viernes, 25 de noviembre de 2011

Desde la Concepción Ambientalista a un Enfoque Geonómico: hacia un nuevo paradigma sobre la vida en nuestro planeta.


Manfred A. Max-Neef.
Octubre 1987

PREMISA

Mi ponencia de sustenta, a la vez que se deriva, de la hipótesis GAIA planteada hace algo más de una década. Ella postula que las condiciones físicas y química de la superficie de la tierra, de la atmosfera y de los océanos, han sido y son adecuadas  para la vida gracias a la presencia misma de la vida, lo que contrasta con la sabiduría convencional según lo cual la vida y las condiciones planetarias siguieron caminos separados adaptándose la primera a las segundas. 


ANTECEDENTES
Los seres humanos hemos vivido siempre bajo la impresión de estar en un planeta en el cual existe vida. Por otra parte sabemos que hay otros planetas en los cuales no existen formas conocidas de vida. De tal manera de que nuestro planeta resulta tanto excepcional, por lo menos dentro de nuestro sistema solar. Otra impresión es, que el ser humano es un sistema viviente que está rodeado de una cantidad de otros sistemas vivientes, todos ellos dentro de un planeta como el que conocemos y habitamos. Todas estas impresiones, a  lo menos en parte, han comenzado a cuestionarse en los últimos años. 

A mediados de la década de los sesenta, James Lovelock, un ilustre geoquímico británico fue invitado por el California Institute of Tecnology en calidad de consultor  para un proyecto que consistía en tratar de averiguar si existía alguna forma de vida en el Planeta Marte. En aquel entonces, ningún vehículo especial había circunvolado a Marte, ni mucho menos había aterrizado en su superficie. Todavía ni siquiera se había llegado a la luna. El grave problema con que se enfrentaban los investigadores, desde el punto de vista metodológico, era que en realidad no sabían correctamente que es lo que estaban buscando.  En efecto, si se  quiere detectar la existencia posible de una determinada bacteria, se sabe que experimento realizar  para que se revele si esa bacteria realmente existe o está presente, siempre que esté estructurado a partir de moléculas de carbono como es el caso en nuestro planeta. Pero bien podía ocurrir una eventual otra forma de vida en Marte no estuviera estructurada a partir de moléculas de carbono, en cuyo caso, los experimentos conocidos no darían resultado. 

Fue frente a esta encrucijada que Lovelock tuvo una idea brillante. Hizo el siguiente planteamiento: todas las formas de vida, cualesquiera que sean sus estructuras moleculares, tendrán inevitablemente como características común, la de absorber energía del ambiente, procesarla y expulsarla transformada de alguna manera. Como consecuencia de ello, el entorno químico se estará alterando sin llegar a un estado estable.

Cualquier composición química estable es predecible estadísticamente, pero, si hay vida, se producen transformaciones energéticas y cambios de componentes, lo que no es estadísticamente predecible. En otras palabras, si encontramos un ambiente que no está estabilizado y que, por lo tanto no es predecible estadísticamente, quiere decir que hay probabilidades de que alguna forma de vida este presente, aun cuando no sepamos cuáles son sus características.

Se hicieron las investigaciones en aquel entonces y efectivamente se llego a la conclusión, a partir de la tesis de Lovelock, de que en el planeta Marte no había manifestaciones de ningún tipo de vida porque era un medio ambiente químico casi totalmente estabilizado. Todo ellos, como se sabe, ha sido corroborado posteriormente por las investigaciones espaciales.

Los planteamientos de Lovelock se vinculan estrechamente como redefinición que Ludwig Boltzmann hizo el siglo pasado de la entropía, al plantear que era una medida de la probabilidad de una distribución molecular. Los sistemas inestables de Lovelock corresponden a sistemas de organización molecular altamente improbables.  Se trata de estados de desequilibrios, capaces de generar energía, como ya quedo dicho, lo que no es posible en el equilibrio donde no hay energía disponible.

