más de una
generación de creación y recreación de ese capital ficticio, sin ninguna
relación con la realidad productiva, que sólo genera burbujas especulativas que
terminan estallando y dando lugar a crisis cada vez más profundas. Los
distintos gobiernos imperialistas, con distintas retóricas, algunos planteando
“más intervención del Estado” y otros “menos”, han coincidido en una y siempre
la misma política económica: ajustar, reducir “los costos salariales” y “las
políticas sociales”, léase, descargar los costos sobre los trabajadores
(locales e inmigrantes). En primer término, para salvar a los bancos y a los
especuladores. Y, más estratégicamente, para tratar de recomponer las tasas de
ganancia de las ramas productivas a través de mayor explotación.
¿Quién paga la crisis?
Apenas pasados un par de
días del acuerdo de Bruselas, ya los medios del establishment económico mundial
empezaron a plantear sus dudas sobre si esto va a funcionar. Incluso, muchos ya
ponen en cuestión la mismísima sobrevivencia del Euro como moneda en el mediano
plazo o la posibilidad de que uno o más países (con Grecia en primer lugar)
abandonen la Unión Europea. No se trata de hacer futurología. Pero lo que están
expresando todas estas dudas es la pregunta de fondo: ¿lograrán los gobiernos
hacer pasar estos feroces ajustes? ¿Qué va a pasar con la resistencia de los
trabajadores? Quizás la huelga general italiana de esta semana esté dando una
respuesta. Es que ahora queda planteado, con más actualidad que nunca, la pelea
por que no pase ningún ajuste, por defender a rajatabla los salarios,
jubilaciones y puestos de trabajo hoy amenazados, y la necesidad de estatizar
la banca para poner sus recursos al servicio de los trabajadores, en vez de
salvar a los banqueros. En definitiva, la exigencia de que la crisis la paguen
los capitalistas, no los trabajadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por compartir con todos tus comentarios y opiones