En estados de equilibrio, propios de sistemas estables, donde la organización molecular corresponde a una alta probabilidad, la presencia de cualquiera forma de vida  queda descartada. De otra parte, la inestabilidad o la improbabilidad de una distribución molecular son condiciones necesarias para la vida, pero no son suficientes. La condición adicional corresponde a la capacidad de un sistema para conservar, por decirlo así, su improbabilidad por encima y a pesar de los cambios o embates que ocurran en su entorno.

La condición expuesta se conoce como el principio de homeostasis, y es característico de todos los sistemas vivientes.

Una vez completadas sus investigaciones relacionadas con Marte, Lovelock  extendió sus estudios a nuestro planeta. No se limitó, por cierto, a demostrar lo obvio: que en la tierra hay vida. Fue mucho más lejos, hasta llegar a plantear su famosa hipótesis GAIA.

GAIA o GEA es el nombre de la diosa griega de la tierra. Según ha sido, primero fue el caos, después vino GAIA es, en esta nueva visión, una entidad compleja que incluye los suelos, los mares, la atmosfera y la biósfera. Todo este sistema revela enormes desequilibrios de alcance global, que hacen posible el mantenimiento de la vida, porque son capaces de mantenerse a través de un comportamiento homeostático.

Dicho en términos más simples, GAIA no es meramente un sistema que permite el surgimiento de distintas formas de vida. Más que eso, parece en sí misma y por derecho propio, ser un sistema viviente.

Como veremos, el trabajar con esta hipótesis, significa un cambio profundo en el modo de ver las cosas y, por cierto, en la manera de orientar nuestras acciones.

ARGUMENTOS
La hipótesis GAIA no es producto de la ecología que, como disciplina, está  enraizada en la historio natural, en el estudio detallado de los diferente hábitat y ecosistemas, ignorando el cuadro de conjunto. GAIA es el producto de la contemplación de la tierra desde el espacio, experiencia nueva y desconcertante para los seres humanos.

Son muchas las maneras en que se manifiesta el comportamiento homeostático de GAIA. 

Antes de dar algunos ejemplos, vale la pena compara lo que sería la composición básica de nuestro mundo en un hipotético desequilibrio químico, con la de nuestro mundo actual.

Tabla 1. Comparación entre la composición de los océanos y el aire del mundo actual y la que tendría en un hipotético mundo en equilibrio químico.

COMPONENTES PRINCIPALES POR CIENTO

SUBSTANCIA
MUNDO ACTUAL
MUNDO EN EQUILIBRIO


AIRE
DIOXIDO DE CARBONO
0.03
99
NITROGENO
78
0
OXIGENO
21
0
ARGON
1
1

OCEANO
AGUA
96
63
SAL
3.5
35
NITRATO SODICO
VESTIGIOS
1.7

FUENTE: J.E. Lovelock: GAIA una nueva versión de la vida sobre la tierra.

El grado de desequilibrio de nuestro mundo es asombroso. Pero más asombroso aun, es que tan formidable nivel de improbabilidad sea y haya sido capaz de mantenerse por miles y millones de años como producto de mecanismo homeostáticos. Veamos algunos ejemplos: 1.- El reducido rango de dentro del cual se mantiene por miles de millones de años la temperatura de la superficie terrestre. Algo similar a lo que ocurre con la temperatura de nuestro cuerpo, que se mantiene a pesar de los cambios de nuestro entorno. 2.- El mantenimiento invariable de la proporción de 3.4% de sal en los océanos. Un 4% habría implicado que el desarrollo de la vida marina sería totalmente distinto  de lo que revelan los fósiles. Un incremento hasta el 6%, aunque solo fuera por uno minutos, eliminaría toda forma de vida, porque a ese nivel de concentración salina, literalmente se desplomarían las paredes de las células. 3.- La presencia de cantidades precisas de metano que permitan mantener la concentración del oxigeno en un nivel del 21%, además de ventilar las zonas de vida anaerobia. Una concentración levemente mayor de oxigeno incendiaria a todo el planeta. Una levemente menor impediría nuestro desplazamiento y el vuelvo de los pájaros. 4.- La presencia de pequeñas cantidades de amoníaco que impide la concentración de ácidos nítricos y sulfúricos como producto de las tempestades eléctricas. 5.- La presencia de la capa de ozono, que protege a la superficie de la tierra de una exposición excesiva de rayos ultravioletas. 6.- La presencia de cantidades infinitesimales de oxido nitroso y cloruro de metilo que regulen la cantidad de ozono. El ozono en exceso es tan peligroso como en deficiencia. 7.- La presencia de dióxido de carbono que permite la fotosíntesis generadora del oxigeno.

Hay muchos otros ejemplos. El hecho es que todos procesos aparentemente singulares, se integran en un gran proceso global que da origen a un sistema supremamente complejo e improbable. Da, por decirlo de otra manera, origen, probablemente, al mayor de todos los sistemas vivientes conocidos por nosotros. Sistema del cual nosotros no somos más que un componente.

Parecería evidente que donde la situaciones de desequilibrio son de alcance global, como en el caso de la presencia de oxigeno y metano en el aire, o de arboles en el suelo, de animales, insectos y personas desplazándose por el mismo, se vislumbra algo de tamaño planetario capaz de mantener inalterada por tiempo quizás indefinición una distribución molecular altamente  improbable. Esta es la esencia más importante del discurso.

PROVOCACIONES
Es muy probable que muchas personas que se sientan atraídas e identificadas con la tesis hasta aquí expuesta, reaccionen, sin embargo, negativamente a las conclusiones que de ella se desprenden. En algunos casos será porque resulta atacada la vanidad antropocéntrica. En otros, porque pierden fuerza algunos argumentos que orientan políticas y acciones ecológicas o ambientalistas. Sin embargo, una reflexión más profunda debería devolver la tranquilidad a quienes se inquietan. En verdad, los territorios que se abren pueden resultar mucho más fascinantes que aquellos donde actualmente se libran las luchas por la preocupación ambiental y ecológica. Los párrafos que siguen, sustentados en la observación y la deducción científicas, han de servir de provocadores.

La tendencia humana es la de suponer que lo que daña directamente a la especie es lo más peligrosos para el conjunto de la vida. Esto debiera ser preocupante porque genera decisiones y políticas erróneas.

Es posible que el desarrollo tecnológico, a través de sus manifestaciones, sea a la larga dañino para nuestra especie. Sin embargo, las pruebas de que pueda resultar igualmente dañino para el conjunto de la vida en nuestra biosfera, son bastante débiles. El sostener y predicar lo contrario puede ser buena política, pero mala ciencia.

Se tiene a creer que, en un sentido ecológico, los peores atentados en contra de la vida en nuestro planeta se originan en los grandes centros urbanos industriales. Más concretamente en las regiones industrializadas de las zonas templadas del hemisferio norte. Sin embargo, es en zonas no urbanas, afectadas y profundamente alteradas por la erosión, donde se da el cuadro más dramático de lo que significa la devastación de ecosistemas tanto naturales como humanos. Es allí donde el ser humano y sus rebaños, apoyados en una tecnología primitiva y en una agricultura deficiente e irresponsable, han disminuido más intensamente el potencial de vida.

La contaminación si se la entiende en términos de vertidos masivos de substancias toxicas y de desecho, ha sido connatural  con la existencia de GAIA. Valga recordar el surgimiento del oxigeno como la más grande de las contaminaciones hace mil quinientos millones de años. Ella no destruyo la vida sino que la transformó. Y lo que es más, aquellas formas de vida incompatibles con el oxigeno, conocida como anaerobias, encontraron otros hábitat para seguir subsistiendo, particularmente los pantanos, ciertas partes del subsuelo y los aparatos intestinales de los grandes mamíferos incluidos nosotros.

Parece claro que GAIA tiene regiones mucho más sensibles que otras en lo que respecta a sus funciones auto reguladoras. Las plataformas continentales y las zonas pantanosas parecen ser particularmente importantes. Lamentablemente las atención se fija mas en las zonas con aparentes perturbaciones mas conspicuas, como es el  caso de zonas poluídas y contaminadas, que resultan, sin embargo, menos peligrosas para la vida total que aquellas que tendemos, por otra parte, a subestimar.

Aparte de las plataformas continentales, la región más sensible de GAIA es el cinturón comprendido entre los paralelos 45 grados norte y 45 grados al sur. Los daños que se produzcan en esa franja podrían llegar a ser fatales e irreversibles.

La deforestación, especialmente la tropical por medio del fuego, introduce en la atmósfera además de dióxido de carbono, una amplia gama de compuestos químicos orgánicos. Tales fuegos generan no menos de cinco millones de toneladas de cloruro de metilo, cantidad mucho mayor que la liberada por toda la industria mundial.

Los principales peligros no están en lo que parece obvio: en los núcleos urbanos industriales. Como dice Lovelock: “las áreas realmente críticas y necesitadas de vigilancia atenta son, más probablemente, los trópicos, los mares y océanos próximos a los litorales de los continentes. Es estas regiones, hacia los que pocos vuelven la vista, donde las prácticas dañinas pueden alcanzar el punto de no retorno antes de advertirse las consecuencias. Es en estas regiones de donde con mayor probabilidad, pueden llegarnos las sorpresas desagradables. En ellas, el hombre debilita la vitalidad de GAIA reduciendo su productividad y suprimiendo especies esenciales para su sistema de mantenimiento vital. (1)

Los animales grandes pueden tener importantes funciones especializadas, pero el peso principal de la función auto reguladora de GAIA recae sobre los microorganismos. Las algas en cooperaciones con bacterias aérobicas del suelo y de los lechos marinos junto a la microflora  anaeróbica de los pantanos, ciénagas y plataformas continentales, suministran, entre otros procesos vitales, más de la mitad de carbono. 

La vida de este planeta, ha dicho Lovelock, es una entidad recia, robusta y adaptable nosotros no somos sino una pequeña parte de ella” (2) Los animales y las plantas son los microorganismos en las plataformas continentales y el suelo bajo la superficie.

REFLEXION
Es importante no confundir las indiscutibles capacidades que tenemos para aniquilarnos a nosotros mismos y a una enorme cantidad de otras especies vivas, con la posibilidad de destruir integralmente nuestra biósfera en cuanto sistema vivo.

Nuestra situación actual es un tanto paradojal, como ya quedo indicado. Nuestra preocupación principal se centra en los daños más conspicuos, y pasa por alto los dañas más profundos y significativos. A ello hay que agregar que esos daños más profundos están ocurriendo, y seguirán ocurriendo, en la franja ocupada por los países más pobres del mundo: aquella comprendida entre los paralelos  45 grados norte y 45 grados sur.

Agreguemos a lo anterior el hecho de cuando nuestra especie descubre una fuente de riqueza, no puede resistir la tentación de lanzarse de inmediato a explotarla al máximo.

La máxima explotación futura ocurrirá en las zonas tropicales y en las plataformas continentales de aquella franja central del planeta. Es decir, en la región exacta donde GAIA, como totalidad, puede ser herida de muerte.

Esta ecuación de máximo peligro, exige respuestas que no pueden provenir de la ecología sola, ni de la visión GAIA sola tampoco. El enfoque ecológico y el ambientalista son como el árbol que no deja ver el bosque. El holismo de la visión GAIA, puede ser el bosque que no deja ver los arboles. Ambas visiones son fundamentales, pero ninguna por si sola resuelve la ecuación del máximo peligro en los términos que aquí la hemos planteado.

¿Cuál es la economía que resulta coherente con la respuesta a nuestro dilema? Tampoco es posible una respuesta directa. Necesitamos, quizás, abrir una nueva disciplina, o mejor dicho, una transdisciplina que propongo bautizar como GEONOMIA, y que integre y articule todo lo que es pertinente para administrar inteligentemente no solo nuestra biósfera, sino para entender el rol que dentro de ella nos corresponde y, así, aprender a  administrarnos a nosotros mismos para merecer el titulo que hasta aquí nos hemos arrogado gratuitamente: el de ser primates superiores, con alma y con inteligencia.
Propongo que sea el evento a partir del cual comencemos la construcción de una necesario GEONOMIA.

(1) Lovelock; GAIA, una nueva visión de la vida sobre la tierra, Hermann Blume ediciones, Madrid 1983, pág. 142.
(2) Ibid, pág. 54


El Mundo Margarita

La teoría de "Gaia" * de James Lovelock que causó gran revuelo en la década del 80 y que ahora ya es aceptada por los biólogos y otros científicos serios (porque hay de los otros) en base a varios experimentos científicos. Lovelock hizo un experimento que llamó "El Mundo Margarita" y cuya descripción ocuparía varias páginas de una revista científica y otras tantas de un poemario.

El "Mundo Margarita" fue un experimento, primero  con variedades oscuras y claras de margaritas y luego con margaritas de otros matices. Se comprobó que había una autorregulación en el mas clásico estilo darwiniano y luego esa autorregulación llegaba a los límites catastróficos de destrucción en la lucha por el más "apto". Pero cuando se introdujeron otras especies de margaritas grises, 10 y mas, la sobrevivencia se hacia ilimitada por autorregulación.

Si estamos de acuerdo con el planteamiento de Lovelock corroborado por estos experimentos científicos de laboratorio y por la observación de la naturaleza y la sociedad, no podemos menos que aceptar que la tendencia natural de GAIA (el planeta viviente) es la multidiversidad  y que la limitación de las especies, de los sistemas orgánicos y sociales, la depredación de la naturaleza y de las variedades culturales, es autodestrucción.

La globalización  es una tendencia natural de todas las especies, y por supuesto de GAIA, es la necesidad de interrelacionarse. De conectarse, de universalizarse. Es el instinto del "nosotros" que fué el primer instinto de sobrevivencia en nuestro planeta y se sintetiza en la comunicación del todo con todos y viceversa. La actual situación no se debe achacar a la globalización, sino al sistema neoliberal, al capitalismo salvaje, que exacerba el instinto del "yo" hasta el individualismo excluyente. Es autodestructivo por que tiende a negar el instinto primero de sobrevivencia, el del "nosotros". Este, no solo considera a los seres humanos, sino a todo su entorno que también es vida y está en comunicación con todo como lo comprueban los experimentos científicos de los que hablábamos.

Tendenciosamente se hace creer que la globalizacióm es lo mismo que neoliberalismo. Esta asociación crea la falsa "certeza", o mejor dicho, el fatalismo de que no hay otros caminos que el neoliberal. Y este fatalismo ha contaminado a sectores de intelectuales, a partidos de la llamada izquierda, arrastrados a una crisis que es la crisis del sistema que contiene una derecha, un centro y una izquierda. En otras palabras, el sistema con su derecha, su centro y su izquierda está en crisis. Lo que ahora nace es el Nuevo Proyecto liberador, multidiverso, equitativo, postneoliberal, en una palabra el Proyecto Natural  que garantiza la sobrevivencia de la Humanidad. Esto no es una  novedad. Ya los intentos del "socialismo real" revelaron esta necesidad pero los ensayos fueron insuficientes y en ocasiones erráticos por no considerar la diversidad, por querer "globalizar" una experiencia sin respetar otras, es decir cojear con el mismo pié que el sistema.

La crisis está tocando los límites por que choca con  todos los aspectos de la vida. Tiene sus matices en los países desarrollados, en los pobres y en los más pobres. Tiene sus efectos en los centros de poder. Lo único nuevo, diferente en esta crisis es que hemos llegado al "número crítico", estamos "condenados" al cambio. El sistema está agónico y en ese estado se hace más cruel. La bestia está herida y en su agonía puede matar.

La crisis de la izquierda seguirá siendo crisis si  continúa actuando como parte del sistema y éste… éste no tiene salida.

*GAIA, fonéticamente es lo que se escucha en inglés del latín "GEAE" que significa tierra.


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